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'Desembarco de Colón' (1862) de Dióscoro Puebla.

Ensayo

El grupo Modernidad/Colonialidad: otra manera de escribir la historia

Un corto recorrido por la reflexión del concepto de neocolonialismo a la luz de las relaciones entre América Latina y Europa.

Camilo Franco
3 de febrero de 2018

¿Por qué la población del Chocó es mayoritariamente negra? ¿Por qué teniendo más de 65 lenguas vernáculas vivas en Colombia, el español es la lengua hegemónica? ¿Qué pilares fundamentaron la construcción del estado moderno latinoamericano? ¿Somos racistas los colombianos, o tan solo clasistas? ¿En qué se funda el derecho, en la paz, en la justicia o en la propiedad privada? ¿Qué es lo moderno, por qué lo es y cuáles son sus fundamentos? ¿Hay un reverso de la modernidad?

A innumerables dudas, innumerables respuestas. Sí, podríamos afirmar que esta avalancha de preguntas parece inconexa y que sería necesario remitirse a distintas ramas del saber para poder explicarlas una a una. ¿Qué respuesta es la atinada? ¿Hay preguntas con truco? El truco, asumo, es encontrar una línea argumental que pueda anudar todas estas dudas, como la trama de una serie de suspenso en la que la latencia invisible del argumento crucial se nos desvela de repente, aunque desde el principio hubiésemos intuido la razón primigenia del conflicto. Con ello me refiero a que estas cuestiones, al parecer disociadas entre sí, pueden conjugarse, organizarse y encontrar una explicación, sino deseada, al menos convincente y esclarecedora en los escritos del llamado grupo Modernidad/Colonialidad.

Entre finales del siglo XX y principios del XXI, un conjunto de intelectuales latinoamericanos de las más diversas procedencias confluyó en distintos encuentros académicos y congresos, de los que, afortunadamente y a manera de tesis, surgió uno de los libros que marcarían un antes y un después en el devenir del pensamiento filosófico y cultural latinoamericano. Influidos por la filosofía de la liberación, empapados en las teorías del sistema-mundo y bajo la ancha y refrescante sombra de los estudios poscoloniales y feministas, se compiló La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales: perspectivas latinoamericanas, libro que llevaría a replantear los términos absolutos en los que las ciencias sociales, la economía, el estado, la política y prácticamente todos los ámbitos de la vida social han sido entendidas. Y todo ello con el fin de comprender la accidentada y compleja situación histórica de los países latinoamericanos dentro de la tesitura geopolítica neoliberal, más allá de las singularidades nacionales.

En ese sentido apunta la palabra colonialidad: el término hace referencia a la cara, deliberadamente oculta y a cuya exposición apremian los autores, de lo que hoy en día entendemos por modernidad: no la producción material y automatizada de objetos, ni el avasallador desarrollo de las telecomunicaciones y la informática, ni tan siquiera los casi milagrosos avances en la curación de enfermedades que hace siglos diezmaban poblaciones. No. Aquí de lo que se trata es de explicar la matriz de pensamiento, la epistemología base que ha llevado a globalizar conceptos como “progreso”, “civilización”, “modernidad” o “evolución”, que han propiciado, a costa de crímenes ensordecedores, tales avances.

El propósito de los escritos del grupo Modernidad/Colonialidad consiste, pues, en exponer la articulación e incidencia de los saberes heredados (filosofía, antropología, sociología, política, economía, etc.) que han configurado el paradigma de conocimiento de la ideología liberal, para explicar que el concepto de “modernidad” – hoy en día posmodernidad– que encumbra la publicidad de los grandes medios de comunicación no sería posible sin el encubrimiento, solapado y maquillado, de los instrumentos de la dominación secular de unos pueblos sobre otros, y de unos individuos sobre otros. En otras palabras: el monoteísmo semítico judeo-cristiano, en conjunción con el racismo y el machismo implícitos dentro de la concepción sobre la ascendencia divina de estos pueblos, aunado al desarrollo de la actividad comercial del capitalismo naciente y a la consiguiente expansión de sus rutas y mercados, abonaron el terreno para que la conquista de este territorio al que se bautizó, con la espada y la cruz, como América, desembocase en la violenta expansión y consolidación de un sistema económico, epistemológico y ontológico ensalzado globalmente, hasta el día de hoy, como el único posible y necesario.

La colonización europea de las Américas (y, posteriormente, del globo entero) tuvo como premisa la supuesta supremacía racial y de género basada en la religión, que más tarde degeneró en teorías sociales, antropológicas y filosóficas absolutistas que convirtieron y redujeron al otro, al negro, al indio, al mestizo, a la mujer, a ser el engranaje silencioso y oprimido de los mecanismos de producción capitalista, galvanizando aquel infame holocausto cultural y poblacional con el “oro” de la “cristianización”. Desde Descartes, pasando por Kant, Hegel y Marx, la filosofía europea, recogiendo el testigo de los conquistadores, fue el ristre de una lanza intelectual encargada de presentar a los seres humanos que vivían en la ignominia de la destrucción material y espiritual de sus culturas, saberes y lenguas como animales incapaces de un pensamiento racional, de construir sistemas de organización social y política y de crear espacios simbólicos y afectivos acordes a sus necesidades y cosmogonías. En virtud del dualismo monoteísta que separó el alma del cuerpo, se gestó un sistema de valores que, haciendo tabula rasa, corporizaba, inferiorizando, a los esclavizados mientras dotaba de alma e intelecto, inversamente proporcional a su barbaridad, a los conquistadores. Algo que, con el nombre de “neocolonialismo”, sigue aconteciendo en las guerras que Occidente lleva a cabo en Oriente Medio.

Este proceso de “construcción” del “nuevo mundo”, de “pacificación”, de “civilización” ha tenido a lo largo de los siglos distintas caras. Ora en forma de guerra colonizadora, ora en forma de guerra económica como se descubrió recientemente en el Chile de Bachelet. Las batallas de independencia comandadas por las élites criollas no resultaron en la creación de naciones prósperas e igualitarias. Al contrario, el proceso de sometimiento a los dictados de la epistemología materialista y deshumanizadora, que había enraizado por doquier, se prolongó en el tiempo bajo el barniz democrático y soberano que los nuevos gobiernos quisieron lucir. La historia del nacimiento de los estados europeos y de los estados “periféricos” tiene que ver más con la concentración de la riqueza y la organización funcional de los procesos de control económico y político sobre las masas, y con una relación jerarquizante y de explotación entre el centro/rico y las periferias/pobres, que con la exaltación de un auténtico sentimiento compartido y altruista.

De esto dan cuenta las estadísticas sobre la concentración de la tierra en el mundo y sobre la acumulación de la riqueza en pocas manos. Por medio de la estigmatización racial, sexual y cultural inherente a la ideología neoliberal actual y de la racialización y sexualización del trabajo, las dinámicas de producción y de concentración de la riqueza han sido justificadas e impuestas a sangre y fuego en nombre la “evolución” de la humanidad y de la supuesta liberación del yugo material del trabajo, cuando la esclavitud, como quedó en evidencia hace poco en Libia, sigue existiendo. ¿Hacemos parte, entonces, de una avanzada sociedad global? ¿O es eso lo que nos quieren hacen creer? El desarrollo tecnológico no va necesariamente de la mano con la disminución de la desigualdad ni con la mejora de las condiciones socioeconómicas de la mayor parte del mundo. Y aunque lo que nos venden parezca ser perfecto, también lo son las fábulas o las películas de Hollywood.

Reescribir, alejándonos de modelos foráneos, una historia que refleje nuestra diversidad, replantear la educación sentimental de los colombianos, cuestionar y superar el racismo y el clasismo heredados y cegadores, mirarnos a través de lentes propias y más limpias, ampliar el espacio democrático y cultural que la urbe le ha robado al campo, romper los resabios atávicos de una sexualidad asesina y pacata, encontrar en nuestra condición actual como país pluricultural, pese a las dificultades, el germen plural con el que cultivar seres libres, inconformes, pensantes, generosos e iguales. A eso nos invita el grupo Modernidad/Colonialidad.   

Libros recomendados:

La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales: perspectivas latinoamericanas de Edgardo Lander (Editor)

- El giro decolonial. Reflexiones para una diversidad epistémica más allá del capitalismo global de Santiago Castro Gómez y Ramón Grosfoguel (Editores)

- El color de la razón. Pensamiento crítico en las Américas  de Catalina León

Los condenados de la tierra de Frantz Fanon

La Hybris del punto cero de Santiago Castro Gómez

Borderlands/La Frontera de Gloria Anzaldúa