Regresamos a Colombia después de dos intensas semanas de negociaciones y participación en la COP30 de Cambio Climático, realizada en Belém do Pará, Brasil. Este es el encuentro anual más importante sobre acción climática global: un espacio que reúne a gobiernos, ONG, empresas, juventudes y comunidades para evaluar los avances colectivos que buscan evitar que la temperatura del planeta supere los 1,5 °C y fortalecer los esfuerzos de adaptación ante los impactos del clima.
Esta conferencia debía tener un carácter especial. No solo porque hacía once años no ocurría en América Latina y era la primera en la amazonía, sino porque coincidió con la conmemoración de los diez años del Acuerdo de París, el marco que guía la acción climática y establece las pautas para que los países determinen sus compromisos de reducción de emisiones.
En el avión de regreso, el azar nos sentó a tres mujeres que hemos recorrido juntas durante años los distintos ángulos de las negociaciones multilaterales: Alicia Lozano, Directora de Relacionamiento del Instituto Humboldt; Laura Juliana Arciniegas, Líder de Naturaleza en Transforma; y Angela Rivera, Asesora de AILAC. Entre las tres sumamos décadas de experiencia que abarcan el amplio espectro de la agenda ambiental y de desarrollo sostenible, desde la Cancillería hasta el Ministerio de Ambiente y hoy en espacios decisivos para la implementación.
A más de 30.000 pies de altura, comenzamos a conversar sobre lo vivido en estos días. Este artículo nació en el aire y terminó de escribirse al aterrizar en Bogotá, mientras seguíamos en tiempo real lo que ocurría en una plenaria de cierre que se había prolongado un día más de lo previsto y estuvo tan caliente como el incendio que, dos días antes, obligó a todos los delegados y participantes a evacuar el centro de conferencias y a suspender por horas el trabajo. ¿Premonitorio? Quizá.
Lo bueno
Siguiendo el espíritu optimista que aún nos inspira, es importante rescatar algunos avances y elementos positivos que dejó esta COP.
Pese a que la conmemoración de los diez años del Acuerdo de París pasó casi desapercibida en Belém, se reconoció un hecho clave: aunque el mundo sigue encaminado hacia un calentamiento de 2,8 °C a fin de siglo, sin los compromisos del Acuerdo de París estaríamos rumbo a un escenario de 4°C. Es decir: aunque insuficiente, el acuerdo sí ha transformado la acción climática global, impulsando avances significativos, incluyendo energías renovables, eficiencia y movilidad eléctrica.
Así mismo, aunque muchos imaginan que todo lo que ocurre durante la COP queda automáticamente “bajo el paraguas” de los acuerdos oficiales entre gobiernos, la realidad es que gran parte de los compromisos, alianzas e iniciativas relevantes suceden de manera paralela. La COP es el espacio formal de negociación, pero el ecosistema que se mueve alrededor tiene un peso cada vez mayor. Esto es muy positivo ya que demuestra el interés y el compromiso que cada vez más actores y sectores muestran en este tema.
Un ejemplo de esto fue el lanzamiento del Fondo de Bosques Tropicales para Siempre (TFFF), un mecanismo innovador que ofrecerá pagos anuales y a largo plazo a países como Colombia, Brasil, el Congo e Indonesia por cada hectárea de bosque preservada. El TFFF logró en la COP30 una capitalización inicial de 6,5 mil millones de dólares, el mayor monto alcanzado en una cumbre climática, que servirá para generar incentivos económicos y de acceso directo para comunidades y pueblos indígenas en el territorio.
A lo anterior se suma otro logro histórico: esta ha sido la COP con mayor participación de pueblos indígenas y comunidades locales en toda la historia del proceso. Su presencia fortaleció la visibilización de su rol como guardianes de la naturaleza y portadores de saberes ancestrales.
Otro punto positivo fue el encuentro de la Red BioAmazonía, que reúne a las principales instituciones de investigación e innovación en biodiversidad amazónica. Cinco de los ocho países amazónicos participaron a través de ocho entidades robustas, entre ellas el Instituto Sinchi y el Instituto Humboldt por Colombia. Esta red articula más de 2.000 investigadores y 300 PhD para construir una hoja de ruta común en temas como deforestación, delitos ambientales y bioeconomía. Se trata del esfuerzo más ambicioso del Sur Global por integrar el conocimiento científico en una agenda común para la Amazonía.
Finalmente, es imprescindible destacar el papel de la delegación colombiana, que recibió por tercera vez consecutiva el reconocimiento por parte de la sociedad civil como el “Ray of the COP” por su liderazgo. Hasta el último minuto (literalmente), Colombia defendió la inclusión de temas clave que habían sido omitidos pese a contar con lenguaje previamente acordado: sinergias entre los convenios de clima, biodiversidad y suelos; financiamiento e indicadores robustos para la Meta Global de Adaptación; referencias explícitas a bosques; y una hoja de ruta sobre combustibles fósiles.
Lo malo
Sinergías entre cambio climático y biodiversidad
Todo apuntaba a que esta COP climática/amazónica marcaría el camino para una verdadera sinergia entre los convenios de clima y biodiversidad. Sin embargo, la referencia a este tema terminó siendo vaga, limitada a un proceso ya existente y poco efectivo, y estuvo en riesgo de desaparecer por completo del texto durante buena parte de la negociación. Este era uno de los temas bandera de la delegación colombiana y uno de los aportes más importantes del Instituto Humboldt.
Lamentablemente, mientras no comprendamos que las acciones climáticas más efectivas son aquellas que ponen la biodiversidad en el centro, seguiremos desviando recursos e ignorando la voz de los países que más contribuyen tanto a la captura de carbono como a la conservación de la biodiversidad.
NDC de baja ambición
Se esperaba que todos los países llegaran a la COP con nuevos compromisos climáticos o NDC (Contribuciones Nacionalmente Determinadas) más ambiciosos y alineados con la ciencia, pero sólo una fracción lo hizo y pocos plantearon esfuerzos mayores. El Secretario General de Naciones Unidas lo calificó como una “falla moral” y una “negligencia mortal”. Sin nuevas metas, es extremadamente difícil evaluar avances globales y proyectar trayectorias realistas.
El paquete político de Belén, conocido como el “Global Mutirão”, volvió a poner sobre la mesa la necesidad urgente de un giro profundo en la arquitectura de la acción climática. Aunque el documento lanza el Global Implementation Accelerator como una iniciativa cooperativa y voluntaria guiada por las Presidencias de 2026 y 2027 para acelerar la implementación del Acuerdo de París, sus mandatos se concretan principalmente en la realización de diálogos, sesiones informativas y un evento de alto nivel en 2026. Para muchos, incluidas nosotras, estos espacios recuerdan a la expresión colombiana de “tomémonos un tinto y seamos amigos”: conversaciones cordiales, bien intencionadas, pero que no necesariamente desembocan en decisiones sustantivas ni en el nivel de profundidad que exige la urgencia climática.
La COP de la Adaptación: avances formales, retrocesos políticos
Aunque se adoptó un conjunto de indicadores para evaluar si los países están fortaleciendo su resiliencia y adaptándose a los impactos del clima, el resultado era central para esta COP y dejó un sabor amargo. La Presidencia reescribió la lista final de indicadores sin un proceso transparente con las Partes, pasando por alto dos años de trabajo técnico. Y en materia de medios de implementación, la decisión solo reafirma la duplicación del financiamiento para adaptación —un compromiso ya existente— y “hace un llamado” a realizar esfuerzos para al menos triplicar el financiamiento hacia 2035, sin acuerdos vinculantes ni una hoja de ruta clara. La adaptación sigue quedando relegada, aun cuando sus impactos recaen de manera desproporcionada en los países más vulnerables.
Transición energética sin hoja de ruta
Mientras las emisiones globales y la infraestructura fósil continúan creciendo, la COP no logró acordar un lenguaje claro para guiar la transición energética que la ciencia demanda. Más de ochenta países se alinearon bajo distintas iniciativas y declaraciones para trabajar en una hoja de ruta para esta transición. Sin embargo, la propuesta enfrentó una fuerte oposición y no logró el consenso. En línea con el liderazgo mencionado anteriormente, Colombia, en cabeza de la Ministra Irene Vélez, propuso en una rueda de prensa que llenó sala, una de estas declaraciones y anunció que hospedará la primera conferencia internacional sobre la salida progresiva de los combustibles fósiles, en abril de 2026 en Santa Marta. Al cerrar la COP, Brasil indicó que también impulsará el próximo año en su calidad de presidencia un proceso para avanzar en esa hoja de ruta, beneficiándose del encuentro en Colombia.
La COP de la Amazonía: sin acuerdos para frenar la deforestación
La elección de Belém como sede de la COP buscó inspirar con su entorno amazónico decisiones contundentes para frenar la deforestación, pues los bosques del planeta siguen bajo presión. Según el último informe de la FAO (Global Forest Resources Assessment 2025), la tasa anual de deforestación se mantiene en 10,9 millones de hectáreas, un nivel incompatible con las metas globales.
Sin embargo, los países no definieron cómo avanzar en el compromiso ya acordado en 2023 de detener la deforestación y degradación forestal al 2030. El texto final de la COP, en lugar de comprometerse con metas concretas, quedó reducido a una mención declarativa: sin plazos, sin mecanismos de seguimiento, sin obligaciones claras. Se espera que al igual que en materia de combustibles fósiles, la Presidencia brasileña lidere el próximo año al menos una serie de diálogos para llegar a un resultado más concreto en la próxima COP.
Bloqueos, mañas y desgaste
Las negociaciones estuvieron marcadas por bloqueos de países que buscan defender sus intereses fósiles, largas horas de discusiones estériles y una desconexión evidente entre los discursos y lo que realmente sucede en las salas. Increíblemente, uno de los debates que más tiempo consumió fue la elección de la sede de la próxima COP, entre Turquía y Australia, un episodio que terminó pareciendo más una disputa por “turismo de naturaleza” que una deliberación sobre la crisis planetaria. La puja se llevó a cabo en unos términos muy complejos y llegó a una decisión inusual, y para muchos poco conveniente: la COP 31 tendrá como anfitriones a los turcos, no obstante lo anterior, el liderazgo de las negociaciones estará a cargo de Australia. Adicionalmente, una pre COP tendrá lugar en las islas del pacífico.
¿Qué sigue y qué debe cambiar?
Si algo dejó claro la COP30 es que el proceso mismo de negociación debe reformarse. La cantidad de horas invertidas por delegaciones de todo el mundo —sin resultados proporcionales— revela un mecanismo desgastado, burocrático y lento para responder a la urgencia climática.
Además, es paradójico que un encuentro por el clima genere una huella ambiental tan grande. La comunidad global debe mirar críticamente este modelo: el multilateralismo ambiental, tal como lo conocemos, requiere una profunda reinvención. Hemos construido un sistema enorme, complejo, costoso… y que no está a la altura de la crisis que pretende resolver.
Con los objetivos, reglas e instituciones del Acuerdo de París ya definidos, el desafío ahora es la implementación. Gobiernos, empresas y sociedad civil deben acelerar esfuerzos y crear nuevas formas de cooperación en un contexto donde la cooperación internacional se ha debilitado, especialmente tras el retiro del gobierno de Trump del Acuerdo y el auge del negacionismo climático. La COP de 2026 en Turquía será una prueba crucial de esta etapa de implementación.
A pesar de los sinsabores, seguimos creyendo en el multilateralismo como motor de acción colectiva, y un espacio de diálogo necesario. Apostamos por acuerdos transparentes, inclusivos, con ambición y con verdadera voluntad política. El proceso necesita una crítica honesta y una ambición renovada que inspire la acción climática en todos los niveles. Porque la acción climática es un compromiso de todos, no de unos pocos. When there is a will, there is a way.