Home

Agenda

Artículo

Mary Quand revisando sus minifaldas en los sesenta. Foto: Getty Images

MODA Y CULTURA

Breve historia feminista de la minifalda

La nueva exhibición en el Museo Victoria & Albert de Londres, dedicada a la diseñadora londinense Mary Quant, ha despertado de nuevo reflexiones sobre la forma como la minifalda escenifica la intrínseca relación entre moda, sociedad y luchas políticas.

Andrea Mejía Fajardo
15 de mayo de 2019

Los años sesenta fueron la década de la juventud, de las revoluciones estudiantiles y, sobre todo, de la liberación sexual de la mujer. Gran parte de esta nueva libertad alcanzada por los emergentes movimientos feministas en Europa y Estados Unidos fue a través de conquistas como la pastilla anticonceptiva y una nueva independencia económica. Vivir solas, trabajar y poder decidir cómo gastar el propio dinero fue un paso decisivo hacia las conquistas de las mujeres en Londres, en una época llena de color y de idealismos sociales, conocida popularmente como los swinging 60’s. Fue, también, la era dorada de la minifalda.

Le puede interesar: Mujeres al margen: una lectura feminista de Mayo de 68

Londres era el lugar para vivir. En sintonía con sus florecientes expresiones culturales, artísticas y musicales, la moda se instaló como una forma de expresión contundente entre los jóvenes, y la minifalda se convirtió en un símbolo de la revolución. La diseñadora londinense Mary Quant, a quien se le da el crédito del invento, afirmó que no fueron ella ni el diseñador francés Courrèges los creadores, sino las niñas en la calle, quienes entraban a su tienda pidiendo subir el ruedo de sus, hasta entonces, largas faldas.

Mary Quant y modelos en el lanzamiento de la colección Quant Afoot footwear, 1967 | © PA Prints 2008

En un principio, sin embargo, la sociedad puso fuerte resistencia. En los sesenta aún regía un código de vestuario rígido, especialmente en eventos públicos. Tanto así que la modelo Jean Shrimpton creó un verdadero revuelo social cuando llegó al Melbourne Cup Carnival en 1965 vistiendo una minifalda sin medias veladas, sombrero ni guantes (un hecho no solo escandaloso para la época, sino también una revolución sin precedentes). De forma rápida, la minifalda fue tomando fuerza entre las jóvenes que experimentaban y vivían bajo estas nuevas aspiraciones de libertad.

Por supuesto, las críticas no tardaron en llegar. Los hombres conservadores calificaron la minifalda de “obscena”, al tiempo que defendían el patriarcado y alzaban su voz en contra de la nueva adquirida confianza de las mujeres en relación con su cuerpo y estilo. Curiosa fue la crítica de Coco Chanel, quien a principios de siglo había revolucionado el vestuario de la mujer al vestir pantalón y rechazar el uso del corsé. La diseñadora francesa calificó la nueva prenda como “horrenda” (más adelante, Karl Lagerfeld diría que fue un error de Chanel no haber reconocido el verdadero poder de la minifalda).

Dato curioso: hace unos años, unos arqueólogos descubrieron en lo que hoy es el sur de Serbia, figuras de mujeres que datan entre 5400-4700 a.C. vestidas con minifaldas. Según la arqueóloga Julka Kuzmanovic-Cvetkovic, “de acuerdo con las figurinas que encontramos, las mujeres jóvenes vestían de forma hermosa, como las niñas de hoy, en tops cortos y minifaldas, con pulseras en sus brazos”. En Egipto se han observado frescos donde jóvenes acróbatas vestían faldas cortas. Pero no fue hasta los años cincuenta del siglo XX cuando la minifalda resurgió en Hollywood y tuvo un corto debut en las películas de ciencia ficción Flight to Mars y Forbidden Planet.

La nueva exhibición en el Museo Victoria & Albert de Londres, dedicada a Mary Quant, ha hecho imposible no pensar en el significado político de la minifalda, aunque esta no suela relacionarse con los movimientos feministas o las conquistas sociales de la historia reciente. Pero es tanta la importancia que tuvo subir o bajar el ruedo de las faldas a lo largo del siglo XX que incluso hay quienes hablar de una relación estrecha entre ese fenómeno y el comportamiento de la bolsa.

Mary Quant seleccionando telas, 1967 | ©  Rolls Press Popper foto de Getty Images

En los años ochenta, la minifalda era considerada no apta para mujeres mayores de 33 años, porque a esa edad una mujer “debía estar casada y ser madre” y mostrar sus piernas arriba de la rodilla no era socialmente aceptado. Sin embargo, con el cada vez más fuerte deseo de la “eterna juventud”, se le ha atribuido a la minifalda la función de reflejo del “espíritu joven de las mujeres”, por lo que cada vez el límite de edad de su uso ha ido desvaneciéndose.

Le puede interesar: La urgencia de mirar hacia nosotras

Hoy en día, el uso de la minifalda sigue siendo criticado, y sigue siendo un reflejo de los límites y restricciones de nuestra sociedad patriarcal. Aunque políticamente se ha naturalizado, la prenda sigue siendo repudiada por ciertos sectores conservadores y movimientos cristianos que la consideran impropia de una mujer pura. “Si te vistes para la gloria de Dios, tu vestimenta revelará pureza y castidad. En vez de mostrar las formas de tu cuerpo para provocar a otros, vas a cubrirlo adecuadamente porque no quieres ni pensar que por causa de un capricho tuyo un hombre sea llevado a pecar contra el Dios al que tú dices amar, adorar y servir”, escribe Sugel Michelén, pastor de la Iglesia Bíblica del Señor Jesucristo en República Dominicana.

Valerie Steele, historiadora y directora del museo FIT, comentó que “con el crecimiento de todo tipo de fundamentalismos religiosos en el mundo de hoy, ha habido una reacción contra las mujeres y contra la liberación sexual, especialmente en términos de liberación homosexual. Por un lado hemos aceptado más la diversidad en países occidentales, pero a nivel internacional las cosas se han volcado mucho más hacia la derecha y estamos viendo muchas culturas que están acosando a las mujeres por vestirse de una forma que no es hiper conservadora y que oculte el cuerpo”. El problema de ser objeto de una crítica moral llega a tal extremo en ciudades como Tokio y Shanghai, que la misma Steel afirma que ella dudaría personalmente en vestir una minifalda en esos lugares.  

Mujer sosteniendo una bolsa de Bazaar c.1959 | © Archivo de Mary Quant

En febrero del 2014 en Uganda, Simon Lokodo, Ministro de Estado de Ética e Integridad, propuso una ley contra la pornografía en la cual se incluía la prohibición de la minifalda. Esto llevó a una mala interpretación de la ley, y varias mujeres fueron paradójicamente obligadas a desnudarse en la calle por llevar este tipo de prendas. Nargis Shirazi, activista por los derechos de la mujer en Uganda, dijo que esta ley le daba el derecho a los hombres de usar la violencia contra las mujeres. Esta ley refleja el pensamiento de Lokodo, que afirma que las mujeres excitan a los hombres en la calle si visten faldas cortas. Finalmente, Lokodo dijo que las mujeres podían usar minifaldas pero que no debían exponer sus muslos, cadera o genitales.

Buscar una forma de prohibir el uso de la minifalda por medio de una ley no es exclusiva de Uganda. Son varios los países africanos que la han vetado, sin extendernos a los países árabes. En Kenia se buscó en 1972 por segunda vez vetar su uso, pero por fortuna este decreto no logró hacerse efectivo. En Indonesia han sido varios los intentos en criminalizar el uso de la minifalda. En 2012 lo intentaron por medio de una nueva ley antipornografía, ya que un ministro consideraba que la minifalda “hace que los hombres hagan cosas” y llevar una falda por arriba de la rodilla podía desembocar en un acto pornografico.

El año pasado, en ese país se censuró un comercial en el que las integrantes del grupo de K-Pop BLACKPINK vestían minifaldas. Más de cien mil personas firmaron la petición para pedir que el comercial fuera retirado de la televisión debido al “material indecente” que, según ellos, “violaba la decencia y normas de moralidad de muchos indonesios”.

Al parecer, la minifalda seguirá dando de qué hablar, y los diseñadores continuarán incorporándola en sus colecciones, y las mujeres la vestiremos. Para unos las críticas no tienen fundamentos, otros las defenderán. Pero las mujeres seguiremos luchando por vestir como lo deseemos, y el uso de la minifalda continuará siendo, para muchas, un símbolo de feminismo, feminidad y de lucha por nuestros derechos. Mary Quant, sin proponérselo, tuvo mucho que ver con una revolución cuyos ecos seguimos oyendo.

Mary Quant, c. 1967 | Fotografía: Ronald Dumont, c.1967. ©  Adoc-photos Corbis Premium Historical Getty Images