paleontologÍa

El otro meteorito

Un asteroide que cayó sobre la Tierra sería el causante de la extinción masiva más grande de la historia, antes de la de los dinosaurios.

23 de mayo de 2004

Hace 200 millones de años la Tierra era un lugar lleno de vida. En Panthalassa, el único océano que tenía el planeta en aquella época, habitaban amonitas, corales y todo tipo de peces. En la masa continental, conocida como Pangea, vivían anfibios y reptiles, entre los que sobresalía el dimetrodon, un carnívoro de tres metros de largo que se distinguía por llevar una enorme vela en su espalda que le ayudaba a regular su temperatura corporal. Era el período pérmico, una etapa de la evolución anterior a la de los dinosaurios. La vida era calmada y tranquila para estas especies, pero luego de 100 millones de años de relativa estabilidad la Tierra vivió una de las extinciones masivas más drásticas de su historia. Murieron 96 por ciento de las especies marinas y desaparecieron para siempre el 80 por ciento de los vertebrados que poblaban el planeta. La 'Gran Mortandad', como se le conoce, fue más devastadora pero menos famosa que la del período cretáceo, cuando los dinosaurios desaparecieron, probablemente por el choque de un meteorito en Chicxulub, México.

La causa de esta extinción es aún motivo de polémica. Para algunos paleontólogos las fluctuaciones del nivel de los océanos, el incremento de la actividad volcánica y la alteración de la salinidad del mar fueron algunos factores que habrían llevado a este desenlace. Sin embargo, un hallazgo reciente publicado en la revista Science le da fuerza a otra teoría que sostiene que la extinción en aquella oportunidad se debió también al impacto de un meteorito contra la Tierra.

Los famosos dinosaurios y el dimetrodon habrían corrido la misma suerte. ¿Pura coincidencia? No, para la geóloga Luann Becker, de la Universidad de California y autora del artículo, quien asegura que estas catástrofes no pueden considerarse un simple azar.

La prueba del impacto es el cráter de Bedout, de más de 200 kilómetros de diámetro. Se encuentra sumergido en las costas noroccidentales de Australia y fue descubierto por una compañía petrolera que perforaba pozos en el lugar a finales de los años 80. Desde hace varios años el enorme hueco ha llamado la atención de Becker, para quien el cráter debía ser la huella del impacto de un meteorito. Para demostrar que estaba en lo correcto, Becker comenzó a hacer diversos análisis. En 2001 encontró rocas del final del período pérmico que contenían gases presentes en los meteoritos y no en la superficie terrestre. Luego realizó investigaciones en la Antártida donde halló fragmentos de meteoritos en una capa caliza conocida como Breccia, que se forma con el calor de un gran colisión. También había pedazos de cuarzo desfigurados. "Pocos fenómenos terrestres tienen la energía para desfigurar al cuarzo, ni siquiera las más altas temperaturas o las presiones del interior de la capa terrestre", anota la científica. La prueba final consistía en determinar el tiempo de origen del cráter. Con pruebas de argón se logró establecer que éste se habría formado hace 250,1 millones de años, justo al final del pérmico.

Este choque habría generado una era de vulcanismo extremo que llevó a la división de Pangea en los cinco continentes tal y como se conocen hoy.

Es posible que el impacto de un meteorito genere actividad volcánica, como sucedió cuando se extinguieron los dinosaurios. Pero hay quienes creen que la historia de los meteoritos tiene más elementos de Hollywood que de realidad. Algunos científicos opinan que estos cráteres bien habrían podido formarse por explosiones de lava que son capaces de generar el mismo tipo de características que provocaría un meteorito.

Becker y su equipo, no obstante, opinan que hay suficiente evidencia para afirmar que hubo un impacto de un meteorito al final del pérmico. Aun así seguirán buscando más pruebas para fortalecer su hipótesis y así callar a sus detractores.