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Y ahora tráfico de humanos

Francisco Santos
2 de diciembre de 2023

Como si Colombia no tuviera ya el estigma y los problemas que genera el narcotráfico, ahora nos estamos convirtiendo en epicentro del tráfico de humanos. Con los terribles resultados en materia de violencia y fortalecimiento de organizaciones criminales, las consecuencias políticas –pues ya hacemos parte de una cadena que utiliza la migración ilegal como un instrumento de caos y desorden– y el drama humanitario que crece todos los días.

El pasado martes llegué de Miami y vi un grupo de por lo menos 50 africanos que acababan de aterrizar de Turquía en Turkish Airlines. Les pregunté en inglés y en español que de dónde venían y para dónde iban, y solo me dijeron Nicaragua. Un día antes había llegado otro grupo aún más grande –Migración Colombia debe tener las cifras– del mismo destino y con Nicaragua como punto de llegada.

Obviamente este grupo de africanos no son turistas y van para Estados Unidos para continuar acrecentando la crisis en la frontera. Hacen parte de ese negocio terrible del tráfico de humanos, pues allá caen en manos de los coyotes. El Gobierno nicaragüense debe estar feliz y debe ser cómplice de esa industria criminal por acción o por omisión. Nicaragua pertenece a ese eje político con Cuba y Venezuela que ven a Estados Unidos como enemigo y, por ende, causarle cualquier tipo de daño hace parte tanto de su estrategia de seguridad como de su política exterior.

La pregunta es ¿cómo pueden llegar y pasar por Colombia? Es tan obvio lo que pasa que con solo ponerles visa en Turquía y en Colombia se le pone fin de tajo a esa ruta criminal. Es poco y seguramente encontrarán otros países para hacerlo, pero Colombia no se puede prestar para que ese delito se cometa con esa flagrancia con la que hoy se da. ¿Qué dice la Cancillería? ¿Y el presidente del gobierno potencia de la vida se queda callado frente a este horrible delito que se comete en sus narices? El Gobierno tiene la palabra. Por ahora, mutis por el foro.

El horror del paso del Darién, que muestra un descontrol territorial sin par, ya lo conoce el mundo. Cadáveres de migrantes, incluidos niños, mujeres violadas y asesinadas a lo largo del camino, son lo normal. Esa zona está controlada por grupos ilegales, ¿y el Gobierno qué ha hecho? ¿Acaso el control territorial no hace parte de las funciones fundamentales de nuestras Fuerzas Militares? Todo migrante conoce cuál es el camino, ¿nuestras FF. MM. no lo saben? Es inentendible que esa ruta criminal no esté copada por la Fuerza Pública de nuestro país. Sin duda, este desastre hace parte del desorden en materia de seguridad, lo que convierte al Gobierno, por omisión, en cómplice de delito de tráfico de seres humanos.

San Andrés también hace parte de esa ruta criminal. Hace apenas unas semanas desaparecieron 38 migrantes, 35 de ellos venezolanos y tres asiáticos, que iban de San Andrés a Nicaragua. Esa ya es la ruta alternativa y con el país centroamericano nuevamente como lugar de llegada. Escuchar a las familias, como pude hacerlo el viernes, genera una desazón y una impotencia sin igual. San Andrés es una isla pequeña, donde hay una base de la Armada. Seguir a quienes llegan y atrapar a los coyotes no es tan difícil.

Esas familias tienen fotos de los delincuentes, de las motos y de los lugares a donde los llevaron. Los teléfonos aún están en la isla. ¿Qué pasa? ¿La desaparición de 38 personas no genera una reacción inmediata? Nuestra policía tiene toda la capacidad para desbaratar esas bandas y nuestra Armada para vigilar esas aguas. Drones especializados con inteligencia artificial pueden generar un control absoluto las 24 horas de las aguas alrededor de la isla.

Lo peor del asunto es que la desaparición de 27 migrantes el 17 de diciembre del 2022 tiene el mismo modus operandi que la de los 38 de octubre de este año. Es la misma organización criminal que sigue operando con total tranquilidad en la isla. Es hora de que el Gobierno tome el toro por los cachos y de verdad persiga a estas mafias que trafican con la esperanza humana.

No es coincidencia que la ruta San Andrés-Nicaragua e Istambul-Nicaragua tengan el mismo destino. Para las dictaduras comunistas en la región la migración ilegal ha sido un instrumento de lucha política, económica y social. Cuba sabe jugar ese papel muy bien, y la migración de los marieles o marielitos en 1981 frenó una crisis interna de ciudadanos que se metieron a las embajadas en la isla para poder salir de ese infierno. Causó igualmente una crisis política en Estados Unidos, pues en menos de seis meses llegaron más de 120.000 cubanos, lo que desbordó la institucionalidad de migración, algo parecido a lo que sucede hoy.

Venezuela facilitó la salida de 7 millones de ciudadanos para controlar mejor a los que quedan, para recibir remesas y además para crear inmensas dificultades en los países receptores. Una moñona. Y Nicaragua facilitó la salida de todos los opositores, a cambio de no ir a la cárcel, lo que le despejó el camino para instaurar su modelo totalitario con ayuda de Rusia. Solo monseñor Rolando Álvarez se negó y le plantó cara al dictador Ortega, prefirió la cárcel en un acto heroico que todos los que amamos la libertad debemos reconocer. Ya lleva un año preso.

Por eso Nicaragua hoy juega a esta crisis. Vamos a ver si Estados Unidos entiende y actúa en respuesta. Pero lo de Colombia no tiene nombre. O mejor, sí lo tiene: Gustavo Petro, responsable de esa crisis humanitaria por falta de acción. Ojalá solo sea esa la razón.

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