JULIANA SÁNCHEZ TRUJILLO

Experimentación y agilidad, fórmula para innovar

El éxito de la innovación radica en verla como un sistema, pero en moverse ágil para afrontar los cambios

Juliana Sánchez Trujillo, Juliana Sánchez Trujillo
20 de marzo de 2019

El deber ser de las organizaciones es importante para hacer que el sistema funcione y se mantenga vivo al enfrentarse a las condiciones actuales, o por lo menos ha permitido que muchas de ellas perduren en el tiempo. Sin embargo, tratar de que la innovación se convierta en parte de la ecuación, es cortarle las alas a los resultados. Pues para ser exitoso en el arduo camino de la innovación, se debe contar con un ecosistema que integre la estrategia, la gestión y la práctica de forma equilibrada y constante, pues solo así se convertirá en un modelo sostenible.

La estrategia, incluye un propósito de innovación, unos focos estratégicos, un acercamiento balanceado que refleje estos focos en el portafolio, un embudo de priorización y unos indicadores claros y alcanzables. Por su parte, la gestión está compuesta de un proceso que se nutre del ciclo de vida del producto o el servicio, una estructura de gobierno y unos equipos de ejecución orientados a la acción y con una dedicación de tiempo específica que les permita cumplir con su cometido. En cuanto a la práctica, se requiere de entrenamientos habilitadores de habilidades, metodologías ágiles de trabajo, herramientas de innovación y coaching o apoyo directivo que desbloquee procesos y oriente el norte cuando todo se sienta perdido.

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Lo anterior debe verse enmarcado en un cambio tanto en la mentalidad como en la forma de hacer las cosas. De hecho, exige moverse con la agilidad de una startup, tener un hambre insaciable por la experimentación y los ojos muy abiertos para tener la habilidad de surfear el contexto y saber cuándo es tiempo de saltar a la próxima ola. En el discurso esto suena fantástico, pero en la práctica no siempre es tan fácil de lograr, pues es común que se pida pero no se deje hacer, que nos puedan las ganas por innovar cuando nos enfrentamos a las primeras dificultades, o que se acabe la fuerza de voluntad cuando las iteraciones repetitivas generan incertidumbre.

Aun así, no es imposible de lograr y para que funcione lo mejor es empezar por un sistema mínimo viable de innovación. Aquí la palabra mínimo es clave, pues no se debe esperar a tener todo listo para arrancar (así nunca se lograría nada), sino empezar en pequeño con lo básico, entrar en acción y en el camino y ajustando y modificando la construcción de un modelo más robusto. Es como aprender a gatear antes de caminar, pero midiendo poco a poco el riesgo para que se pueda celebrar el éxito y no se tenga que lamentar en los actos fallidos, o como dice el principio del Design Thinking, lo mejor es fallar rápido y barato. Así mismo, es clave tener muy claro que es y que no es innovación, pues en el camino es muy fácil perderse si no se tiene certeza de cuál es el rumbo que se quiere transitar. Por eso, tenga clara la meta, pero compártala ampliamente para que muchos sostengan la travesía al éxito.

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