El año 2025 ha llegado a su fin y como se vaticinaba, el balance general no es favorable para el país, al igual como ha sucedido en los años precedentes; la incertidumbre es generalizada, la inseguridad está disparada, los cultivos de coca y la producción de cocaína están en sus máximos históricos, la minería ilegal continúa haciendo daño al medio ambiente, la Fuerza Pública diezmada y disminuida en sus capacidades, los actos terroristas amenazan en la misma forma como sucedió a principios de siglo, la calidad de vida se deteriora con el paso de los días, los escándalos políticos y la corrupción permanecen sin resultados jurídicos palpables, la presencia de organizaciones narcoterroristas se extiende a gran parte del territorio, el Gobierno continúa suplantando al Legislativo cuando los políticos no le aprueban los absurdos y el odio de clases sigue siendo impulsado desde el Ejecutivo.
Algunos conceptos relacionados con el odio de clases lo señalan como el desprecio y el antagonismo hacia grupos humanos por su posición económica o social, alimentado por una frustración de intereses personales insatisfechos; sin duda, todas las personas aspiran a triunfar en el campo social, empresarial, político o académico, por citar algunas áreas del quehacer humano, pero los resentimientos en algunas de ellas llegan a generar lo que se ha definido como la ploúsiofobia o el odio al rico, según lo describe Manuel Carmona Curtido. El artículo 189 de la Constitución establece que el jefe de Estado simboliza la unidad nacional, pero su discurso permanente en contra de ‘la oligarquía’ va en contravía de esta armonía.
El año 2026 es decisivo para la democracia en Colombia, pues se requiere un cambio en la ideología política del Gobierno; sin embargo, las maniobras de la izquierda para perpetuar en el poder al neocomunismo no dejan de asombrar. Además de la campaña adelantada por ‘las bodegas’ en contra de quienes representan a la oposición en las próximas elecciones, el progresismo quiere cambiar a la fuerza la Constitución de 1991, redactada por muchos integrantes de la izquierda— entre ellos varios miembros del M-19— para legalizar la sumisión al totalitarismo que representa el socialismo que quieren implantar, como tristemente lo están experimentando en Venezuela, Cuba y Nicaragua, o que lo han vivido como Bolivia, Chile, Perú y otros estados que en algún momento de su historia cayeron en las garras opresivas de la izquierda recalcitrante.
Para cerrar el año con broche de oro el Gobierno insiste en promover una Asamblea Nacional Constituyente para continuar haciendo trizas a Colombia, como seguramente le ordena el comunismo internacional, pues deben estar preocupados por la pérdida de influencia en varios países de América Latina con el giro hacia la derecha del péndulo político; la otra perla está representada por la emergencia económica decretada por el Gobierno que, al no haberle aprobado el Congreso la reforma tributaria, se pasa por encima de la decisión del Legislativo y busca imponer a la fuerza nuevos impuestos que afectarán a millones de colombianos.
El despilfarro del Ejecutivo, los innumerables viajes al exterior de presidente y de su fórmula vicepresidencial, los subsidios repartidos por doquier, e inclusive, a los bandidos para que no asesinen, pero que siguen delinquiendo, la corrupción de malhechores cercanos al círculo de poder, el mal manejo de la economía, entre otras, han ‘exprimido las arcas’ del Gobierno generando un gran déficit fiscal; lo cual pone en riesgo la estabilidad del país y en especial la seguridad, la maltrecha salud y el desarrollo de los megaproyectos, produciendo la chispa que requieren para generar un verdadero estallido social que les permita declarar la conmoción interior para aferrarse al poder y posiblemente impedir las elecciones.
La ideología progresista va en contravía del pensamiento capitalista, concepto que ha sido estigmatizado por la izquierda mundial a través del tiempo y lo promueven como el origen de los males del mundo; sin embargo, el socialismo no habla de promover el trabajo, generar riqueza, atraer inversión, impulsar desarrollo, aprovechar racionalmente los recursos naturales, sino que promueve la repartición a la brava de los patrimonios que poseen quienes han trabajado, generado empresa, dan empleo y contribuyen a mejorar la calidad de vida de los colombianos. Muchos nacionales se han convertido en zánganos que no quieren trabajar, pues medio subsisten con los subsidios que les lanza el Gobierno en campaña preelectoral.
Es una lástima que este fin de año los colombianos no puedan repetir lo que el compositor bolivarense Crescensio Salcedo plasmó en su famosa canción Año Viejo: “Yo no olvido al año viejo porque me ha dejado cosas muy buenas…”. Así como vamos, vamos muy mal y quisiéramos decir “Cesó la horrible noche…” frase que mencionó Rafael Núñez en la primera estrofa de nuestro Himno Nacional, símbolo patrio que también lo quieren cambiar los progresistas. Ojalá no se siga impulsando el odio de clases tratando de hacer que se odie a los ricos, porque esto destruye la sociedad.
Defender nuestros valores, nuestra forma de vida, nuestro Estado de derecho, la Constitución y la democracia debe ser el objetivo de los colombianos en las próximas elecciones, tanto parlamentarias como presidenciales.










