Una fachada patrimonial bastante ajada, en la calle 16 con octava, pareciera pronosticar el cierre del Café Saint Moritz ubicado en el Centro de Bogotá. La casa que por más de 80 años ha sido escenario de diatribas políticas, de encuentros entre hombres gais, amenizados por el olor fermentado de la cerveza y la profundidad de la música de antaño, sin necesidad de definirse como un “café amigable”.El cuero rojo de las sillas, ya desgastado, evidencia las marcas liberales que pasaron por el Salón Clásico de Saint Moritz, el eco de los principios gaitanistas impartidos en su candidatura presidencial en 1945 se amplifica con cada roce de manos masculinas afectuosas “al contacto de las realidades vividas; de los anhelos destrozados, [...] van formándose, metódica y silenciosamente, pero de manera inexorable, [...] nuevas formas de anhelo, distintas concepcionesde equilibrio...”.Más vigentes que nunca, estas palabras pudieron ser dilucidadas bajo las claraboyas del Café Saint Moritz haciendo de este lugar un espacio mágico e inusual de memoria, de encuentro entre los amores ultrajados de Jorge Eliécer.Le puede interesar: La memoria de las calles