Si algo tiene claro Luis Silva Sinning es que, en los negocios como en la vida, avanzar implica tropezar, ajustar y volver a intentarlo. Una y otra vez.
Consciente de eso, ha convertido cada caída en una especie de borrador corregido para lo que vendría después.
Cuando habla de sus fracasos no lo hace con resignación ni con aire de falsa humildad. Lo dice como quien sabe que esas etapas también formaron parte de su proceso. Uno de sus tropiezos más marcados fue intentar crecer demasiado rápido.
“Ni operativa ni mentalmente estaba preparado. Y eso tuvo un costo”, reconoce. Lecciones como esa lo llevaron a construir con más calma, sin apalancamientos agresivos ni presiones externas. Crecer, sí, pero de forma orgánica, sin poner en riesgo la viabilidad de lo que se está creando.
Silva no es un teórico. Su enfoque es práctico, casi quirúrgico. Si un proyecto no despega, lo revisa, corrige y decide pronto si vale la pena seguir invirtiendo tiempo o no. Esa capacidad de tomar decisiones sin apego viene, según él, de su experiencia como trader.
“Mantengo las pérdidas pequeñas y a los ganadores los dejo correr”, resume. Y esa lógica, más allá de lo financiero, también le sirve para la vida.
Pero hay días difíciles. Como todo emprendedor, ha tenido momentos de agotamiento, de querer soltar todo. En esos días —dice— lo que lo sostiene no es el ego ni los números, sino los mensajes que recibe de personas que aprendieron algo, que mejoraron su situación, que recuperaron la motivación.
“Eso es gasolina. Cuando alguien te escribe agradecido porque lo ayudaste a tomar control de sus finanzas o cambiar su perspectiva, recuerdas por qué empezaste”, dice.
Para Silva, la disciplina no es una palabra bonita para poner en libros de autoayuda. Es, literalmente, lo que sostiene cualquier proyecto.
“La disciplina representa el 90 % del éxito. El talento ayuda, sí, pero sin constancia, todo se queda en buenas ideas sin aterrizar”, explica.
Con esa filosofía levantó un ecosistema empresarial donde cada parte complementa a la otra. Según él, nada fue planeado con un gran mapa estratégico. Fue paso a paso, guiado por lo que los usuarios pedían.
“Las necesidades de los clientes fueron dictando el camino. Algunas ideas surgieron para diversificar, otras para cerrar el ciclo completo de lo que ofrecemos”, indicó.
Hoy, ese ecosistema cuenta con más de 15 herramientas tecnológicas orientadas a mejorar la toma de decisiones financieras. Pero Silva no se jacta de eso. Es más, se muestra crítico con muchas de las dinámicas que ve en el entorno emprendedor, especialmente en América Latina.
“Perdemos mucho tiempo discutiendo política como si eso resolviera algo. Mientras tanto, el que enfoca su energía en construir, en desarrollar servicios útiles, está resolviendo problemas de fondo, generando empleo, aportando valor real”, señaló.
No concibe —dice con cierta frustración— que la aspiración más común de muchos jóvenes sea conseguir un puesto político: “Podríamos usar ese tiempo para crear soluciones concretas que ayuden a la gente. Y dejar que los políticos hagan su parte”.
A la hora de detectar si una idea vale la pena o es solo una moda pasajera, su fórmula es sencilla: “Vende una unidad. Mira si alguien realmente lo quiere. Si hay mercado, entonces vale la pena seguir”.
Su canal de YouTube no despegó de inmediato. El punto de quiebre, admite, fue durante la pandemia. Pero no por el momento en sí, sino porque durante ese periodo muchas personas comenzaron a buscar alternativas y su canal ya llevaba tiempo construyendo confianza.
“No fue algo explosivo, fue un trabajo constante, basado en honestidad y soluciones reales. El crecimiento vino solo después”, anotó.
A pesar de haber recibido reconocimientos en Colombia, Tailandia y Nigeria por su trabajo social, no pone eso en primer plano. Lo menciona solo cuando se le pregunta.
Su enfoque siempre fue intentar devolver, desde donde puede, una parte de lo que ha recibido. Esa sensibilidad lo ha llevado a apoyar proyectos diversos, desde la dotación de escuelas hasta el entrenamiento laboral de excombatientes.
Lo hace, dice, no por altruismo, sino por convicción: “Cada dólar que ganamos tiene que tener un retorno hacia alguien más. Una comunidad, una persona, una familia”.
Esa mirada, la de conectar impacto con sostenibilidad, es la que ha marcado su forma de hacer empresa. No tiene discursos memorables ni frases hechas. Tiene una lógica sencilla, que puede resumirse así: hacer lo que hay que hacer, todos los días, sin necesidad de que el mundo lo aplauda. Y si hay errores —que los habrá— enfrentarlos, aprender y volver a empezar.
Luis Silva no idealiza el camino del emprendedor. No dice que sea para todos ni que garantice resultados inmediatos. Pero sí cree que, si hay algo que lo define, es la capacidad de insistir: “No hay vuelta atrás. Triunfamos o lo intentamos de nuevo. Así ha sido siempre”.