Si el ciclo de vida del empleado es el mapa, la cultura organizacional es el terreno donde ese mapa se despliega. Una cultura clara y coherente es la base para que la experiencia del empleado sea real y sostenible.
Me gusta pensar en la cultura como ese “contrato no escrito” entre la empresa y su gente. Va más allá de los valores en la pared o de los discursos en las convenciones. La cultura se siente en cómo resolvemos los conflictos, en cómo se toman las decisiones, en si reconocemos o no los logros de otros, en si permitimos la innovación o castigamos los errores.
El reto está en que la cultura no es estática. Evoluciona con el tiempo, con la llegada de nuevas generaciones al mercado laboral y con las transformaciones sociales. Hoy, los colaboradores esperan más flexibilidad, propósito y sostenibilidad. Ya no basta con pagar un salario competitivo: las personas quieren pertenecer a empresas donde puedan ser ellas mismas, crecer y sentirse orgullosas de su contribución.
Escuchar: el primer paso para transformar
Un error frecuente en muchas organizaciones es diseñar programas de bienestar basados en suposiciones. Creemos saber qué quiere la gente, pero rara vez preguntamos de forma honesta y estructurada. Y cuando lo hacemos, muchas veces no escuchamos con verdadera intención de actuar.
La voz de los empleados debe ser el insumo principal de cualquier plan. Y aquí es donde herramientas como las encuestas de clima laboral, los buzones de sugerencias, las sesiones de escucha y el famoso eNPS (Employee Net Promoter Score) se convierten en aliados estratégicos.
Sin embargo, la verdadera diferencia está en lo que hacemos después de escuchar. Como líder, he aprendido que recibir feedback es solo la primera parte. Lo transformador ocurre cuando convertimos esa información en decisiones y cambios visibles. Cuando visitamos nuestras operaciones, conversamos con los equipos en su entorno real y entendemos sus retos cotidianos, nos acercamos a una verdad que los reportes a veces esconden.
Implementar métricas como el eNPS no es una moda: es una forma de tener un termómetro de satisfacción y lealtad. Saber cuántos empleados recomendarían a la empresa como un buen lugar para trabajar, y por qué, nos permite diseñar planes concretos que impactan directamente en la retención y en la cultura.
Bienestar: una estrategia, no un beneficio
Hablar de bienestar no es hablar de “extras” o “detalles”. Es hablar de estrategia empresarial. No exagero al decir que la sostenibilidad del negocio depende de la forma en que cuidamos a nuestra gente.
Un estudio reciente realizado por la plataforma MiCVideal a 1.200 personas, reveló que el 88% de los trabajadores en Colombia experimenta síntomas de agotamiento laboral. Un 20% ha pensado en renunciar diariamente y un 25% ha sentido depresión relacionada con el estrés. Las principales causas: falta de claridad en las funciones, entornos tóxicos y reuniones innecesarias.
Estos datos no son solo cifras frías. Son una alerta para todos los que lideramos equipos. Nos recuerdan que el bienestar impacta directamente en la rotación, el ausentismo y la productividad. Y que, aunque implementar programas pueda implicar costos iniciales, el retorno se ve en el ahorro a largo plazo en procesos de atracción y retención, así como en la consolidación de una cultura de alto desempeño.
Acciones concretas que marcan la diferencia
Invertir en la experiencia del empleado no es un discurso etéreo, se traduce en acciones muy concretas. Algunas de ellas:
- Flexibilidad real: horarios híbridos, jornadas adaptadas a diferentes etapas de vida o incluso políticas de desconexión digital.
- Planes de carrera claros: oportunidades de capacitación, mentorías y movilidad interna.
- Reconocimiento humano: un “gracias” sincero, un espacio para celebrar logros o un correo de felicitación pueden ser más valiosos que un bono ocasional.
- Cuidado de la salud mental: acceso a programas de acompañamiento psicológico, talleres de manejo del estrés, días de bienestar.
- Inclusión y diversidad: permitir que cada persona sea auténtica, sin miedo a ser juzgada.
- Comunicación abierta: líderes accesibles, dispuestos a escuchar y a responder con transparencia.
- Espacios adecuados: oficinas ergonómicas, herramientas digitales modernas y entornos que inviten a la colaboración.
Son acciones simples, pero poderosas. Acciones que dicen: “Te vemos, te escuchamos, nos importas”.
La responsabilidad de los líderes
En este viaje, los líderes tenemos un papel determinante. Podemos ser facilitadores de experiencias significativas o barreras que generan frustración. La diferencia está en nuestra disposición a estar cerca, a escuchar y a actuar con coherencia.
Creo firmemente que el liderazgo hoy no se mide solo por resultados financieros, sino por la capacidad de construir entornos donde las personas puedan crecer y sentirse plenas. Esa es la verdadera ventaja competitiva: equipos motivados, orgullosos y comprometidos.
La satisfacción como viaje, no destino
Al final, la satisfacción del empleado no es un punto de llegada. Es un viaje en constante construcción. Un viaje que comienza con una pregunta sencilla, pero poderosa: ¿qué necesitan mis empleados para ser felices aquí?
Las respuestas están a nuestro alcance. A veces en una conversación de pasillo, a veces en una encuesta, a veces en una mirada silenciosa que refleja cansancio o desmotivación. La clave está en tener la sensibilidad para escucharlas y la valentía para convertirlas en acción.
Porque cuando cuidamos de nuestra gente, no solo construimos empresas más humanas: también construimos organizaciones más sólidas, competitivas y sostenibles. Y ese, estoy convencida, es el camino del liderazgo del futuro.
Por Catherine Hadechini, VP de Operaciones de Foundever en Colombia