Hoy en día, las empresas gastan muchísimos recursos de capital humano y económico para lograr un buen presupuesto para el año siguiente. Es más, muchas empiezan a hacer la labor casi desde principios del año anterior. La razón es sencilla. Mientras esté más ajustado a la realidad, sea coherente, cumplible, confiable y se le pueda hacer seguimiento, cumple una mejor función.
Yo he estado en juntas directivas de compañías en las que el presupuesto es tan malo, que nunca lo cumplen. Por lo tanto, la administración se la pasa todo el tiempo dando las razones por las cuales no cumple..., desesperante. Aunque siempre hay una excusa, los presupuestos son para cumplirlos o sobrepasarlos.
Para hacer un buen presupuesto es importante tener en cuenta todas las variables posibles, tanto externas como internas. Datos como la inflación proyectada, el crecimiento económico y del mercado en particular, la proyección del crecimiento salarial, las expectativas de crecimiento de la nómina, el mercado mundial del sector, si esta compañía es exportadora; creación de nuevos mercados y productos, y expectativa de fechas de lanzamiento... En fin, miles de factores para lograr un presupuesto realista, pero —al mismo tiempo— exigente.
El seguimiento al cumplimiento debe ser igual de estricto a su hechura. De los resultados salen, generalmente, las compensaciones variables de los empleados, ya que en su mayoría dependen del cumplimiento. Existen hoy en día muchas metodologías para llevar a cabo este cumplimiento, una de las que más me gusta a mí es el Balanced Scorecard, metodología traída del mundo deportivo al empresarial.
En el sector público, las metodologías de presupuesto no deberían ser diferentes. Los Estados tienen demasiada información para saber cuáles van a ser los ingresos y sus fuentes, como también saben de los gastos. Obviamente, existen temas extraordinarios y calamidades que pueden acaecer, pero lo primero que se debe tratar es que las sumas de ingresos y gastos se den.
El gobierno de Petro no ha logrado en lo más mínimo llegar a números reales. No solo por el aumento desmesurado de los gastos por cuenta de un incremento de nómina y contratos de prestación de servicios que no se necesitan, sino porque ni siquiera los ingresos le cuadran. La corrupción también se ha llevado una tajada.
Las principales fuentes de ingresos de un Estado son claras: los impuestos, el financiamiento y los ingresos que recibe por dividendos de compañías estatales. Entonces para qué falsear estos datos. Hacer un presupuesto de ingresos mayor a la realidad solo genera en un futuro mayor endeudamiento, y por ende, un mayor pago de intereses y capital de la deuda, con lo cual se deterioran todos los indicadores futuros. Pensar que el Congreso les va a pasar una Ley de Financiamiento en año electoral por más de 26 billones de pesos no solo es irreal, sino irresponsable.
Ya estamos a menos de un año del fin de un gobierno que pasará a la historia por su poca rigurosidad en todos los aspectos. En el económico, se dio el lujo de nombrar a un director de Planeación Nacional que se jactaba de no saber sumar, cosa que comprobamos con creces. Y en el tema de los gastos con bolsillos de payaso, cabían muchas más manos de las que debían para apropiarse de recursos y para utilizarse en temas diferentes a lo presupuestado.
Una persona desordenada en su vida familiar y social no tiene por qué no serlo en su vida profesional. De eso tenemos que ser conscientes en el momento de votar en las elecciones de 2026.