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El gabinete de la batalla

Si lo que les preocupa a verdes y amarillos es la reputación de sus partidos, tal vez con mirar las encuestas se puedan ubicar un poco.

Semana.Com
2 de mayo de 2016

El cambio de gabinete no dejó a nadie mudo.  Y menos aún a algunos integrantes del Polo Democrático o de la Alianza Verde, que salieron a  vociferar en todos los micrófonos que les ofrecieron: “No nos van a callar”, “no nos taparán la boca”, “no nos van a comprar”.

¿Alguien cree que el presidente Santos va a callar al Polo Democrático o a la Alianza Verde con una par de ministerios? ¿De verdad hay quienes piensan que Claudia López o Jorge Robledo o Angélica Lozano o Navarro Wolff van a pasar al redil dejando a un lado el control político que bien hacen y les da tanta visibilidad? No creo. 

Sin embargo, salieron enfurecidos a defender su independencia, dando la impresión de que hubiera algún riesgo de ser manipulados o, por defecto, quedar pringados con ser “oposición gobiernista”. Ahí no hay nada nuevo: los Verdes y el Polo han apoyado la agenda de paz de Santos, reservándose el derecho a cuestionar todo lo demás. El sí pero no que traducen en “apoyo a la paz gratis”, que hasta hace una semana se oía bonito y generoso. Ahora suena distinto: el cambio de gabinete es la etapa prólogo en la carrera presidencial 2018.

Se los sonsacaron. Los indignados ven como un insulto que el presidente les ofrezca cargos a sus líderes… ¡cargos que aceptaron Clara López y Jorge Londoño tras consultarlo no solo con la almohada! Santos nunca ha hablado del modelo gobierno-oposición, está siendo fiel a su principio de unidad nacional y tutti frutti partidista para ganar apoyos, margen de maniobra. Ese es el modelo de este gobierno y de muchos otros, incluidos los dos de Uribe, quien con el Centro Democrático se queda por un ratico con la bandera de la oposición, que la enarbola una bancada más que constructiva, estruendosa. A ellos tampoco los están callando.

Entonces, si lo que les preocupa a verdes y amarillos es la reputación de sus partidos, tal vez con mirar las encuestas se puedan ubicar un poco. La Gran Encuesta de marzo 2016 preguntó si los partidos estaban trabajando correctamente a favor del avance del país: el 82% de los encuestados respondió que no. Entre diciembre de 2015 y marzo de este año, excepto en los Verdes y el Partido Liberal que permaneció igual (40% y 44%, respectivamente), la opinión desfavorable de todos los demás partidos aumentó.

La Encuesta de Cultura Política 2015 del DANE arroja resultados complementarios: el 56% de las 32.614 personas encuestadas, ubicadas en 104 municipios del país, no confía en los partidos o movimientos políticos. Además, creció la desconfianza en los jueces y magistrados, y en el gobierno, mientras que la desconfianza en el congreso permaneció intacta. Digamos que el detalle de la reputación de la clase política no se reduce a que “el gobierno de Santos gobierna con corrupción”, como repite mediáticamente Claudia López.  

Destapadas las cartas, en el Polo y en los Verdes todos se están reacomodando, a partir de dos vertientes: una rotunda furibunda, con cero participación en el gobierno, y la otra dispuesta a jugar desde adentro -y no en cargos menores- para influir, estar en la jugada de la paz y mostrar capacidad administrativa y política de cara al 2018 y el posconflicto. Apuestan a salir en la foto oficial de la firma de los acuerdos: el cuento de que reciben los ministerios a título personal se mantendrá de dientes para afuera si los acuerdos de paz fracasan, pero habrá unidad de partido al reclamar el éxito si salen adelante. En política no hay nada gratis, por algún lado y en algún momento llega la  cuenta de cobro. Ya veremos en septiembre cómo va la mano.

¿Qué buscan, entonces, al decir que no los van a callar ni a comprar ni a manosear? Sonar. Y sí que lo han aprovechado. “Paz sí, Santos no”, dice el Polo, que desde la izquierda democrática se presenta como oposición a todo, pero luce y se oye un poco trasnochado a la hora de ofrecer un modelo viable y diferente, sin poderse sacudir una pésima reputación administrativa.

Las diferencias al interior de la Alianza Verde frente al costo de estar en el  “gabinete para la paz” les han permitido a varios de sus líderes ganar espacio en la batalla por definir temas y fórmulas novedosas para la contienda presidencial. Se están desmarcando ya Sergio Fajardo y Claudia López, o al menos esa impresión dejaron este sábado durante el lanzamiento -¿mitin?-  del libro Adiós a las Farc. ¿Y ahora qué?, donde además de echar teoría, contar experiencias y plantear junto con Antonio Navarro su visión de país en el postconflicto, dieron a entender que en ellos dos está la respuesta.  

Y salen a decir que no los va a callar. Por el contrario, que le agradezcan a Santos que les ha dado bastante de qué hablar.

@Polymarti

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