OPINIÓN

El dólar turista argentino

Para nadie es un secreto el desequilibrio por el que atraviesa la economía argentina actualmente. Y aunque el panorama permanece sombrío, su recién asumido presidente ya da de qué hablar con su ambicioso plan de levantar la economía a como dé lugar.

Raúl Ávila Forero, Daniela Morales Soler
13 de enero de 2020

Desde que se anunció el triunfo de Alberto Fernández, como sucesor de Mauricio Macri en la presidencia gaucha, inició un delicado proceso de delinear la transición de poderes, a pocas horas del triunfo en los comicios, para empezar a montar un plan de emergencia que tuviera como foco la crisis económica, una de las principales razones que llevaron a la derrota a Macri.

Ahora Fernández asume la presidencia en medio de un desplome del crecimiento, una inflación por las nubes cercana a 55%, una desconfianza que se extiende hasta todos los sectores productivos, una tasa de desempleo de 10% y un dólar que no deja de multiplicar su valor para devaluar aún más la moneda argentina. 

Pero la recesión parece no querer ceder. Cuando la economía argentina entró en una época en la que necesitaba más dólares de los que generaba, Macri optó, como muchos mandatarios hoy día, por incrementar la deuda del país. Al desatarse los líos económicos en 2018, el ahora expresidente acordó con el Fondo Monetario Internacional (FMI) el mayor préstamo en la historia por valor de US$57.000 millones.

Con ello, la deuda pública de Argentina aumentó de 53% del PIB en 2015 a 77% del PIB del año pasado. Un panorama que es comparable con el default que protagonizó el país a inicios del milenio. Por lo pronto, el organismo multilateral ha suspendido los pagos al país del préstamo contraído para poder negociar con el nuevo presidente. 

Y aunque muchos aconsejan no buscar una renovación del acuerdo para completar el desembolso, esta sería una alternativa que le pondría, parcialmente, la soga en el cuello a Fernández para cumplir uno de sus planes más importantes para impulsar el crecimiento económico: ayudar a las Pymes del país, pues se estima que desde que asumió Macri, habrían cerrado unas 21.500 en todo el país. ¿Y qué es una economía sin un tejido empresarial sólido? 

Pero de entre todas las acciones que Fernández planea implementar para sobrellevar esta emergencia económica, una de las más polémicas viene siendo una figura que su vicepresidenta, la expresidenta Cristina Fernández, ya había implementado durante su mandato y a la cual, al parecer, hace un nuevo llamado: el dólar turista

En palabras cortas, esta es una iniciativa que pone un impuesto a los consumos en dólares realizados en desde el extranjero o en la misma Argentina, y que aplica a los residentes argentinos. Una iniciativa que implementó en su segundo periodo Cristina Fernández, cuando impuso una tasa de 15% a las compras en el exterior. 

El propósito central de esta medida, incorporada en La ley de Solidaridad Social y Reactivación Productiva, es evitar una mayor salida de dólares del sistema financiero nacional. De acuerdo con cifras del Ministerio de Economía, con dicha decisión se podría aportar durante 2020 unos US$1.500 millones, reduciendo el déficit de la cuenta externa a US$4.500 millones.

Esta se muestra como una de las desesperadas propuestas que busca el gabinete para recomponer esa parte de la economía y buscar una no tan nueva forma de aumentar el recaudo. No obstante, parte del discurso también gira entorno a que es una medida que busca recomponer el poder de compra de los sectores más postergados. Pero no nos digamos mentiras, es una alternativa de financiación ante la imposibilidad de manejar su ya insostenible gasto. 

Uno de los efectos de corto o mediano plazo será la subida del dólar blue; es decir, el dólar que se consigue en el mercado negro. Y aunque dentro los objetivos se encuentre incentivar el turismo local y el consumo de bienes y servicios de origen argentino, bajo una lógica “solidaria y contributiva”, expertos de la Cámara Argentina de Turismo calificaron al dólar turista como desafortunado, y aseguraron que va a afectar a la industria turística de todo el país. De hecho, se afirma que esta medida no tuvo en cuenta el impacto en el Mercosur pues ya tuvo su impacto negativo en el turismo uruguayo.

Ante tales consecuencias, Uruguay podría implementar una medida igual a la del dólar turista y, de hacerlo, sería más lo que pierde Argentina que lo que gana al verse impactado también el turismo receptivo del país. Para Brasil el turismo también es muy importante, dado que casi 4 de cada 10 extranjeros son argentinos. Pero Argentina como destino está perdiendo participación mundial tanto en cantidad de turistas como en captación de divisas. Y, dadas las circunstancias, es un sector al que no le conviene descuidar dado que representa casi 10% de su PIB y cerca de 9,5% de los empleos actuales.

Varias medidas, como la del dólar turista, vienen pensándose de una manera cortoplacista. De hecho, no sólo agencias de viaje se sienten en aprietos, sino también plataformas de servicio como Netflix. Incluso, si se contraen los viajes al exterior, las líneas aéreas van a reconsiderar seguir trabajando en Argentina. 

Por ende, puede terminar como un impuesto distorsivo que perjudica a muchos. Valdría la pena reconsiderarlo o flexibilizarlo, pues el aumento de demanda de divisas en el mercado informal será innegable y lo más probable es que el dólar “libre” se empareje con el dólar turista antes de los 5 años en los que regirá la medida.