ALFREDO CEBALLOS RAMÍREZ

Las mariposas, los cisnes y los virus

Seguimos descubriendo la incertidumbre. El mundo y el futuro son inciertos, no hay nada escrito: la verdad que hemos evidenciado en tiempos de coronavirus. Un análisis de Alfredo Ceballos Ramírez*.

8 de mayo de 2020

La rápida propagación de la covid-19 es un experimento en vivo que estamos adelantando en todo el mundo para demostrar, sin lugar a  duda, que nuestra nueva realidad es la de una aldea globalizada, un mundo interconectado por una serie interminable de redes de interdependencia que siempre hacen posibles los “efectos mariposa” y la aparición de “cisnes negros”. Es un proceso permanente de generación de cambios inesperados.

En 1963, Edward N. Lorenz, pionero de la teoría de la complejidad y el caos, anunció la existencia del “efecto mariposa” para describir que, en un sistema complejo, la aparición de un pequeño cambio puede producir efectos inesperados y muy significativos. Las múltiples interdependencias lo hacen posible, aunque sea impredecible. El fenómeno del nuevo coronavirus es una prueba real de ese efecto. “Un pequeño virus invisible batió sus alas en Wuhan y un terremoto intenso sacudió el mundo”.


En 2008, Nassim Taleb anunció el “efecto cisne negro” para explicar que, aunque solo se hayan visto cisnes blancos, no se puede negar la posibilidad de que aparezca uno negro. El fenómeno covid-19 también es prueba de esa posibilidad. “El cisne blanco puro de un mundo ordenado y estable al que veníamos acostumbrados y con la creencia que así siempre sería, se ha convertido en uno negro lleno de interdependencias, complejidades e incertidumbres”.

A finales del año pasado “un pequeño e invisible virus, el Covid-19", aleteó en Wuhan, China, y el mundo sintió un intenso terremoto y sus interminables réplicas nos mantienen en un estado de zozobra interminable. No sabemos cómo se desarrollará este interminable torbellino de incertidumbres.

¡Si!  La incertidumbre es la condición distintiva de nuestra realidad

Nuestro mundo es incierto y nuestro futuro es impredecible; no estamos predeterminados; tenemos derecho a construir nuestro futuro. Tan solo tenemos que aceptar que esta inevitable incertidumbre es nuestra aliada, nuestra oportunidad, no nuestra enemiga amenazante. 

La incertidumbre nos da la opción de probar, de experimentar, de innovar, de descubrir y de crear. También nos brinda la oportunidad de aprender, de la evaluación de los resultados de esas innovaciones, las lecciones que nos permiten identificar y emprender nuevas acciones para mejorar y avanzar en nuestro continuo proceso evolutivo.
La única limitación es nuestro miedo a actuar frente a los riesgos de consecuencias inesperadas. Pero esta condición es inevitable. Podemos ampliar y profundizar los análisis de las circunstancias que rodean la decisión  e intentar reducir la incertidumbre. Pero ningún análisis o fórmula puede eliminarla. Lo único seguro es la ausencia de certeza. 

Debemos actuar sin saber qué resultados podrían aparecer. Nuestros valores y creencias son los apoyos finales en los que soportamos nuestras actuaciones. La inteligencia emocional, más que la racional, es nuestra herramienta definitiva para tomar nuestras decisiones y emprender nuestras acciones. Bajo condiciones de incertidumbre, los seres humanos, con nuestras creencias y valores como personas y no como recursos, recuperan el papel protagónico. La incertidumbre nos rodea y las personas la enfrentan.

La forma en que todos los países están manejando esta condición inesperada y compleja es un ejemplo real de la única manera verdaderamente válida de lidiar con la incertidumbre y las situaciones complejas: identificar y emprender alguna  acción con la expectativa de obtener algunos resultados deseados; medir resultados reales; aprender de esas mediciones para identificar nuevas actividades que podrían mejorar los resultados y tomar las nuevas acciones para reiniciar el proceso. Seguir intentando, midiendo y aprendiendo a introducir innovaciones. “No hay un modelo para el manejo de la pandemia del coronavirus”, argumentó nuestro Presidente para explicar que solo era posible ensayar.

Asimismo, en las empresas. Para enfrentar las condiciones inesperadas, como el confinamiento de los empleados, lo único posible es adelantar un proceso de aprendizaje. Definir una intención o propósito; elegir aquellas acciones que se consideren como las mejores para satisfacer el propósito; emprender las acciones seleccionadas; medir y evaluar sus resultados comparándolos con los esperados y aprender la lección de esa experiencia para identificar las nuevas acciones para reinventarse.

Suena nuevo, pero así siempre ha sido. Nos ha tomado siglos abandonar la vieja idea del determinismo. Y solo un par de semanas para que la covid-19 demuestre que la incertidumbre es inevitable. Esta es una gran lección que debemos aprender del experimento en vivo de la aparición y propagación del nuevo coronavirus en todo el mundo.

Bienvenido de nuevo al recientemente redescubierto mundo de la INCERTIDUMBRE.

*El autor es MBA de Stanford University y DBA de Harvard University. Presidente y Fundador de Iara Consulting Group