En la última década, las tarjetas prepagas dieron lugar a una lucrativa industria que mueve US$4.000 millones y representa una herramienta vital para que los inmigrantes se comuniquen.

Abunda fraude de tarjetas telefónicas

Rosalba Posada tropieza con una cantidad de problemas cuando trata de llamar a su familia en Colombia usando tarjetas telefónicas prepagas.

8 de octubre de 2008

Algunas no le dan los minutos prometidos, otras cobran tarifas adicionales por llamar desde teléfonos celulares. A veces una tarjeta ofrece cientos de minutos, pero descuentan muchos minutos si se hace más de una llamada. En una ocasión, Posada intentó usar una tarjeta que había comprado hacía varios meses y le dijeron que había expirado. Y hubo un caso en el que la tarjeta directamente no funcionó.

"Algunas de esas tarjetas prepagas no sirven para nada", declaró Posada, una empleada administrativa de una escuela secundaria en Pembroke Pines, Florida, y quien ahora usa Skype, el servicio de Internet que permite hacer llamadas gratis. "Para lo único que sirven es para enriquecer a algunas compañías, sin que el cliente tenga nada que decir".

En la última década, las tarjetas prepagas dieron lugar a una lucrativa industria que mueve US$4.000 millones y representa una herramienta vital para que los inmigrantes se comuniquen con las familias y amigos que dejaron en sus países. Las llamadas con tarjetas son más baratas que las comunicaciones normales.

Pero organizaciones de defensa del consumidor y dependencias del gobierno afirman que hay algunas empresas de tarjetas que apelan al fraude y a prácticas engañosas, mediante las cuales dan muchos menos minutos que los que ofrecen y cobran todo tipo de tarifas no anunciadas.

Hay múltiples recursos: tarifas por conexiones fallidas porque no respondió nadie o la línea estaba ocupada; tarifas por servicios posteriores a las llamadas y el cobro de 99 centavos al colgar; tarifas que suben si se hace más de una llamada; cobros por la activación y el mantenimiento de la tarjeta, y el cobro por tres o cuatro minutos de llamadas cuando solo se ha hablado unos pocos segundos.

En resumen, con frecuencia el cliente recibe muchos menos minutos que los que compró.

El Instituto Hispano, agrupación sin fines de lucro, calcula que, término promedio, el cliente recibe el 60% de los minutos que le prometieron y las compañías de tarjetas se quedan con un millón de dólares diarios en tiempo de llamadas que en realidad no fue usado. Las autoridades están poniéndose firmes y exigiendo a las empresas que informen sobre las tarifas que cobran. Pero defensores del consumidos afirman que eso no basta.

Entre las víctimas figuran soldados que llaman desde el exterior y estudiantes extranjeros. Pero el sector más vulnerable a estas estratagemas son los inmigrantes que hablan poco inglés o no tienen ni los documentos ni el dinero para pagar por líneas telefónicas fijas o de celulares, y mucho menos por una computadora, para comunicarse con los seres queridos que dejaron atrás. Además, es poco probable que acudan a las autoridades si sienten que las han estafado.

"La gente que opera en los márgenes de la economía es la que generalmente es timada", afirmó Pablo Bressan, consultor de telecomunicaciones y quien distribuye tarjetas prepagas en Miami. "Hay firmas que inescrupulosamente se aprovechan de minorías de bajos recursos, que no tienen acceso a servicios bancarios y de crédito y se sienten indefensas".

Un elemento particularmente cuestionado es el que muchas empresas de tarjetas prepagas hagan publicidad en español, pero ofrezcan la información con los términos y condiciones para el uso de las tarjetas sólo en inglés, si es que lo ofrecen. La Comisión Federal de Comercio y fiscales de la Florida, Texas y algunos otros estados han tomado medidas para combatir a las empresas inescrupulosas.

"Es la responsabilidad del gobierno proteger a los más vulnerables, de quienes se aprovechan estos delincuentes", expresó el senador de la Florida Bill Nelson, quien presentó un proyecto de ley por el cual se exigiría a estas compañías que revelen claramente los minutos disponibles en una tarjeta y las tarifas que cobran.

La Cámara de Representantes aprobó un proyecto similar en septiembre.

Sally Greenberg, directora de la Liga Nacional de Consumidores, considera que estas medidas no bastan.

"La divulgación de la información pertinente no alcanza, y estos proyectos contemplan solo eso, la divulgación de datos", dijo Greenberg. "El que se le informe al consumidor que lo están estafando no ayuda en nada".

Defensores del consumidor sostienen que hay tantos abusos porque se trata de una industria que no ha sido regulada y tampoco se vigila el cumplimiento de las pocas normas vigentes.

"Estas empresas pueden fijar las condiciones que se les ocurra", expresó Greenberg.

La tarea se le facilita a los inescrupulosos porque no es necesario crear una red de telecomunicaciones para ofrecer un servicio de tarjetas prepagas. Bressan calcula que bastan 20.000 dólares para comprar minutos para llamadas de larga distancia y la plataforma de computadora necesarios para abrir un negocio. Algunas empresas simplemente redistribuyen las tarjetas que ofrecen otros. No es de extrañar que la serie de mafiosos "Los Sprano" tuviese un episodio en el que Tony Soprano dirige una estafa basándose en tarjetas prepagas.

Nsalambi Nkongolo, profesor universitario de Jefferson City, Misurí, compra cuatro tarjetas de cinco dólares cada una todos los meses para llamar a su familia en la República Democrática del Congo. Dice que es más económico que llamar desde el teléfono de su casa. Pero de todos modos le cuesta US$240 anuales, y sabe que no está usando todos los minutos que le prometieron.

"A uno le dan 20 minutos, pero tiene suerte si llega a usar 10", manifestó. "Lo único que quiero es que sean honestos. Si compro una tarjeta de cinco dólares, quiero que me den el tiempo correspondiente a esos cinco dólares".

Michael Acevedo, director de CVT Prepaid Solutions, empresa que llegó a un acuerdo con la fiscalía de la Florida tras ser investigada por sus prácticas, dijo que los manejos cuestionados no son exclusivos de las tarjetas prepagas y que, a pesar de todo, "estas tarjetas ofrecen el servicio más económico a los consumidores que quieren comunicarse con sus seres queridos".

James Courter, director de una de las firmas de tarjetas más importantes, IDT, sostuvo que las acciones de unas pocas empresas que consiguen dinero en forma fraudulenta y luego desaparecen están afectando a toda la industria. Agregó que las compañías serias a menudo no puden ofrecer lo que ofrecen firmas que prometen mucho más que lo que entregan.

IDT, firma con sede en Newark, Nueva Jersey, estima que sus ingresos son hoy un 40% más bajos que los del 2006 debido a la competencia desleal.

 

 

AP

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