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La invasión de pornografía cibernética pone al rojo vivo el debate sobre el control de las redes de computadores.

31 de julio de 1995

CUANDO LINDA MANN-URMACHER, un ama de casa de Nueva York, atendió el llamado de su hijo de 10 años que estaba jugando en el computador, se encontró en la pantalla con 10 fotografías que mostraban parejas en varios actos sexuales en las cuales había explícitos sodomía y lesbianismo. El niño le explicó que había encontrado en el archivo del correo electrónico de un extraño corresponsal todas las instrucciones para acceder. El caso puso al descubierto no sólo la invasión de pornografía a las redes de computadores sino la falta de un control en el espacio cibernético. La semana pasada el tema fue ampliamente debatido en la televisión de Estados Unidos.
El protagonista del debate fue el senador demócrata James Exon, quien hace unos meses propuso una ley que condene a dos años de prisión a quien envíe o haga disponible a los menores material obsceno en los medios electrónicos. "Las fotografías disponibles en las líneas porno hacen que 'Playboy' o 'Hustler' parezcan material de colegio. Mi propósito es evitar las zonas de tolerancia en el espacio cibernético ", dijo el senador.
Para condimentar esta polémica. Ia semana pasada se conocieron los resultados de un estudio realizado por investigadores de la Carnegie Mellon University sobre las líneas porno. Que hay pornografía en los computadores no es un secreto para ningún usuario, pero esta investigación demuestra por primera vez la creciente demanda de estos servicios y el tipo de material que llega a los hogares de los suscriptores.
En año y medio de rastreo los investigadores encontraron cerca de un millón de fotografías. descripciones y videoclips explícitamente sexuales. Detectaron también que el ciberporno es la aplicación de entretenimiento más popular de los usuarios adultos de las redes de computadores. La gran mayoría proviene de los llamados BBS (Bulletin-Board Systems), donde los usuarios pueden recibir o escribir sus fantasías sexuales y enviarlas a las líneas conocidas como alt.sex.stories, rec. arts. erotica o alt.sex.bondage. Desde hace cuatro meses Robert Thomasg operador de un servicio porno. paga una condena de tres años de prisión por transmitir imágenes obscenas por computador. Thomas había ganado en un año 800.000 por transmitir a los suscriptores, por 99 dólares anuales, su archivo de 25.000 fotografías pornográficas, hasta que un agente del gobierno lo pilló. Pero este no es el único Marqués de Sade moderno. Hay cientos de servicios de este tipo. Los investigadores encontraron que, además de Estados Unidos existen consumidores individuales de ciberporno en 40 países.
Por una cuota mensual que oscila entre 10 y 30 dólares, los operadores de estos servicios ponen a disposición de sus abonados material pornográfico, el cual no se limita a las imágenes de mujeres desnudas que se encuentran disponibles en revistas o videos. La mayor demanda está orientada al porno 'duro', con imágenes de pedofilia o parafilia, un bagaje de escenas de desviaciones y aberraciones sexuales como esclavismo, torturas, sadomasoquismo, defecación o actos sexuales con todo tipo de animales.
La denuncia del senador Exon es que este tipo de imágenes no sólo llega a los adultos sino también a los menores a través de su aparentemente inofensiva pantalla de computador. Y su propuesta es la de extender las regulaciones de los medios audiovisuales para controlar la industria del porno en las redes informáticas. Y esa chispa encendió una gran polémica entre dos bandos: los defensores de la libertad de expresión en los medios y los abanderados de la restricción de la pornografía cibernética. Si bien los investigadores señalan que los archivos con imagenes pornograficas representan sólo el 3 por ciento del material de Usenet y ésta a su vez es sólo el 11 por ciento de todos los mensajes de Internet, la verdad es que los legisladores están ante una nueva forma de pornografía mucho más difícil de controlar.
Cualquier persona con un computador y un modem puede no sólo tener acceso a ella sino también transmitirla. La gente ya no tiene que ir a una sala de cine a una tienda de videos o a un puesto de revistas para comprar pornografía. Los jóvenes ya no tienen que temer el ser reconocidos al entrar a un cine porno o a contraer una enfermedad sexual para explorar la sexualidad. Sin embargo, la gran preocupación ya no es que los adultos o los jóvenes vean estas fotografías, sino que los niños sean bombardeados en la intimidad de sus hogares por estas imágenes o incluso entrar en contacto con un abusador sexual, sin que sus padres se enteren.
Los defensores de la libertad de expresión en las redes de computadores han argumentado en su defensa que los operadores de este tipo de servicio exigen usualmente la licencia de conducción para probar la edad de sus suscriptores, y que una censura a los medios electrónicos no sólo es impensable sino que convertiría un material tan variado y accesible como el de Internet en una biblioteca de colegio. En su opinión, es a los padres a quienes atañe la responsabilidad del control sobre el espacio cibernético al que acceden sus hijos. Pero contactar un desviado sexual, como le sucedió al hijo de Linda Mann-Urmacher, es una posibilidad. El año pasado se conocieron 12 casos similares en Estados Unidos.
Los padres abogan por un mayor control porque les preocupa el tipo de material al cual sus hijos están expuestos pero tampoco pueden privarlos de un servicio que pone a su disposición todo un mundo de variada y útil información. Así que independientemente del debate sobre los controles a la libertad de expresión en el espacio cibernético, el nuevo reto tecnológico de las cornpañías de software es el de encontrar la forma de ayudar a los padres a bloquear el material que consideren prohibido para sus hijos. De hecho, ya algunas compañías están desarrollando mecanismos que permitan excluir desde su terminal de computador este tipo de información. Algunas están diseñando programas que bloquean el acceso a las líneas de ciberporno, otras han registrado frases que puedan ser detectadas -como por ejemplo, cuando algún intruso pide la dirección del usuario- al ser tecleadas y cortan el acceso al servicio; también se ha pensado en tarjetas electrónicas personalizadas que sirvan a cada miembro de la familia para activar la conexión con las redes. Pero el reto no es fácil. Como señaló en el debate el senador Exon: "Hoy por hoy, en los hogares, los verdaderos expertos en el manejo del computador son los niños".