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RUEDAN CABEZAS

Castro saca la escoba, pero muchos se preguntan si se trata de una purificación o una purga en la isla de Fidel.

31 de julio de 1989

"Si soy fusilado, mi último pensamiento será para Fidel, por la gran revolución que le dio a su pueblo ". Con esas palabras, que recordaron a algunos las frases similares que el Che Guevara reservó para su jefe mientras partía a la muerte en la altiplanicie boliviana,el general cubano Arnaldo Ochoa culminó la confesión de sus delitos, que motivaron el primer Tribunal de Honor Militar que se celebra en los 30 años de la revolución cubana.
Según observadores norteamericanos,la patética confesión conmovió al pueblo cubano, que hasta hace algunos días tenía a Ochoa como el "sinónimo de valor en el combate contrá los racistas surafricanos, un comunista intachable y un servidor del pueblo", como lo describiera un viejo compañero de la guerrilla en los años 50. Tanto impacto tuvo la actitud del general Ochoa, que comenzaron a barajarse en medios oficiales las esperanzas de que el máximo árbitro del destino del general, el presidente Fidel Castro, conmutara la casi segura sentencia de muerte por la cadena perpetua. No en vano Ochoa era uno de los cinco generales que ostentaban la condecoración de "Héroe de la Revolución", y tenía una gran popularidad entre los cubanos.
Esos honores y esa popularidad no fueron suficientes como para evitar que Ochoa fuera señalado por el Tribunal de Honor como culpable de los cargos de corrupción y narcotráfico de los que se le acusa. Los testimonios de los principales testigos y el del propio Ochoa convencieron a los 47 generales (la cúpula militar en pleno) de recomendar que a Ochoa se le siguiera una corte marcial y se le aplicara "todo el peso de la ley", lo cual, en jerga revolucionaria, quiere decir el paredón.
El tribunal recibió una publicidad desusada.Aunque no había sido anunciado, el domingo apareció en directo por T.V.el ministro de las Fuerzas Armadas,Raúl Castro,rindiendo el informe acusatorio, y entre el lunes y el martes los cubanos vieron más de tres horas de testimonios en los que tres coroneles, dos tenientes coroneles y dos capitanes describieron detalladamente cómo se habían involucrado en actividades ilícitas con hampones colombianos, mexicanos, panameños y norteamericanos. Los delitos en que incurrieron, bajo el asentimiento expreso o tácito de Ochoa, no se limitaron al narcotráfico, sino al contrabando de diamantes,marfil,equipos electrodomésticos, divisas, combustibles y alimentos. En un momento culminante, el capitán Jorge Martínez Valdés, ayudante de campo del general, reveló haber acordado suministrar al cartel de Medellín cohetes tierra-aire para el dispositivo de seguridad de Pablo Escobar Gaviria, jefe del cartel.
El martes, cuando los cubanos pudieron completar el plato informativo, los integrantes de un grupo independiente del de Ochoa,los hermanos gemelos Patricio y Antonio (Tony) de la Guardia Font y el mayor Amado Padrón, quienes esperan sus respectivos juicios, revelaron la forma como habían organizado lo que se ha llegado a llamar el "cartel de La Habana", y el segundo de ellos, en un aparente intento por minimizar los contactos con los narcotraficantes colombianos, dijo que al único que conocía era a Ramiro Lucio. (Ver recuadro).
Pero la semana aún reservaba mayores sorpresas para los cubanos. Sin que se hubiera anunciado la fecha para la corte marcial que deberá seguirse contra Ochoa, el periódico oficial del Partido Comunista, Granma, anuncio en una pequeña nota de primera página la decisión, firmada por el propio Fidel, de remover de su cargo al ministro del Interior,el general José Abrantes Fernández,por "la gran deficiencia en la dirección del ministerio en relación con la conducta de un grupo de oficiales quienes durante dos años y medio llevaron a cabo operaciones de narcotráfico con impunidad y sin que fueran descubiertos". En una frase calificada de "curiosa", el editorial aclara que Abrantes, a quien no vinculó con las actividades ilícitas,"gozó y goza de la confianza de la dirigencia de nuestro partido". Para muchos, el relevo del tercer funcionario en importancia en la isla significa que el gobierno cubano quiere enfatizar sobre la gravedad de un episodio que ha crecido hasta convertirse en uno de los affaires políticos más importantes desde la caída de Batista.
Pero desde la otra orilla del Caribe no faltan las voces que acusan a Castro de orquestar la caída de los oficiales involucrados para evitar que amenazaran su permanencia en el poder. Según esas tesis, las cabezas de Ochoa y sus compañeros habrían caído por su intención secreta de remplazar a Castro para imnponer la perestroika en la isla. Carlos Verdecia, editorialista del Nuevo Herald,de Miami,apunta precisamente hacia la confesión de Ochoa que, según él, tendría todas las características de las sacadas a las víctimas de Stalin en las purgas de los años 30, con la salvedad de que la frase sobre su último pensamiento, frente al pelotón de fusilamiento, sería negociada para obtener, en últimas, el indulto.
El hecho es que, purificación o purga, Fidel está cambiando su nómina y las fichas nuevas son de mayor categoría y más incondicionales que las anteriores.
Esa tesis se ve reforzada por las calidades del nuevo ministro del Interior. El general Abelardo Colomé Ibarra ostentaba de antemano un poder considerable como miembro principal del Politburó del Partido Comunista y primer viceministro de Defensa, detrás de Raúl Castro. En el papel, Colomé es el único cubano que tiene una base firme en el interior del Partido, las Fuerzas Armadas y el aparato de seguridad interna. Tal como lo describió un experto en asuntos cubanos, "Colomé tiene realmente un gran poder. Es el primer y único militar de carrera que ha llegado a ingresar en el exclusivo círculo del buró politico". El nombramiento de Colomé es un indicador, no sólo de la confianza que le tiene el propio Fidel, sino de las firmes intenciones de este de llevar el asunto hasta las últimas consecuencias. Otro índice que se menciona es que Abrantes nunca perteneció al Politburó, lo que indica que la intención del presidente Castro fue elevar aún más el rango del Ministerio del Interior, en preparación para una purificación completa del gobierno de la isla.
La caída de la cabeza de Abrantes no tomó, sin embargo,a todo el mundo por sorpresa.Según algunos observadores,frente al escándalo sólo había dos posibilidades. O el ministro del Interior era negligente en sus deberes, o era simplemente un cómplice. Y la noción de que el ministro de la Policía, bajo cuyo mando estaban precisamente los de la Guardia, no supiera nada, era simplemente inaceptable. Para esos mismos observadores es claro,además, que a Castro, como a Abrantes, le corresponde alguna responsabilidad. En el mejor de los casos, el origen remoto del escándalo está en la política, que Castro autorizó al comienzo de la década, de involucrarse indirectamente con los narcotraficantes colombianos para introducir armas en este país con destino al M-19. Algunos llegan, incluso, a comparar la actitud de Castro con la de Ronald Reagan en el caso Iráncontras. La gran pregunta, según ellos, no sólo es cuánto sabía, sino cuándo lo supo.

EL AFFAIRE LUCIO
"La única reunión que he tenido en Cuba con narcotraficantes es la de Ramiro Lucio (...) Yo no sabía que era narcotraficante hasta que él me plantea la situación". Con estas palabras, el coronel Tony de la Guardia produjo la chiva de la semana, al menos en Colombia.
Que un general cubano estuviera metido en el cartel de La Habana era una cosa, pero que lo estuviera el vocero del M-19 era otra. Si las FARC eran el tercer cartel,de confirmarse la acusación de De la Guardia, el M-19 sería el cuarto.
Los que conocen a Lucio sostienen que es imposible que la acusación sea real. Sin embargo, surge el gran interrogante de cuál podria ser el interés de De la Guardia en implicar al colombiano en un asunto de semejante gravedad. Pero, sea como fuere, Lucio anunció, tan pronto como se supo la noticia, su renuncia a la vocería del M-19 en las conversaciones con el gobierno colombiano y su intención de viajar a Cuba para defenderse de las acusaciones.
Mientras tanto, varios medios de comunicación registraron sus explicaciones al respecto. Según Lucio, conocía a Tony de la Guardia porque tenía algunos negocios de trueque de pintura colombiana por productos cubanos, y allá en Cuba ningún negocio se hace sin pasar por el Departamento MC del Ministerio del Interior, manejado por el coronel.
Esta explicación, aún si es válida, causó alguna sorpresa, pues pocos imaginaban a los ex guerrilleros del M-19 en sofisticadas operaciones de comercio internacional. De todos modos, al cierre de esta edición el affaire Lucio permanecía en el misterio.