
Algo pasa con los jóvenes…
Las últimas protestas en diferentes universidades públicas de forma simultánea podrían ser la cuota de un re-despertar del movimiento juvenil en Colombia
No es sólo cuestión de coincidencia que en Colombia, Chile, Francia y Venezuela estén pasando cosas con los jóvenes. Mejor dicho, los jóvenes están “haciendo pasar cosas” en estos países, y nuestras sociedades deberían notarlo. Se dice que en Colombia desde las marchas de 1957 en contra del general Rojas Pinillas o más tarde el movimiento de la Séptima Papeleta en 1991, las juventudes han permanecido impávidas frente a las realidades sociales y políticas que han tenido lugar en nuestro país. Sin embargo, las últimas protestas en diferentes universidades públicas de forma simultánea podrían ser la cuota de un re-despertar del movimiento juvenil en Colombia que vale la pena analizar con cuidado, pero que se ajusta plenamente a las realidades del vecindario, pues otras Naciones cercanas están experimentando un fenómeno parecido. El éxito de este tipo de movilizaciones se concreta en la posibilidad de generar procesos de largo plazo. No estoy muy seguro de que las nuevas demandas de la juventud den para tanto. En Chile, hace unos meses, cerca de 800.000 muchachos pidieron la creación de figuras efectivas de representación escolar, la instauración de comités culturales y deportivos y una reforma en los programas que les dé mayor cabida a los deportes y la recreación. Así mismo, cuestionaron la política de salud reproductiva emprendida por el Estado. En Venezuela fueron los jóvenes el principal motor de las protestas en contra del cierre del canal Rctv. De hecho, en el momento de escribir estas líneas, se sabe que de los 200 integrantes del movimiento estudiantil opositor que fueron detenidos, al menos 30 de serán enjuiciados gracias al loco de Chávez. En Colombia, los nuestros pelean por estar en desacuerdo con el TLC, con la reforma a la Ley de transferencias y en favor de una educación superior libre de pasivos pensionales y con partidas más jugosas dentro del Plan Nacional de Desarrollo. Todo eso resulta legítimo y válido, pero ¿será suficiente como para pronosticar un renacer de la participación juvenil en América Latina? No lo creo. Pero estos reclamos podrían ser un buen gancho para que, aprovechando el innegable entusiasmo de la juventud, se consolide un proceso de más largo aliento que valga la pena. Internamente, se está planteando un reto interesante para el uribismo que ve cómo se deshacen sus bases juveniles, que en buena medida permitieron el triunfo del actual Presidente, en primera vuelta, hace cinco años. La izquierda ha sabido capitalizar bien estos brotes de interés de los jóvenes y poco a poco se convierte en la única oferta para aquellos que quieren participar más en la vida política del país. ¿No les parece que el centro-derecha y la derecha misma en Colombia han perdido todo el interés por reclutar juventudes y canalizar sus iniciativas a través de sus partidos políticos? En una Universidad como la de los Andes, existen, hoy por hoy, más simpatizantes de Carlos Gaviria y del Polo Democrático que del Presidente Uribe o el Partido de La U. Pero, independientemente de para dónde se estén yendo los jóvenes, lo cierto es que algo está pasando y que si las fuerzas les alcanzan, podrían promover reformas y sucesos tan importantes como los de aquel Mayo del 68 en Francia, inolvidable para muchos. Convendría sí, que tanto potencial terminara volcado hacia las instituciones y que nuestros jóvenes no caminaran como ruedas sueltas, marchando, gritando o, en los peores escenarios, tirando piedra o rompiendo vitrinas. ¿No es acaso éste el momento para revisar las edades exigidas para acceder a corporaciones públicas como la Cámara de Representantes o el Senado? En Colombia para llegar a la primera, se requieren 25; y al Senado, 30, mientras en Europa se exige como edad promedio los 18 años para poder hacer parte del Parlamento Europeo, y en América Latina, el 53 por ciento de los países exige menos de 25 años para hacer parte de las Cámaras Legislativas. Algo pasa y puede pasar con los jóvenes en América Latina. Por el bien de todos, esperamos que sea bueno. jmam@columnist.com