SIDA: DE MAL EN PEOR

Los últimos descubrimientos sobre el virus indican que la posibilidad de contraerlo está cada vez más cerca, y la cura cada vez más lejos

11 de agosto de 1986

La enfermedad corre más rápido que la ciencia: esta fue la pesimista conclusión a la que llegaron más de 2.500 médicos e investigadores expertos en el virus del SIDA, reunidos hace dos semanas en París, para discutir los avances logrados en la búsqueda de una vacuna contra el mal.
¿Significa ello que estamos peor que antes? En parte, sí. Porque las conclusiones de este segundo simposio sobre el SIDA representan un baldado de agua fría frente al optimismo que había dejado sembrada la primera conferencia internacional sobre el tema, realizada en Atlanta, hace 14 meses.
En aquella oportunidad, los científicos asistentes anunciaron que en menor tiempo del esperado habían logrado, no sólo identificar el virus responsable del mal, sino diseñar un examen de sangre que podía determinar Si una persona estaba o había estado alguna vez infectada. Esto produjo un alivio temporal de la atención mundial. Y se supuso, entonces, que a estos descubrimientos seguiría en poco tiempo el de la vacuna contra el mal, o el de cualquiera otra forma de cura definitiva.
Sin embargo, al reciente congreso en París los mismos científicos se presentaron con las manos vacías. Ni cura, ni vacuna, ni nada. Y peor todavía: el famoso examen de sangre, considerado hasta ahora infalible, demostró que lo era: resultó negativo en el caso de un norteamericano contagiado de SIDA.
Pero aquí no terminan las malas noticias del simposio. Si las tendencias actuales continúan, advirtieron los científicos asistentes, habrá 300 mil casos de SIDA activo en el planeta para 1991.
Se estima, por otro lado, que en la actualidad, entre 5 y 10 millones de personas son portadoras del virus del SIDA. La mayoría de ellas no manifiesta los síntomas de la enfermedad y puede que no lo haga jamás. Lo que sí está en capacidad de hacer, en todo caso, es de transmitir el virus a los de más.
Entre los descubrimientos más alarmantes realizados en los últimos meses sobre el SIDA, figura el de que, contrario a lo que se creía, el contagio del virus puede realizarse a través de relaciones heterosexuales, y no simplemente homosexuales, como se pensaba hasta el momento. A esta conclusión llegaron los investigadores del SIDA basados en estudios realizados en los dos lugares del planeta donde el virus se manifiesta con especial frecuencia: Haití-donde cerca de la mitad de las prostitutas son portadoras del mal-y el continente africano, especialmente Uganda, donde según versiones, podría haber dos millones de personas contagiadas con el virus. En ambos lugares, la enfermedad ataca por igual a hombres y mujeres, lo que ha llevado a los científicos a corregir la teoría de que las relaciones homosexuales constituyen la principal vía de transmisión del virus.
Aunque pequeño, existe el consuelo de que la intensa publicidad que ha recibido el temible síndrome ha logrado, por lo menos, reducir la tasa de nuevas infecciones del 18% registrado entre 1982 y 1984, al 4% el año pasado. Las razones son un tanto irónicas: se dice que la actividad sexual se ha vuelto más cuidadosa y que han aumentado precauciones como el uso de condones. Y que en el caso de los drogadictos, estos han mejorado sus hábitos de limpieza, optando cada vez más por comprar las agujas en lugar de compartirlas.
Nada de esto, como es lógico, ha ayudado a disminuir la histeria que la aparición del SIDA está creando en el planeta. Por el contrario, la preocupación está en aumento. Eso es lo que parecen demostrar decisiones como la recientemente tomada por el Departamento de Justicia de los EE.UU., en el sentido de que todo patrono está autorizado para despedir legítimamente a una víctima del SIDA cuando tema que puede producir un contagio.
Todo lo anterior indica que el panorama del SIDA es cada vez más pesimista. La cura parece aún remota pero la posibilidad de contraerlo está cada vez más cerca. Conocidas las conclusiones sobre el reciente simposio sobre el virus, sólo queda una pregunta por hacer: aY ahora, qué? --