La vocación educativa de Sara Álvarez nació desde una familia que veía en el aula “un lugar sagrado”, como lo dice ella. Hoy, es cofundadora y miembro de la junta directiva de ESIC Business & Marketing School Medellín y directora ejecutiva de la Fundación Universitaria Ceipa. Desde allí impulsa modelos de formación que cuestionan lo tradicional y responden a un mundo que cambia aceleradamente.
Para ella, como para su familia, la educación es una forma de transformar sociedades. ESIC Medellín fue creada en 2021, mientras que Ceipa fue fundada por sus abuelos hace 53 años y hoy sigue vigente gracias a esa misma convicción.
Ambos proyectos, dice Álvarez, están dirigidos a quienes buscan aprender distinto. “Personas que saben que el mundo de hoy requiere unas competencias que la educación tradicional no siempre te da”, afirma. Se enfocan en desarrollar habilidades que permitan adaptarse a entornos impredecibles y laborales. “El mundo ha cambiado tanto y tan rápido que el estudiante necesita una metodología diferente”.
Esa mirada viene de una tradición familiar en la que educar era un acto de dignidad. Ella lo explica con una imagen que guarda como herencia. “Tenemos una foto de mi abuelo, Antonio Mazo Mejía, en 1956. Está parado en un salón de clase en un pueblo remoto de Antioquia, con un calor impresionante. Está impecable, de traje, y los niños ni zapatos tienen”. Cuando le preguntaban por qué se vestía así, esto respondía, recuerda Álvarez: “No hay nada que merezca más respeto que un salón de clase”.
Ese legado lo encamina ahora como una responsabilidad. “Esa chispa de pasión por la educación como motor de transformación ha estado en nuestra familia por generaciones”. Su meta es que la educación se convierta en plataforma de crecimiento real para los estudiantes, sin importar si su camino está en una empresa o en un emprendimiento.
Se detiene en esto último. “Nos enfocamos mucho en el emprendimiento porque una sociedad como la colombiana necesita emprendedores. Y no solo quienes crean empresas, sino personas capaces de ejecutar proyectos, de innovar y responder a lo que necesitan las organizaciones y el país”.
Lo que defiende, agrega, es una evolución al modelo tradicional educativo. Un aula que no se queda quieta, que entiende y traduce en oportunidades las necesidades que hoy aqueja a las nuevas generaciones. Como su abuelo, ella sigue creyendo que la educación es un acto de respeto. Y por eso, hay que buscar nuevas formas de educar y hacer más cercano el aprendizaje.