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Si no te vacunas, que te despidan

Pero a pesar de no ser perfecta, somos más los que apoyamos exigir la vacuna a todos, sin excepción.

Salud Hernández-Mora
18 de diciembre de 2021

Así de claro. Hay que aislar a quien no se vacune porque no le da la gana. No permitirle trabajar con otros, ni asistir a reuniones ni a lugares públicos. Incluso deberíamos ser capaces de cerrarles las puertas de nuestras casas hasta que se inyecten las dos dosis.

Ya no es un tema de libertades individuales ni de Corte Constitucional protegiendo injusticias y estupideces irracionales, una de sus aficiones favoritas. Se trata de un asunto de supervivencia. Jamás nuestros padres preguntaron cuando éramos niños si la vacuna contra la polio o la rubeola eran de esta u otra marca o qué efectos tenían. La ponían y santas pascuas.

Ahora estamos ante otra maldita ola de un virus por el que China, principal culpable, aún no ha pagado nada. Son tan bandidos, tan irresponsables, tan desalmados y criminales los del Gobierno del dictador Xi Jinping, que a estas alturas siguen ocultando la verdad al mundo, imprescindible para saber qué pasó e intentar prevenir futuras epidemias. Ni siquiera regalan sus vacunas medio chimbas a los países pobres. Incluso vendieron tapabocas inservibles por todo el planeta, práctica común de buena parte de sus productos.

Pero olvidemos a esa férrea dictadura pseudocapitalista, que desprecia al ser humano (salvo que sea miembro del corrupto y torturador Partido Comunista) y ni digamos a la naturaleza, y centrémonos en nuestro pequeño universo.

Es hora de que tanto el Gobierno nacional como los locales, sin que luego les frene la Justicia, adopten medidas drásticas contra los descerebrados que insisten en no inyectarse. No existe nada mejor hasta la fecha para amortiguar los contagios y la gravedad de la enfermedad, y debe ser de aplicación obligatoria.

¿Que no conocemos todos los efectos secundarios de las vacunas? Obvio. Aún es pronto. ¿Que los políticos nos han mentido como bellacos? También es cierto. Ocurrió sobre todo al principio, cuando algunos mandatarios actuaron como convenía a sus intereses del momento. Lanzaban acusaciones populistas de si para algunos era más importante la economía que las vidas. Al final comprendieron que la inactividad económica también mata de depresión y hambre.

Y aunque sea incontestable que los contagios y las muertes bajaron con la vacunación, la mortandad continúa siendo preocupante porque no podemos ignorar que el covid mata a diario en Colombia a unos 40 o 50 infectados.

Pero a pesar de no ser perfecta, somos más los que apoyamos exigir la vacuna a todos, sin excepción. Y que impongan multas elevadas, incluso sanciones judiciales que manchan la hoja de vida, a quienes falsifican resultados y certificados. Atentan contra la salud de la gente de su alrededor.

Esta semana me bajé de un taxi porque pedí al conductor que se pusiera el tapabocas como dios manda y no de barba, respondió que no pensaba hacerlo y que, si quería, frenaba. Otro confesó que no tenía intención de aplicarse nada, que todo obedecía a un engaño de las grandes farmacéuticas.    He intentado comprender los argumentos de los antivacunas, porque nadie tiene la verdad absoluta. Pero no es aceptable que saquen del sombrero tesis, avaladas por un médico convertido súbitamente en oráculo, sin base científica alguna. Como la que señala que el covid lo magnifican las multinacionales para taparse de plata.

Claro que ganan billones y que deberían rebajar los precios. Ni hablar del medicamento de Pfizer-Paxlovid para tratar el covid, que costará 500 dólares, una salvajada que solo podrán pagar pocos países.

Pero hay mucho mito en las acusaciones. Son empresas que cotizan en bolsa y están en manos de millones de accionistas, fondos de pensiones entre ellos.

Vanguard Group figura como el principal propietario de Pfizer, con el 8,19 por ciento de acciones. Cuenta con 17.300 empleados y 30 millones de inversores alrededor del planeta. El segundo, con el 7,32 por ciento, es Black Rock, una firma similar, dedicada a invertir en lo que crea rentable para que sus millones de clientes, incluidos colombianos, saquen provecho a sus ahorros.

Sabemos que las cúpulas de esos gigantes se llevan una buena tajada de los beneficios, pero la mayor parte se distribuye entre los accionistas que apostaron por las farmacéuticas. Es decir, hay un reparto de la riqueza. Sin olvidar que Pfizer emplea a 78.500 personas.

Pregunto, en lugar de tirarles piedras, ¿por qué no nos hacemos examen de conciencia? ¿Cuántos años llevamos oyendo a gobiernos prometiendo fondos para ciencia? Cuando Santos presumió de destinar más presupuesto que nadie en ese apartado, ocultó que no tenía interés real en fomentar la investigación, sino conquistar voluntades politiqueras. Y cuando llamaron a los científicos que trabajaban afuera para regresar al país, les hicieron conejo. Lo mismo ocurre en España, que invierte cada día menos en dicho rubro. Así que en lugar de llorar, deberíamos ponernos las pilas y empezar a cambiar. Solo los científicos, en todas las áreas, salvarán a la humanidad.

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