La escritora y poeta nicaragüense Gioconda Belli, quien fue una de las 94 nicaragüenses en el exilio despojadas recientemente de su nacionalidad, habló de su situación en entrevista con el canal español RTVE Noticias el pasado domingo. En un simbólico acto, cortó con tijeras su pasaporte y aseguró que eso no le quita la nacionalidad.

Juan Sebastián Chamorro es otro de los 222 presos políticos deportados a Estados Unidos, que fueron despojados de su nacionalidad nicaragüense. | Foto: AFP

“Realmente, este papel, que es el pasaporte nicaragüense, no me hace a mi nicaragüense, no me quita la nacionalidad, no me quita la nacionalidad el que hayan cambiado la constitución, porque no la podían cambiar”, asegura Belli durante la entrevista, antes de tomar las tijeras.

“Este papel lo voy a romper aquí mismo, en directo, porque quiero que quede claro que yo no soy este documento. Yo soy Gioconda Belli, soy una poeta nicaragüense y cuando la historia haya olvidado a estos tiranos, yo voy a seguir existiendo en mis libros como poeta nicaragüense”, explica mientras corta una de las hojas principales de su pasaporte.

“Que quede claro que no me van a amilanar, no voy a dejar de ser quien soy, por no tener este documento. Este documento, además, está emitido por un gobierno que yo desconozco, porque es un gobierno que ha asesinado, que nos ha quitado la nacionalidad y nos ha llamado traidores a la patria sin ninguna razón. Yo lo que he hecho es escribir, escribir poesía, escribir artículos de opinión”, dice Belli, quien explica que retirarle la nacionalidad a ella implicó también quitársela a su hijo y a su hermano.

Belli, antes sandinista, hoy repudiada

Gioconda Belli vivió en España, México y Costa Rica. Regresó a su país tras la dictadura de Anastasio Somoza, en 1979, cuando los guerrilleros despojaron del poder al dictador y de manera entusiasta formó parte del nuevo gobierno sandinista.

Hoy, Belli es una de las opositoras de un gobierno al que inicialmente apoyó, el de Daniel Ortega, que se suponía que era el primer paso a una democracia, tras la dictadura de Somoza. | Foto: AFP

Daniel Ortega inició su incursión en la política nicaragüense hace más de cuatro décadas, cuando se dio a conocer como uno de los líderes del Frente Sandinista de Liberación Nacional, FSLN.

En ese momento en que Belli regresó al país, Ortega decía que buscaba establecer en el país un nuevo horizonte de justicia social. Durante la primera presidencia de Daniel Ortega empezó una política de corte socialista, que consistía en la total intervención del Estado en el mercado y la intervención contra ciudadanos nicaragüenses opositores al régimen sandinista.

Luego, Ortega tuvo que convocar a nuevas elecciones, perdió el poder, pero regresó en 2007 y desde ese momento hasta hoy, suma 27 años en el poder en Nicaragua, más que cualquier otro dictador del país.

Hoy, Belli es una de las opositoras de un gobierno que inicialmente apoyó, como el escritor Sergio Ramírez, quien también fue despojado de su nacionalidad, tras haber sido vicepresidente en el primer gobierno de Ortega.

Daniel Ortega y su esposa y vicepresidenta Rosario Murillo. “Son 30 años de la revolución sandinista, que fue hermosa e importante, pero que se frustra porque en 1990 Daniel Ortega toma el partido y lo convierte en un adefesio para satisfacer sus ansias de poder", asegura Belli. | Foto: Copyright 2018 The Associated Press. All rights reserved

“Son 30 años de la revolución sandinista, que fue hermosa e importante, pero que se frustra porque en 1990 Daniel Ortega toma el partido y lo convierte en un adefesio para satisfacer sus ansias de poder. Y lo que es la vieja guardia sandinista lo deja. Todos nos fuimos, porque no quisimos seguir siendo cómplices de lo que él estaba haciendo. Me da mucha tristeza cómo en nombre de esa organización, por la que murió tanta gente, se está haciendo todo esto”, dijo Belli ante RTVE.

La poeta nicaragüense agradeció también el gesto del gobierno español de ofrecerles la nacionalidad a todas las personas afectadas por la medida de Ortega, así como a los 222 presos que fueron deportados a Estados Unidos y expulsados de su país, despojados de su nacionalidad y de sus derechos políticos.

“España ha tenido un gesto extraordinario de ofrecer la nacionalidad a esas personas para que no queden como apátridas; ese es un gesto que no han tenido otros países de América Latina que, curiosamente, hubiéramos esperado que tuvieran más generosidad”, dijo.