JULIO ROZO GRISALES

El error que se comete al escribir la hoja de vida y al comunicar proyectos ambientales

Tengo un fetiche extraño: analizar las hojas de vida de las personas. Es un pasatiempo que me hace parecer un desocupado. Lo admito, es extraño pero me divierte, aprendo mucho al hacerlo y hago de esos aprendizajes insumo para mi trabajo en educación ambiental. Y bien, ¿qué he aprendido al hacerlo? A continuación se los cuento.

Julio Andrés Rozo Grisales, Julio Andrés Rozo Grisales
11 de octubre de 2018

El peligro de los lugares comunes

Por una parte, he logrado confirmar que los colombianos no sabemos escribir nuestras hojas de vida. Sugiero más bien que en lugar de perder el tiempo haciendo una, coja la de su mejor amigo, tome la de su prima, tome como referencia la de su colega. Cuando lo haga, cámbiele el nombre y ponga el suyo, escriba sus estudios particulares y listo, ahí la tiene: la perfecta hoja de vida.

En otras palabras, las hojas de vida de los colombianos parecen puras fotocopias, todas dicen lo mismo.

En el encabezado de las hojas de vida suele ponerse una breve reseña de lo que es uno, de lo que ha hecho y para qué es bueno. Lo interesante y que siempre me saca una sonrisa que tiende a ser más una vergüenza ajena, es que veo lo mismo, veo cosas como:

  • Persona con capacidad de trabajo en equipo
  • Altas habilidades interpersonales
  • Y la más patética de todas: persona con capacidad de trabajo bajo……(si, dígalo) presión
  • Capacidad de comunicación, liderazgo y responsable
  • Innovador y creativo
  • Persona con enfoque en resultados

Quien no tenga en su actual hoja de vida alguna o muchas de estas perlas, u otras más que se leen por ahí, que tire la primera piedra.

¿Qué diablos son las habilidades interpersonales? ¿Qué significa ser innovador? Explíqueme por favor, ¿qué es liderazgo o cómo se digiere el enfoque en resultados?

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Y bueno, digamos que se pasó la prueba y que la persona en efecto es lo que significan estos adjetivos o que logró dar una explicación convincente de lo que quiere decir cada uno de estos denominativos. Ahí no está el problema, el análisis no va por ahí, la situación es más grave de lo que parece.

Cuando trillamos las palabras, cuando dejamos que nuestras ideas se expresen con las mismas palabras con las que el resto de personas las expresan, entramos en el peligroso mundo de los lugares comunes.

Entramos en el juego de perdernos en un paisaje lleno de vacas blancas (utilizando la analogía de Juan Diego Gómez) en donde al ver la primera nos parece interesante, pero luego de una hora de camino por la carretera dejamos de ver las vacas blancas porque al ser todas iguales, todas se vuelven imperceptibles, desaparecen porque dejan de ser interesantes para nosotros.

En otras palabras, un lugar común es un paisaje en donde usted es una o uno más, una o uno del montón. Esto es nefasto para usted hoy y para su evolución personal y profesional.

Usted sencillamente no es diferente y entra al mercado de la competencia en donde no se gana mucho porque siempre hay algo que se tiene que sacrificar para sobrevivir en el mundo laboral: puede ser tiempo, puede ser balance entre la vida personal y la familiar, puede ser mayor esfuerzo para lograr destacarse o puede ser asumir un salario mediocre porque la competencia laboral es dura y siempre hay alguien más dispuesto a hacer lo que usted puede hacer.

Utilizar las palabras que todas las personas utilizan es volverse común. Es decir algo sin que ese algo tenga resonancia. Como ese algo ya está tan repetido y sonado, ya se vuelve invisible, se genera indiferencia entre la audiencia.

También sucede con la innovación, la responsabilidad social y el cuidado del medio ambiente

Otra cosa que disfruto gracias a mi trabajo es escuchar a las personas que trabajan en las organizaciones y empresas cuando promueven un nuevo producto o servicio. Yo siempre voy en la búsqueda de escuchar algo diferente, algo que me haga decir internamente: “miércoles, valió la pena venir aquí, quiero hablar más con esta persona”. Pero por lo general, escucho lo mismo:

  • Mi producto es innovador (¿qué diablos significa la innovación?).
  • Nos preocupamos por el servicio al cliente (y se confunde el servicio al cliente con una llamada en horas laborales para ofrecerle tarjetas de crédito a uno -estoy hablando del caso de los bancos como es evidente-).
  • Somos responsables y nos preocupamos por las comunidades.
  • Para nosotros el cliente lo es todo.
  • Y la perla de los emprendedores que aprenden el famoso elevator-pitch y comienzan a hacerlo: “¿Sabía usted que…? y tiran un dato “cautivador” para llamar la atención del inversionista que tienen al frente…Pucha, ¡parecen todos robots repitiendo ese "¿sabía usted que:?" ¡No más!

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Los lugares comunes aparecen también en mi mundo, en el tema en el que trabajo, el medio ambiente y la sostenibilidad:

  • Somos una empresa que genera valor ambiental, social y económico (¡se volvió una vaca blanca amigos empresarios!).
  • Nuestro modelo de negocio beneficia a las comunidades.
  • El cuento del valor compartido.
  • Somos una empresa comprometida con la paz y el desarrollo de nuestro país.

Que se entienda y lo dejo claro. No cuestiono aquí el trasfondo del asunto (generar valor social, ambiental y económico), lo que cuestiono aquí es que ya todos repiten como loros mojados el mismo cuento que ya empieza a volverse paisaje. Esto es triste y crítico. Un buen impacto se puede estar diluyendo, se puede estar perdiendo la oportunidad de generar una buena réplica del mismo porque al comunicar el logro no estamos enganchando a la audiencia que sea como se quisiera. Esto es y sería una pena.

¿Por qué hacer esta reflexión?

Porque las buenas ideas pierden fuerza cuando las encapsulamos en los lugares comunes. Porque las hacemos aburridas y les ponemos el disfraz de una vaca blanca. Porque ellas pierden poder y todo el impacto que podrían generar se diluyen porque quien las escucha, el receptor del mensaje, no se motiva a hacerla realidad. Y por último, porque nos invitan al mundo de la indiferencia.

Cambiar el lenguaje y hacer que las ideas suenen como vacas púrpuras (parafraseando a Juan Diego), hacer que nosotros parezcamos más innovadores siendo menos innovadores desde la palabra, es algo que detonará la acción. Acción tan necesaria en nuestro país acostumbrado a que sus habitantes piensen mucho y hagan poco. País en donde el qué dirán es más fuerte que la intención por hacer algo bueno.

La y lo invito a que revalúe su lenguaje, a que le ponga color a sus palabras y a que saque de ese opaco gris sus ideas. La y lo invito a que reescriba su hoja de vida y la próxima vez le cuente a su próximo empleador que usted es alguien único y merecedor del rótulo de innovador y creativo.

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¿Qué hacer entonces?

Sencillo, en palabras de otro crack llamado David Gómez: “diferenciación”. Preocúpese y ocúpese por buscar aquellos atributos únicos en su esencia, la suya y no la del otro, la de su emprendimiento y no la de la gama de emprendimientos que están en el mercado, la  esencia del impacto que su organización genera y no la que todas, gracias a la teoría, generan.

Encuentre esa esencia y luego busque otros adjetivos diferentes para describirla. Es un ejercicio incómodo, rompecocos, tortuoso pero poderoso. Es un ejercicio que simplemente, y permitiéndome acudir a la contradicción a esta altura del texto, resulta ser: innovador.

¡Hasta el próximo jueves en mi próxima columna!