“Yo voy a ser el 10 de Millonarios”. A finales de los años 80, las palabras que solía pronunciar el hijo de Gloria Ramírez solo podían provocar risa. Si para un bogotano ponerse la camiseta azul era un milagro, jugar en El Campín ante 40 mil personas y con el 10 en la espalda parecía un imposible. Por eso, en los altos de Cazucá, la cuarta comuna del vecino municipio de Soacha, todos se burlaban de Jhon Mario Ramírez (Bogotá, 1971 - Tunja, 2021), a pesar de que ese joven de baja estatura, flacuchento, de cabellera hasta los hombros y rasurado a los costados, era toda una leyenda en las canchas de cemento de varios barrios del sur de la ciudad, donde jugaba microfútbol.

Algunos de sus amigos, incluso aquellos que se le reían en la cara, se inclinaron por el camino del alcohol y la marihuana. Jhon Mario, mientras tanto, no solo se puso la 10 de Millonarios, llegó a vestir la camiseta de la selección Colombia, sino que se consagró como el mayor ídolo bogotano de la afición embajadora. Por una sencilla razón: era como si un hincha saltara desde la tribuna de oriental y se pusiera la camiseta para defender el escudo del que, en ese entonces, era el equipo más laureado del país.

Jhon Mario se apareció en ‘la finca’, como le llamaban a la sede de Millonarios en la autopista norte, con apenas 15 años. Tras una década de sequía, el equipo embajador había vuelto por la senda del triunfo al conquistar los campeonatos de 1987 y 1988, con una nómina de jugadores nacionales y extranjeros que hacían imposible que cualquier bogotano llegara, siquiera, a pelear un lugar en la titular.

El hijo de Gloria ya se había probado en las selecciones juveniles de Bogotá, donde hacía con la ‘número 5′ las mismas maravillas que con el balón de micro. Entonces, las divisiones menores del equipo albiazul lo acogieron, y mientras la fanaticada disfrutaba con jugadores como Goycochea, Prince, Vanemerak, Pimentel, Gambeta Estrada, Iguarán, Pájaro Juárez, la historia de un nuevo ídolo empezaba a forjarse bajo esa sombra.

Óscar Cortés fue uno de los primeros futbolistas bogotanos que llegó a la titular de Millonarios en la última década del siglo pasado. Debutó en 1990 y poco tiempo después se convirtió en el primer ‘rolo’ en llevar el brazalete de capitán en la historia del equipo embajador. Ya pertenecía al plantel profesional cuando conoció a Jhon Mario, quien entrenaba con el equipo de reservas (o categoría Primera C). Los fines de semana, Cortés, Jhon Mario, y Raúl Ramírez Gacha, se iban a ‘piratear’ en las canchas de micro. “Crecimos con ese fútbol, el fútbol de la calle. Nos metimos en varios campeonatos, era un espectáculo ir a ver jugar ese equipo”, recordó Cortés en diálogo con SEMANA.

“Una vez fuimos al barrio donde vivía (Oscar) Cortés. Había dos canchas de micro, una estaba llena, así que nos fuimos a jugar a la otra. Todos los que estaban en la primera cancha se fueron a vernos jugar. Llenábamos las canchas de micro”, le dijo a SEMANA Raúl Ramírez Gacha, quien llegó a las divisiones menores de Millonarios al mismo tiempo que su gran amigo Jhon Mario.

Miguel ‘Nano’ Prince, campeón con Millonarios en 1987, asumió la dirección técnica del equipo en 1992, y según recuerda Óscar Cortés, lo primero que hizo fue pedirle un 10 a Germán Gutiérrez Piñerez, en ese entonces coordinador de las divisiones menores del cuadro capitalino. “Nano, te lo tengo”. Sin embargo, cuando Prince vio llegar a Jhon Mario al entrenamiento de la profesional, dijo: “Noooo Germán, ¿eso es lo que me tenés de 10?”.

El “irreverente” del barrio Cazucá, como lo recuerda Cortés, destacó en los entrenamientos y Prince le dio la oportunidad de debutar. El 14 de octubre del 92, en un juego ante Bucaramanga en El Campín, Jhon Mario jugó sus primeros minutos como profesional, luciendo la camiseta número 27. Un año después, el 14 de noviembre de 1993, Ramírez marcó su primer gol, el cuarto de la victoria 4-2 ante Junior, también en El Campín. Esta vez, con el número 23 en la espalda, se encaramó en el alambrado de la tribuna de oriental y se abrazó con los hinchas para festejarlo.

“Millonarios se caracterizó porque el 10, el arquero y el centro delantero siempre eran extranjeros, y de cartel. Pensar que un muchacho de divisiones menores llegaría, era difícil creerlo. La apuesta era grande, pero la incertidumbre también”, dice Cortés.

Pero fue hasta agosto de 1994 cuando Jhon Mario se consolidó. Millonarios había contratado al serbio Vladimir Popovic, quien en 1985, como director técnico del Deportivo Cali, promovió la mejor dupla de volantes creativos en la historia del fútbol nacional, la del Pibe Valderrama y Bernardo Redín. El número 10 que le habían traído, el argentino Marcelo Benítez, fracasó y fue despedido a mitad de año. Entonces, Popovic se la jugó por Jhon Mario.

“Recuerdo que le dijo a Eduardo Porras, el utilero, que le llevara la número 10. ‘Porritas’ soltó la risa. ¿Este peladito se va a poner la 10? Pero en una muestra de carácter, Jhon Mario le dio la orden que le diera la 10. Se puso ese número tan sagrado en Millonarios y nunca más se lo quitó”, recuerda Cortés.

Aquel equipo de 1994 fue el primero en la historia de Millonarios que estaba integrado únicamente por jugadores colombianos. Con Jhon Mario de número 10, el equipo albiazul consiguió el récord de marcar 105 goles en la misma temporada. Uno de los más recordados fue el que le anotó a René Higuita en el primer partido del cuadrangular final ante Nacional. Jhon Mario corrió a la tribuna norte, se levantó la camiseta, y besó la imagen de la franela que tenía debajo, la del Divino Niño del 20 de julio. Millonarios completaba seis años sin disputar un título, y aunque tuvo que resignarse al subcampeonato, los hinchas se ilusionaron a tal punto que convirtieron a Jhon Mario en su nuevo ídolo.

Y no solo por sus túneles, por sus pases, por sus goles. “A Jhon Mario no le importaba pelearse con el que fuera. Se ponía la camiseta de Millonarios y la defendía a muerte”, dice Ramírez Gacha. “No le importaba ganarle de boquilla al rival. No tenía problema en bravear, en untársela a los rivales. Eso hizo que la gente se encariñara con él. Estaban apareciendo las barras bravas, y como vivía tanto el fútbol, Jhon Mario celebraba a rabiar con las barras. Se metió en el corazón de los hinchas”, recuerda Cortés.

Jhon Mario había demostrado su carácter desde el principio. Cortés recuerda un partido que el equipo de reservas fue a jugar a Honda (Tolima). La cancha estaba llena, se armó una batalla campal, y la gente que estaba en la tribuna se metió a la cancha para agredir a los jugadores de Millonarios. “Los mayores teníamos que proteger a los más pequeños, pero fue Jhon Mario el que agarró un palo y un ladrillo. ‘Para atrás que yo los defiendo’, dijo. Ese mismo carácter lo llevó a la cancha. Con él, Millonarios tuvo la camada de jugadores con mayor sentido de pertenencia que yo haya visto”, dice el actual gerente deportivo del cuadro capitalino.

Hernán Darío Gómez, técnico de la selección Colombia, lo convocó como el heredero del Pibe Valderrama. Jhon Mario debutó el 1 de septiembre de 1996, en la victoria 4-1 ante Chile por eliminatorias al mundial de Francia 98, sustituyendo a Faustino Asprilla que había marcado 3 goles.

A los 25 años, el bogotano se encontró de frente con la fama, los lujos y el dinero. Y cuando parecía haber alcanzado la gloria con las manos, el alcohol y las mujeres fueron una tentación de la que no pudo escapar. Las buenas actuaciones dentro de la cancha, se vieron empañados por los escándalos fuera de ella. Y además de goles y pases, empezó a acumular expulsiones por peleas con los rivales. Iván Mejía, que por aquel entonces era el comentarista más influyente en Bogotá, lo apodó “el gamín”.

“Era díscolo, pero no le hacía mal a nadie. Que a un joven de su edad le gustara el licor era algo normal. Lo malo es que era una figura pública. Pero Jhon Mario era tan buena persona que todos los fines de semana estaba en la iglesia del 20 de julio haciendo su aporte para las familias necesitadas. Mala persona no era”, dice Cortés.

Tras un año de altibajos, Jhon Mario volvió a llevar a Millonarios a disputar un título, en el campeonato 95/96. De nuevo, Prince era el director técnico, y armó un equipo en el que también destacó Ricardo Lunari. Ramírez Gacha recuerda que aquel año Jhon Mario marcó el mejor que le vio. “Fue contra el Deportivo Cali. En un recorte, eludió a dos defensas y le metió un taponazo a Miguel Calero”.

Para Cortés, sin embargo, los mejores partidos de Jhon Mario en Millonarios fueron en aquella Copa Libertadores de 1997, cuando los azules le ganaron a Peñarol y Nacional de Montevideo, que entonces tenía a uno de los mejores 10 del continente, Álvaro Recoba. Los hinchas azules recuerdan aquel túnel que enfureció al ‘chino’ y le provocó una expulsión.

Para muchos hinchas, el 13 de julio de 1997, Jhon Mario firmó uno de los mejores partidos de su vida con Millonarios. Marcó un golazo de tiro libre, el 4-0 de la victoria frente a Nacional. Ese día debutó el arquero uruguayo Héctor Burguez, quien también se convirtió en ídolo embajador. “Fue el mejor 10 con el que pude compartir en una cancha de fútbol. Lejos. Por su temperamento, su carisma. Siempre pedía la pelota. En el 97 teníamos el mejor mediocampo del fútbol colombiano. Era un deleite verlo jugar. Siempre pedía que le dieran la pelota, que él clarificaba el juego. Tenía la virtud de pedir la pelota en los momentos en que más quemaba. Le gustaba que le pegaran y nunca arrugaba. Creo que es el último 10 que marcó diferencia en el fútbol colombiano”, recuerda Burguez, desde Montevideo, en diálogo con SEMANA.

La imagen que el portero uruguayo tiene de Jhon Mario es la del más alegre de aquel plantel. “Había una guerra de audios con los coches. Todos sabíamos cuando llegaba la Ford Explorer de Jhon Mario por la música a todo volumen. Era él o Flaminio Rivas”.

Pero aquel partido contra Nacional empezaría a marcar el final de su historia con Millonarios. De nuevo, sus problemas fuera de la cancha lo alejaron de la titular, y el técnico de aquel momento, Diego Umaña, lo marginó del plantel. Jhon Mario se marchó sin cumplir su sueño de ganar un título, y comenzó un periplo por todo el país que lo llevó a vestir las camisetas de Medellín, Deportivo Cali, Deportes Tolima y Deportes Quindío.

Regresó a Millonarios en 2001, un paso fugaz que se saldó con el título de la Copa Merconorte, único trofeo internacional en las vitrinas embajadoras. Lo que parecía ser la revancha de Jhon Mario, se volvió en una nueva decepción. Millonarios no le renovó el contrato, y su carrera parecía llegar al final.

Una mañana, borracho y tirado en un colchón, escuchó la voz de Dios. “Tú me buscas, yo te voy a levantar y restaurar tu hogar. A mi me iban a matar, estaba muy mal rodeado”, reveló Jhon Mario en una entrevista, al portal golgolgol.net en 2015. “Al año, Dios restauró mi hogar, y me devolvió una familia espectacular”.

Tras esa conversión, Jhon Mario volvió a las canchas con el Cóndor (de la primera B), y el Carabobo de Venezuela. Para sorpresa de muchos, Independiente Santa Fe lo contrató a pesar de su condición de ídolo de Millonarios. La hinchada cardenal, en principio, tenía la esperanza de verlo triunfar. Pero le dio la espalda una noche de abril de 2003, cuando en pleno clásico capitalino, Jhon Mario, a puerta vacía, mandó un disparo por encima del larguero. Nunca se lo perdonaron. Cúcuta, Chicó, Bogotá y Deportivo Pereira fueron las últimas camisetas que defendió. El último gran ídolo del fútbol bogotano se retiró en el 2008, en el olvido y en medio de una precaria situación económica.

De ‘gamín’ a ‘pastor’

Tras su retiro de las canchas, Jhon Mario empezó a prepararse para convertirse en director técnico. En 2011, Millonarios vio la reconversión del 10 y lo acercó al plantel profesional. Fue contratado como guía espiritual del equipo que dirigía el venezolano Richard Páez, que ese año conquistó el trofeo de la Copa Colombia. “Antes me decían gamín, ahora me dicen pastor”, dijo Jhon Mario en aquella entrevista.

“De una vida no tan ordenada, a otra vida cuando encontró a Cristo. Más allá de predicar la palabra, lo empezó a hacer con el ejemplo. Cambió hasta su forma de hablar, de expresarse”, dice Burguez. “Uno no se puede arrepentir de las cosas. Le dije, Maruchita, lo que fue, fue. Me alegra que haya recibido a Dios. Es la enseñanza de que uno puede cambiar. Dios le dio una segunda oportunidad”, recuerda Raúl Ramírez Gacha.

Jhon Mario tenía el sueño de volver a Millonarios como entrenador, y así conquistar el título que se le había escapado hasta tres veces como jugador. Decía que cuando llegara a dirigir al cuadro albiazul iba a tener un onceno de jugadores bogotanos.

El sueño empezó a tomar forma cuando Patriotas de Boyacá, el pasado mes de mayo, lo contrató como director técnico. Viajó a Tunja, pero antes de dirigir su primera práctica, el virus de la covid 19 lo sorprendió. Jhon Mario libró el partido más decisivo de su vida, y una semana después de que su Millonarios perdió la final del campeonato contra Tolima, Jhon Mario también perdió su batalla. Un nuevo golpe que sacudió a los hinchas de Millonarios, precisamente cuando el equipo celebraba sus 75 años.

“Te vamos a extrañar, amigo”, dice Burguez. “Hasta siempre mi ‘Marucha’. Desde los 15 años disfruté alegrías y tristezas. Siempre estarás en mi corazón, como mi gran amigo”, afirma Ramírez Gacha con la voz entrecortada. “Nunca lo vamos a olvidar. Los amigos que dejan tanta huella siempre los vamos a recordar con amor”, asegura Óscar Cortés.

El hijo de Gloria Ramírez, el que cumplió el sueño de ser el 10 de Millonarios, se marchó en medio del cariño de los hinchas a los que tantas alegrías regaló. En el cielo se habrá encontrado con Popovic, ese técnico que lo llevó a la consagración, y con el padre Alirio López, que tantas bendiciones le impuso cuando defendía la camiseta azul. El fútbol bogotano tiene un dolor en el alma. Un dolor llamado Jhon Mario Ramírez.