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Petro y la Nacional, una vergüenza

Todo esto forma parte de la campaña de Petro para quedarse. Moviliza a sus electores y los activa como lo va a hacer con la primera línea.

Francisco Santos
18 de mayo de 2024

La hipocresía del presidente Gustavo Petro no tiene límites. Claro, le importa un carajo que se lo digan o que al final esa vaya a ser su historia, pues su vida fue siempre gobernada por ‘el fin justifica los medios’. La intervención en la Universidad Nacional es el último ejemplo de ese descaro y esa desfachatez.

Claro, para Petro y su ministra de Educación, otra activista sin vergüenza a la que la independencia académica le importa un pito, no fue suficiente el desastre que crearon con la salud de los maestros, sus aliados en este supuesto cambio. Poco los conmovió ver a los educadores rogar que les atendieran una emergencia médica, que se mueran no importa, pues el fin justifica los medios. Además, culpan a otros –otra característica de este irresponsable Gobierno–, pues eso forma parte de la narrativa y del modus operandi de este progresismo destructivo.

Ojalá los maestros les preguntaran a sus colegas en Venezuela cómo les fue con esos Gobiernos tan admirados y elogiados por Petro y su ministra. Sus pensiones hoy no pasan de los 14 dólares mensuales –poco más de 50.000 pesos– y sus salarios no pasan de los 20 dólares mensuales. Muchos son mototaxistas, cocineros o empleadas y más del 40 por ciento dejaron la profesión. Hoy el 60 por ciento de los estudiantes de colegios venezolanos solo van a estudiar dos o tres días a la semana por falta de maestros y el 31 por ciento de los jóvenes venezolanos desertó y abandonó el colegio definitivamente. Gran futuro le espera a ese país.

Y ahora que Petro y su ministra van por la Nacional, que los profesores y los alumnos les pregunten a sus colegas qué pasó en Venezuela con la educación universitaria pública. La expulsión de académicos es brutal, más de 3.500 se fueron a universidades en el exterior o privadas en Venezuela. La investigación también murió. Pasó de ser el quinto país en investigación en la región después de Brasil, Argentina, México y Chile, con cerca del 5 por ciento de los estudios en 1996, a producir solo 0,6 de los estudios por debajo incluso de Cuba. Las cifras indican que la matrícula en general en las universidades públicas ha caído 60 por ciento y en el caso de dos universidades, la Pedagógica Experimental Libertador y la histórica Central de Venezuela, pasaron de 105 a 45.000 estudiantes la primera y de 50 a 20.000 la segunda.

Este espejo muestra para dónde vamos en Colombia y qué les espera a los profesores y a los estudiantes de la educación pública. Comienzan con la independencia académica y el respeto a la libertad de expresión y de educación de la universidad más importante. NINGÚN presidente en Colombia había violado ese respeto a la independencia académica de la principal universidad pública de nuestro país.

Lo que quieren Petro y su ministra, que delega en el ministro de Cultura para guardar las formas, es imponer SU rector. No aceptan que el sistema creado por ley haya funcionado y que el Consejo Superior haya entrevistado a los candidatos y haya decidido el mejor para la universidad. El que querían Petro y su lacaya, según el delegado de los profesores del Consejo, y ya retirado por Petro, dice públicamente que “manifiesta un desprecio total por la verdad”. Quizás esa es la razón por la que les gusta tanto a la Ph. D. y a su jefe.

Petro y su ministra, como ya lo hicieron con la salud de los profesores, prefieren subvertir y crear caos que hacer las cosas de manera correcta. No importa que la universidad se paralice, el fin justifica los medios, se rompa la independencia de la universidad y se acabe con la autonomía universitaria. Tal y como lo hizo con el nombramiento de la fiscal cuando promovió esa asonada contra la Corte, prefieren los hechos a la ley.

Nadie puede decir cosa alguna contra el exrector de esa misma universidad, Moisés Wasserman, quien afirmó que la intervención del Gobierno “pone fin a la autonomía universitaria”. El cambio que tanto les prometieron a los jóvenes acaba con uno de los elementos críticos en el éxito de la labor de las universidades y en esa hipocresía de los progresistas, su silencio e incluso su apoyo, como el de ese referente Rodrigo Uprimny, es evidente. Para ellos el fin también justifica los medios.

Nada de esperar las demandas al nombramiento del rector y que la justicia decidiera. O cambiar la ley y los reglamentos de elección a través de los mecanismos legales y administrativos apropiados. No, hay que imponer la voluntad del zar Petro bajo el coro de apoyo e incluso las amenazas a profesores de ese pequeño sector violento que vive dentro de la universidad.

¿Y el Congreso? Ya se debería estar proponiendo un debate, por lo menos, o una moción de censura contra la ministra. En una democracia, esa autonomía debe defenderse y no acabarse al amparo de ese populista concepto de una “primavera democrática” que plantea Uprimny. Él debería ser el primero en hacer respetar la ley, pero como él acepta que el fin justifica los medios, conceptualiza eficazmente esa postura.

Todo esto forma parte de la campaña de Petro para quedarse. Moviliza a sus electores y los activa como lo va a hacer con la primera línea. Para eso los quiere en la calle, no nos engañemos. Esto solo nos va a llevar a una guerra civil. Gracias, Petro, ese es el cambio.

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