TE ENTREGO MI VIDA, PERO NO MI DINERO

El auge de las capitulaciones matrimoniales demuestra que las parejas colombianas ahora quieren vivir juntas pero con cuentas separadas.

23 de septiembre de 1996

No hay nada más romántico que la escena del novio pidiéndole a la mujer que ama que se case con él. Aunque pareciera que nada puede romper el hechizo de esa ocasión especial, hay una frase que hoy es común y que ha dejado perplejos a muchos novios y novias: las capitulaciones matrimoniales. En otras épocas, cuando dos personas que se amaban y planeaban pasar la vida juntos "en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza", el dinero parecía ser un tema secundario, pero hoy las cosas son diferentes. En la era de los divorcios, al parecer, se impone la protección de la fortuna familiar. Y son muchas las personas que antes de dar el 'sí' deben renunciar a la riqueza del ser amado. Una conversación con los expertos en el tema lleva a pensar que los colombianos se casan por amor y, al menos, que no lo hacen por dinero. Una nueva costumbre entre las parejas colombianas que por primera vez van a contraer nupcias es la de hacer capitulaciones.
Este acto civil, realizado de común acuerdo entre los futuros esposos, busca no mezclar los intereses emocionales con los financieros y evitar problemas económicos en caso de que la relación no perdure "hasta que la muerte los separe". Así que antes de ir al altar muchas parejas pasan antes por la notaría para firmar un documento por el cual establecen que la administración y el usufructo de ciertos bienes inmuebles propios _como acciones, títulos de ahorro, dinero en efectivo o vehículos_ adquiridos antes de casarse no hagan parte de la sociedad conyugal que se forma con el matrimonio.
El trámite es sencillo: basta con ir a una notaría, hacer un inventario de los bienes y que ambos firmen una escritura pública, explica el funcionario de una notaría de Bogotá, quien afirma: "Las capitulaciones se han convertido en uno de los actos más comunes de hoy. Sólo en Bogotá se han diligenciado este año más 50 de esos documentos". Aunque es obvio que esta es una práctica entre contrayentes que tienen medios de fortuna, las capitulaciones ya no son un tema exclusivo de los magnates. Si bien hasta hace algún tiempo este trámite era frecuente entre contrayentes que provenían de familias acaudaladas para proteger las fortunas familiares y era el futuro suegro el encargado no sólo de pedir la mano sino también de pedirle a su nuera en ciernes que firmara el documento, hoy son los mismos contrayentes los que no titubean al pedirle a sus prometidas _o prometidos_ que firmen el documento. "Las capitulaciones eran básicamente para la clase pudiente, los dueños de grandes industrias o terratenientes _afirma la abogada Elsa de Monroy_. Pero ahora, cuando las estadísticas muestran que solo dos de cada cinco matrimonios son para toda la vida, mantener separado el amor del dinero se ha vuelto una alternativa para mucha gente". Al parecer quedó atrás la época en que la gente se casaba joven y sin un peso en el bolsillo. Hoy, la mayoría de las personas que llegan al matrimonio son profesionales, tienen cierto patrimonio ahorrado y deciden protegerlo. "Actualmente las capitulaciones no necesariamente involucran grandes capitales. Pueden ser sobre un carro, algunas acciones y un apartamento", afirma la abogada.
A pesar de que la costumbre se imponga, no son pocos los que quedan desconcertados cuando su prometido o prometida les plantea el tema. Esta práctica, sin embargo, ha sido muy común en los países industrializados, donde no es la excepción sino la regla, para evitar que las fortunas se conviertan en botín de las demandas de divorcio. En los países europeos y en Estados Unidos firmar capitulaciones es más un signo de respeto hacia la pareja y una demostración de amor desinteresado que un desaire. Pero en Colombia todavía son vistas por muchos futuros contrayentes como un gesto de desconfianza y el planteamiento no deja de generar cierta prevención. "Por lo general la persona pensaba que su pareja no le veía futuro a la relación o creía que se iba a aprovechar de sus bienes", dice la especialista, quien señala que cada día la actitud tiende a ser menos prevenida.
Lo mío es mío
La mayoría de abogados consultados coinciden en que las capitulaciones son un procedimiento que vale la pena adelantar antes de casarse si la pareja tiene bienes, no importa si son muchos o pocos. Por su parte, muchos contrayentes, en lugar de verlo como un retroceso, aprecian la medida como una práctica de avanzada. "Al principio pensé en desbaratar los planes de boda _dice Clemencia, al hablar de la propuesta que le hizo su prometido poco antes del matrimonio_, pero luego me di cuenta de que no era iniciativa de mi novio sino un requisito establecido en su familia y accedí. Al fin de cuentas lo quería a él y no el dinero de sus padres".

'Te amo, pero firma aquí'
Por su parte, el funcionario de una notaría dijo a SEMANA: "Las parejas son conscientes de que existen muchas presiones que pueden minar la estabilidad de la unión y saben que si el matrimonio no resulta se pueden separar sin problemas". Efectivamente, las capitulaciones evitan los problemas financieros en caso de divorcio. Cuando no se establece este tipo de acuerdo prenupcial, al contraer matrimonio todos los bienes entran a hacer parte de la sociedad conyugal y, en el caso de una eventual separación, la pareja tendrá que dividir todos esos bienes por mitad y al propietario inicial sólo se le restablecerá el valor de esos bienes al momento en que se casó y no el incremento que hubo durante el período que duró la sociedad conyugal. "Es aceptable en el caso de que uno de los dos posea muchas acciones o grandes sumas de dinero. Así, al momento de separarse, no pierden el incremento", afirma la abogada Beatriz Escandón.

Todo parece indicar que los colombianos han acogido esta práctica con madurez y ya no se inhiben al poner el tema. "Hay una tendencia a ser más trascendentales en todos los aspectos del matrimonio", dice el abogado Helí Abel Torrado. Pero no solo los que se casan están en esta onda. Las capitulaciones han resultado ser una medida de protección para los compañeros permanentes. "El 45 por ciento de las parejas que decide unirse sin que medie matrimonio civil o religioso está haciendo capitulaciones", asegura el abogado. De lo que no cabe duda es que esta práctica se empezó a imponer en el país con el aumento de las segundas uniones. Muchos separados que vuelven a contraer matrimonio encuentran en las capitulaciones una buena opciónpara no mezclar cuentas. Y si no la encuentran, son sus hijos los que ahora les plantean el trámite. Especialmente en el caso de parejas mayores de 60 años, los hijos insisten a sus padres que firmen esta clase de acuerdo para proteger su herencia. Pero la moda de no mezclar el amor y el dinero va más lejos. Muchas parejas ahora consideran conveniente liquidar la sociedad conyugal después del matrimonio, aunque continúan casados, para no tener problemas de índole económica. Según el abogado Oscar Cuevas, "no hay bienes comunes pero sí establecen una sociedad común de manera que lo que quieran compartir se maneja por un régimen comercial". Esta práctica también es común entre personas que están invirtiendo dinero en negocios de alto riesgo con el fin de no poner en peligro los bienes de la familia. Todo esto, en opinión de los expertos, se debe a un proceso de transformación cultural en el que la gente está diferenciando el ser del tener. "En el matrimonio lo que importa es la parte humana, el respeto hacia el otro _dice el abogado Cuevas_. La gente tiene conciencia del estado económico en que llega al matrimonio y sabe que no puede aminorar el patrimonio de su pareja pero ésta tampoco puede quitarle lo que tenía", explica. La verdad es que en la era del divorcio un fracaso personal puede dar al traste con toda la fortuna familiar. Aunque para muchas personas las capitulaciones son una mala manera de comenzar un matrimonio, otras por el contrario están encontrando en esta figura jurídica una tabla de salvación económica que pone en vigencia aquello de que es mejor prevenir que lamentar. Un fracaso matrimonial puede destruir el negocio familiar
La práctica se impuso con el aumento de las segundas uniones.