Como sociedad sí que hemos cambiado y la pandemia se ha convertido en paisaje; nos hemos relajado con las medidas que adoptamos para protegernos del contagio de la covid-19. El distanciamiento cada día es menor, entendemos que las vacunas nos han permitido alcanzar inmunidad pero está claro que todavía no estamos en una pospandemia, con lo cual los sectores productivo y económico deben mantener las medidas de bioseguridad para garantizar el funcionamiento de la nueva normalidad.

Las personas somos consumistas por excelencia y siempre compramos productos empacados en cartones y plásticos. No obstante, ahora que todo es más restringido por el coronavirus, vemos cómo se han agudizado las malas prácticas de generación de contaminantes por la necesidad de implementar protocolos anticovid.

Por ejemplo, los domicilios de la industria gastronómica han tomado un mayor protagonismo. Siguen guardando los pedidos en cajas y ahora, además, vienen con una bolsa para aislarlos del entorno y así brindar a los clientes una sensación de seguridad en relación con el virus.

Podríamos asegurar que los desechos han aumentado considerablemente desde el 2020 y no solo por las envolturas de comida, sino por los guantes y tapabocas. Según la ONU: “Su aumento ha sido tal que los sistemas de reciclaje han colapsado en algunos países. Si no se toman medidas, más del 70 por ciento de este plástico terminará tirado en océanos y vertederos, y hasta un 12 por ciento será quemado causando contaminación y enfermedad en las zonas más vulnerables del planeta”.

La conciencia ambiental que afloró al inicio de la pandemia ya la estamos perdiendo. ¡Es hora de llamar a la reflexión para que todos los sectores, principalmente el gastronómico, se comprometan con ser más sostenibles! El mundo merece nuestra oportuna atención.

El coronavirus no solo debería llevarnos a pensar respecto a lo frágiles que somos como humanos, sino sobre nuestros comportamientos y la necesidad de planificar mejor el territorio.

El aislamiento nos demostró lo necesario que es salir, disfrutar de las cosas básicas que nos pueden dar la existencia, las libertades, poder respirar, escuchar los sonidos de la naturaleza e interactuar con otros. También lo importante que es hacer uso del espacio público.

Es así como las alcaldías, gobernaciones y el Gobierno nacional deberían apostarle a una política pública con la que se generen parches verdes en los lugares que hayan mayores dificultades sociales y donde se encuentren las islas de calor para, de esta manera, configurar unos nuevos sitios de disfrute para la gente.

Cien metros es poco, pero si esta área es empleada para una zona verde destinada para las personas podría mejorar la media nacional de espacio público por habitante y, además, se recuperarán ecosistemas.

Se ha señalado que los niveles de violencia se logran disminuir cuando se goza de espacios ajardinados. Hoy en día, producto de la pandemia, se han desencadenado una mayor cantidad de enfermedades mentales y es necesario actuar frente a esto con estrategias que impacten la calidad de vida de los humanos.

Deberíamos hablar y trabajar por causas. Si entre todos construimos un consenso social para ser más responsables ambientalmente, donde gran parte del discurso se centre en acciones simbólicas que transformen ideas y generen cambios de fondo, en relación con el cuidado del planeta, lograríamos un primer camino para construir y no para dividir. ¡Es hora de actuar y de reflexionar!

*Director del Área Metropolitana del Valle de Aburrá

@JDPalacioc