Extremistas de ultraderecha se manifiestan en contra de los inmigrantes.

HAY FESTIVAL 2018

Carolin Emcke: contra el odio

El motor de la obra de la filósofa alemana ha sido comprender por qué las sociedades tienden a repetirse en sus pasiones más oscuras. Reportera de formación, hoy es una de las intelectuales más respetadas de su país. Su más reciente libro busca entender los mecanismos del odio que moldean, de manera siniestra, nuestro mundo.

Hernán D. Caro* Berlín
23 de enero de 2018

"Quiero ser testigo, estar con la gente que ha sufrido injusticias”, escribe la periodista alemana Carolin Emcke en una carta-reportaje del año 2002 que relata sus experiencias del conflicto armado en Colombia. A aquel deseo se añade otro, uno más abstracto pero no menos indispensable en la labor de quien se ha puesto como objetivo dar fe de su tiempo: comprender, descomponer en sus elementos, algunas de las miserias del mundo. Este justamente ha sido el motor de la obra de Carolin Emcke, quien empezó su carrera como reportera de guerra y con el tiempo se ha convertido en una de las intelectuales más populares y respetadas en Alemania. Durante este mes de enero de 2018, por invitación del Goethe-Institut en Colombia, Emcke visitará Medellín, Cartagena y Bogotá en el marco del Hay Festival para hablar sobre su libro más reciente, Contra el odio.

Carolin Emcke nació en 1967 en Mülheim an der Ruhr, en el oeste de Alemania; hija de una argentina y un alemán. Estudió Filosofía, Política e Historia en Fráncfort del Meno, Londres y en la Universidad de Harvard. Desde hace varios años vive en Berlín. Durante su trabajo para el semanario Der Spiegel entre 1998 y 2006, Emcke visitó varias zonas en guerra en todo el mundo. De allí surgió un primer libro, que la estableció como una reportera audaz y una voz analítica importante: Von den Kriegen. Briefe an Freunde (De las guerras. Cartas a amigos, 2004). A inicios de la década del 2000, Emcke dictó cursos en Harvard sobre teoría de la violencia y el trabajo en zonas de guerra. Desde 2007 modera las discusiones públicas mensuales “Streitraum” (“Espacio de discusión”) en el teatro berlinés Schaubühne; y desde 2017, las charlas “ABC der Demokratie” (“ABD de la democracia”) en el Teatro Estatal de Hannover.

En 2008 apareció Stumme Gewalt. Nachdenken über die RAF (Violencia muda), donde Emcke reflexiona sobre la organización terrorista de izquierda alemana Fracción del Ejército Rojo (RAF), responsable de 34 muertes durante los años setenta a noventa en Alemania. Luego, en 2012, publicó el libro Wie wir begehren (Cómo deseamos), en el que escribe sobre el descubrimiento de su homosexualidad y la marginación que las personas LGBTI aún experimentan en todo el mundo. En 2013 presentó Weil es sagbar ist: Über Zeugenschaft und Gerechtigkeit (Porque es posible decirlo: sobre testimonio y justicia), que examina la posibilidad de narrar sobre la guerra y la violencia, el silencio que muchas veces sigue a eventos violentos y la responsabilidad de quienes permanecen a salvo tras actos de brutalidad. Y finalmente, durante el ascenso de partidos de ultraderecha y xenófobos en Europa, Emcke publicó Gegen den Hass (Contra el odio, 2016), el primero de sus libros traducido al español, que la ha establecido como observadora metódica de fenómenos de violencia y defensora de una sociedad democrática y abierta.

Contra el odio apareció en un momento clave de la historia reciente europea –la llamada “crisis de refugiados”: el arribo de miles y miles de personas provenientes de Siria y otros países del Oriente Medio y África que huyen de la guerra, el hambre y de la falta de perspectivas–, y le ganó a Emcke el prestigioso Premio de la Paz de los Libreros Alemanes en 2016. El texto es un examen del funcionamiento de distintas formas de odio contemporáneo; lo que no se refiere al sentimiento (justificado o no) de aborrecimiento frente a individuos o entidades particulares, como el rencor que causa una persona que nos ha agredido o la aversión que impulsa a frases como “odio a mi vecino”, o incluso “odio TransMilenio”. El odio que Emcke examina es un sentimiento indeterminado y al mismo tiempo virulento, una pasión arcaica que, sin embargo, parece estar modelando de forma siniestra nuestro mundo actual: el odio pluralizado, global y dirigido no a individuos, sino a grupos enteros de personas.

Muchos de los ejemplos mencionados en Contra el odio se refieren a dos fenómenos hermanados: por una parte, el odio contra la “amenaza migrante” árabe o africana y la presunta “islamización de Occidente”, odio que confiere hoy fuerzas a partidos racistas y ultraconservadores en Europa; por la otra, el odio contra los “sucios seculares”, contra el “corrupto Occidente” por parte de organizaciones terroristas como el sanguinario Estado Islámico. Pero no es difícil encontrar muchos más ejemplos de discursos actuales dirigidos contra colectivos nebulosos –o sencillamente inexistentes–, como el de Donald Trump contra los inmigrantes mexicanos, “violadores y criminales”, haitianos o salvadoreños; o las diatribas de líderes políticos y religiosos reaccionarios en Colombia contra los representantes de una supuesta “ideología de género” o los quiméricos conspiradores “castrochavistas”. En cada uno de estos casos, los discursos del odio se sirven de conceptos artificiosos y postulan enemigos, ignorando, de hecho, los matices de la realidad, siempre más compleja que las teorías. A pesar de las falacias de aquellos discursos, sus consecuencias son reales: racismo y xenofobia en los países industrializados, ataques terroristas, la elección de un magnate perturbado e incompetente como presidente de Estados Unidos, la desestabilización del proceso de paz en Colombia, etc.

“No solo rechazar el odio y la violencia, sino observar con qué estrategias retóricas, metáforas e imágenes se genera y canaliza el odio” permite identificar formas en que este “puede ser interrumpido o infiltrado”, escribe Emcke. Y añade: “La crítica y la resistencia contra el odio debe dirigirse siempre a las estructuras y condiciones del odio y el desprecio”. Y así, muy al estilo de sus libros anteriores, Emcke emprende su objetivo de desmontar minuciosamente –haciendo referencia a innumerables teóricos, de Hannah Arendt a Michel Foucault, de Giorgio Agamben a Martha Nussbaum– los conceptos, narraciones e intereses tras el odio contemporáneo.

Ya el inicio de Contra el odio contiene reflexiones que funcionan como tesis del libro y que, aun mencionadas a vuelo de pájaro, arrojan luz sobre modos de discriminación actual. Quien odia, sostiene Emcke, lo hace sin dudar, pues “quien duda del odio no puede odiar”: quien está dispuesto a diferenciar (entre creyentes respetuosos del Estado de derecho y fanáticos religiosos, inmigrantes honestos y criminales, delincuentes y activistas políticos, etc.), a aceptar que el mundo se compone de individuos reales y no de pretendidas colectividades horripilantes, no puede odiar de forma global. Quien odia ha confeccionado el objeto de su odio según le conviene, “a su medida”. Sean “los judíos, las mujeres, los infieles, los negros, las lesbianas, los refugiados, los musulmanes, o también los Estados Unidos, los políticos, el Occidente, los medios, o los intelectuales” los objetos del odio, quien odia ha borrado previamente todo contorno individual. Es decir: se ha alejado de la realidad. Por lo demás, quien sufre el odio indiferenciado, sea en la calle o en Internet, de forma pública o privada, “no puede acostumbrarse a él”, escribe Emcke. Así, el impulso a replegarse, a responder a la radicalidad con radicalidad, es parte esencial del mecanismo de funcionamiento del odio contemporáneo. Pero el odio “solo se puede enfrentar si uno rechaza la invitación a adaptarse a él. Quien enfrenta al odio con odio ya se ha dejado deformar”.

Una de las reflexiones más perspicaces de Contra el odio es esta: el odio contra colectivos no es un sentimiento que esté “simplemente ahí”. Es algo cultivado, construido, de naturaleza ideológica. Como escribe Emcke, “las razones a las que se refiere el odio, y que supuestamente explican por qué un grupo merece ser odiado, son producidas en un marco histórico y cultural”. Un vistazo ligero a los fenómenos de odio nombrados muestra qué intereses acechan tras las explosiones de ira supuestamente espontáneas y populares del presente: intereses de élites políticas y económicas (y, en proporciones ridículas, mayoritariamente masculinas) por llegar al poder o permanecer en él. En ninguno de los casos mencionados –sea la explosión xenófoba europea, el odio contra Occidente del islamismo radical, el impulso nacionalista estadounidense, la aversión frente a formas supuestamente no convencionales de amar o respecto al pensamiento de izquierda en Colombia– el odio se presenta lejos de intereses políticos, de personas o partidos muy concretos que modelen e instrumentalicen insatisfacciones tan vagas como profundas: “El odio agudo y enardecido es el resultado de prácticas y convicciones preparadas fría y lentamente”. El drama y la ironía de este escenario son claros: que los motivos reales de la insatisfacción popular –la escandalosa inequidad social y económica global, la corrupción política, los efectos de un sistema económico depredador– no son abordados por quienes confeccionan los objetos del odio colectivo, ni por aquellos que lo expresan a través de gritos, posts o atentados. Y así resulta ser muy cierto eso de que el odio, como la violencia, no soluciona nada.

Carolin Emcke es heredera de la tradición europea racionalista e ilustrada, para la cual es posible explicar el mundo a través de categorías y estructuras racionales e influir sobre la mente y el ánimo humano con argumentos. Y es, como muestra bien Contra el odio, heredera de la práctica –con eminentes representantes alemanes, de Leibniz a Hegel, de Kant a Heidegger– de construir grandes edificios conceptuales para explicar la realidad. Así, como Emcke escribe en su libro: “El odio solo se puede enfrentar a través de lo que quien odia ha perdido: la observación cuidadosa, la diferenciación y la autocrítica”. Sin duda, el objetivo de descomponer analíticamente el odio es meritorio e ineludible. El problema de los edificios conceptuales es que a menudo ignoran las tonalidades de la realidad y, al final, el teórico termina viendo de esta, ante todo, lo que quiere ver.

Carolin Emcke nació en 1967. Ha publicado cinco libros. Crédito Andrea Labes.

En su carta-reportaje de 2002 sobre Colombia, Emcke ofrece una descripción de Bogotá que sonará insólita (como mínimo) para muchos bogotanos: “Un par de cientos de metros en el antiguo centro de Bogotá son lo único que recuerda a una ciudad que ha crecido orgánicamente. De resto, Bogotá es un extraño lugar ?sin espacio… Toda la ciudad está destruida, rota por autopistas gigantescas, dividida en pequeñas partes (…), apenas si hay unidades intactas con casas y jardines, con barrios, espacios vecinales que comparten carnicería, tienda, panadería (…). Como un monstruo enorme y feo, la llamada modernización se desliza por la ciudad, penetra todas las comunidades y los barrios…”. Algo de esta imagen desconcertante, como de otro mundo, se percibe también en Contra el odio. El libro enseña mucho sobre las formas de desmenuzar racionalmente el actual odio generalizado. Pero a menudo uno tiene la impresión de que Emcke descuida algo: conocer mejor las experiencias individuales, tanto de quienes son vehículo del odio como de sus objetos; atestiguar en verdad la experiencia de quienes sufren (o cometen) injusticias; sentir empatía efectiva por los objetos de sus reflexiones y reconocer que este sentimiento podría ser –junto con la comprensión– clave para neutralizar el odio contemporáneo; recordar, en ese sentido, los elementos emotivos del odio y el hecho de que este se combate emotivamente, y no solo con admoniciones que, en ocasiones, suenan como si fueran proferidas desde un púlpito elevado, no desde la zona de guerra misma.

Por fortuna, Emcke, que sigue siendo una reportera, no olvida su labor. En la última página de Contra el odio leemos algo que en cierta medida rompe con el tono previo: “Entre las estrategias disidentes contra la exclusión y el odio se encuentra también contar historias de vidas y amores disidentes exitosos” para que “también la posibilidad de la felicidad se establezca como algo para todos”. No cabe duda de que esa estrategia –al menos para quienes quieren contar y explicar el mundo– es ya un paso concreto hacia el objetivo de que el reconocimiento y el respeto entre personas diversas sea, como escribe Emcke, “no solo imaginado poéticamente, sino que se haga real”. Parecería así que, a veces, contra el odio el mejor comienzo es el final.

Carolin Emcke participará este mes en los siguientes eventos por invitación del Goethe-Institut Colombia:

Jueves 25 de enero:

Hay Festival – Contra el odio

Museo de Arte Moderno de Medellín

Carolin Emcke conversa con Ana Cristina Restrepo

Viernes 26 de enero:

Hay Festival – Contra el odio

Cartagena de Indias

Carolin Emcke conversa con Héctor Abad Faciolince

Miércoles 31 de enero:

Gimnasio Moderno, Bogotá

Carolin Emcke conversa con Juan David Correa, director de Arcadia.

*Doctor en Filosofía y periodista cultural.

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