Las mujeres tripulan el barco de la cultura en Colombia. Están al frente de los festivales, las instituciones y los espacios artísticos y culturales más importantes. Hay muchas teorías acerca de cómo se tomaron ese poder, pero la de Diana Bustamante, directora del Festival de Cine de Cartagena, es quizá la más popular: en un principio los hombres les concedieron ese campo porque creían que era el menos importante para el país, porque la cultura estaba subestimada, porque tenía asignados presupuestos bajos, porque era para ‘líderes sensibles’ y esa característica era principalmente femenina. “En esa labor fuimos relegadas, como la costura, pero nosotras lo volvimos algo más poderoso”, dice Bustamante. Claudia Triana de Vargas, directora de Proimágenes Colombia, tiene la misma opinión. Asegura sin recelos que lo usual era ver los cargos culturales como un adorno y, por esto, resultaron destinados para ellas. “Existe el erróneo y anticuado concepto histórico de que la cultura es menos relevante que la economía o la sanidad –resalta Cristina Fuentes, directora de Hay Festival América y una de las defensoras de esta teoría–. La cultura es fundamental  para el desarrollo de los países y su economía, pero eso no ha sido bien entendido siempre”. A esa tesis se suma Juan Diego Mejía, director de la Fiesta del Libro de Medellín. Reconoce que el machismo llevó a calificar a la cultura como un espacio indigno de los hombres: ellos estaban para ocupar el poder político y económico, y ellas para hacerse cargo de los ‘espacios decorativos’. “Pero ellas se destacaron tanto que de entonces en adelante fueron el género indicado para llevar las riendas de la cultura”. Y Guillermo González, fundador de la revista Número, tiene la misma opinión: sostiene que haber reducido la cultura a un tema ‘accesorio’, paradójicamente les abrió el camino a las mujeres y las llevó a empoderarse y a quedar allí. “Ellas mismas y la dinámica del país fueron transformando la importancia de la cultura. Esta ya no juega un papel secundario sino que empieza a verse como un elemento protagónico y fundamental de la vida nacional: elemento aglutinador, de desarrollo de la sociedad y del ser humano”. El poder femenino comienza a ser visible en el Ministerio de Cultura, que ha tenido seis mujeres al frente desde su creación en 1997 –entre ellas la actual ministra, Mariana Garcés Córdoba– y solo tres hombres. Ellas también comandan los festivales más prestigiosos: el Hay Festival, el Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias, el Festival de Música de Cartagena, el Festival Iberoamericano de Teatro. Las ferias del libro –los espacios de promoción de la industria editorial y de la lectura más importantes– también tienen mujeres a la cabeza en ciudades como Bogotá, Bucaramanga y Cali. La lista continúa con las secretarías de cultura (en Bogotá, Medellín y Cali las dirigen mujeres), con las bibliotecas y los museos. Un ejemplo claro es el Museo Nacional, el más antiguo del país, donde reposa gran parte de la historia de Colombia. En el último siglo lo han dirigido seis mujeres y solo dos hombres; uno de ellos Daniel Castro Benítez, designado en agosto pasado. Y un ejemplo más reciente es el Museo de Arte Moderno de Medellín (Mamm) que bajo la dirección de María Mercedes González ha llegado al nivel de los más importantes de América Latina. El origen de esta historia, dice Mónica Erazo, artista plástica y profesora de Historia del Arte de la Universidad Pedagógica, también podría atribuirse al derecho que ganó la mujer en 1936 cuando ingresó a la universidad. “Ya que podían estudiar había que preguntarse cuáles eran los lugares en los que se les iba a permitir entrar, y ahí estaba la cultura. La procedencia y los vínculos familiares y políticos, también tenían un gran peso”. Otra teoría del poder femenino en la cultura señala que las mujeres tienen unas características especiales que las llevaron a potencializarla. Hoy las industrias culturales aportan un 3,3 por ciento al producto interno bruto (PIB) del país, una cifra cercana a la meta del Ministerio de Cultura de llegar a 3,6 por ciento en 2016. Según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) esta industria genera el 5,8 por ciento del empleo nacional, una cifra que supera la de países como Holanda, Reino Unido y Finlandia. La periodista Marianne Ponsford, desde principios de octubre la nueva directora del Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (Cerlalc), defiende la teoría de que los “talentos específicos de género” han llevado a la mujer a abrazar el poder cultural en Colombia. Señala que en el sector público ellas se han caracterizado “en ser más eficientes para administrar los recursos”, y que, además, tienen una capacidad especial de promocionar y trabajar para que los demás sean reconocidos. “Un gestor es como un editor: trabaja para que el otro brille. En términos generales nosotras tenemos una cuota de egocentrismo y de vanidad menor que la de los hombres. Ellos son más promotores de sí mismos”. Y un hombre le da la razón. Juan Diego Mejía no tiene dudas en aceptar que “el hombre se ha vuelto un ser unidimensional enfocado en buscar el poder y el dinero”; mientras la mujer, “al haber estado relegada del poder por años, tuvo tiempo, calma y paz para entender el verdadero valor de la cultura”. Este, para Mejía, va más allá del concepto de las bellas artes y está estrechamente relacionado con la memoria. Según Marianne Ponsford, otra característica de la mujer ha jugado un papel esencial en esta historia: la diplomacia. Precisamente el cargo que ella acaba de asumir la requiere. Como cabeza del Cerlalc, Ponsford tendrá que representar uno de los pocos espacios de diálogo en el ámbito iberoamericano que promueve la lectura, la escritura y la creación intelectual. “Es increíble que la Unión Europea, con 24 lenguas oficiales, sea capaz de tener una unión económica tan poderosa –dice Ponsford– y los latinoamericanos, teniendo un idioma común (más el portugués, que tiene las mismas raíces del español), no podamos llegar a tener unas instancias de interacción igual de fuertes y poderosas”. Otros dos nombramientos se sumaron este año a la lista: en junio pasado Alexandra Falla se convirtió en la directora de la Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano, la entidad que preserva el patrimonio audiovisual del país; y desde julio Diana Rey dirige la Fundación para el Fomento de la Lectura (Fundalectura), la mayor entidad privada del país que trabaja por este fin. Julia Salvi, presidenta del Festival Internacional de Música, propone una nueva teoría: dice que las expresiones culturales más arraigadas, las costumbres y las prácticas populares de la cultura colombiana, “nacen de la familia donde la mujer es el centro de la cohesión”. La Consejería Presidencial para la Equidad de la Mujer también reconoce que tradicionalmente las mujeres han enseñado la lengua en casa, han transmitido las creencias, han ilustrado sobre valores humanos y normas de conducta y esto, indudablemente, tiene una relación directa con su rol actual en la cultura. Hay quienes sostienen también que la presencia femenina en la cultura no debería ser un debate de género. En eso coinciden dos de las protagonistas históricas del tema en el país. La artista bumanguesa Beatriz González, curadora del Museo Nacional durante 15 años, respondió a SEMANA con un tajante “yo no creo que haya diferencias en el ejercicio de la cultura entre hombres y mujeres”. Y lo mismo piensa Elvira Cuervo de Jaramillo, quien dirigió durante 13 años el Museo Nacional y fue ministra de Cultura de la Presidencia de Álvaro Uribe Vélez. “Este no es un tema de género –dice–. Es un tema de educación, de talento y de oportunidades. Una mujer es capaz desde manejar una tractomula hasta manejar un país”. Cuervo sostiene que con la llegada del siglo XX las mujeres comenzaron a abrirse muchas puertas. Recuerda que en sus épocas de congresista (1986) solo había tres mujeres en el Capitolio, lo que contrasta con las elecciones de Congreso de 2014, que fueron históricas para el género femenino. Nunca antes habían sido elegidas tantas en esta entidad: 23 senadoras y 28 representantes, lo que quiere decir que en una de cada cinco curules hay una mujer. “No hay nadie más machista en la sociedad que las propias mujeres”, repite Elvira Cuervo. Y antes de terminar la entrevista lanza un último “hay que ir descartando el tema de género de esta discusión”. A esta teoría se suma María Paz Gaviria, directora de la Feria Internacional de Arte de Bogotá –Artbo– desde 2002. Gaviria, quien está al frente del espacio más visible para las artes plásticas en el país, señala que este debate no estaría vigente si los hombres tuvieran el poder cultural. “Este es un campo muy avanzado donde las mujeres profesionalmente pesan igual que los hombres”. Clara María Ochoa, fundadora de CMO Producciones, reconoce que la rigurosidad y la minuciosidad propias de su género les han dado el liderazgo. A ese listado de cualidades, Anamarta de Pizarro, directora del Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá, le sumaría “una gran dosis de imaginación, de capacidad para buscar recursos con proyectos que enamoren y un alto nivel de resistencia a la frustración”. La ministra de Cultura, Mariana Garcés Córdoba, destaca que son buenas administradoras, eficientes y organizadas, “además en los temas de gestión de recursos damos resultados positivos”. Y en su cargo sí que es esencial esa capacidad: Garcés maneja un presupuesto de 357.239 millones de pesos y tiene a cargo 1.575 personas. “Para algunos la gestión cultural puede ser valorada como una actividad menor, pero en realidad tiene el poder de transformar el mundo”, dice. Más allá de la discusión de género, hay una realidad: la cultura es hoy vital para que el país marche. Para que marchen la educación, la economía y, ahora, la paz y la reconciliación. Y ellas han estado principalmente al frente de esa batalla. “Las mujeres se lo han ganado a pulso, han conquistado ese espacio con mérito propio”, dice Claudia Triana de Vargas, directora de Proimágenes. “Sin cultura y educación no hay ciudadanía”, señala Marianne Ponsford. Y sin las mujeres ¿dónde estaría la cultura? Las venus del arte

Las mujeres conquistaron el espacio de las galerías de arte. ¿La razón? María Belén Sáez, directora de Patrimonio Cultural de la Universidad Nacional de Colombia, dice que esto tiene una relación directa con la “capacidad única de las mujeres de organizar y desarrollar proyectos, así como de posibilitar vehículos para que otros realicen su trabajo artístico”. Catalina Casas Riegner, directora de Galería Casas Riegner, es uno de los ejemplos del país en este campo luego de una década de trabajar porque los artistas colombianos adquieran proyección internacional. También contribuyen desde las galerías a potenciar la cultura en el país, entre otras, Tatiana Rais, directora del Espacio Odeón en Bogotá, María Wills, directora de investigación del Instituto de Visión, y Claudia Hakim, directora del espacio cultural NC-arte. En Medellín, algunas de las mujeres clave en la movida artística son Ana Piedad Jaramillo, directora del Museo de Antioquia, y María Mercedes González, directora del Museo de Arte de Medellín.