La vereda Itilla se encuentra a unas cuatro horas de San José del Guaviare. Llegar al lugar no es fácil y hay que hacer varias maniobras, cruzar por trochas donde no pasa cualquier vehículo, carreteras gredosas y atravesar un riachuelo en canoa, en medio de la maleza de la tupida selva.

SEMANA es el único medio que ha llegado hasta este remoto lugar, donde el pasado 10 de noviembre, por orden del presidente Gustavo Petro, hubo un poderoso bombardeo contra hombres de las disidencias de las Farc de Iván Mordisco, conocidas como Estado Mayor Central (EMC). El saldo: 20 muertos, entre ellos siete menores de edad.

En el sitio del ataque aún están las huellas y las víctimas, no se trata solo de los hombres de las disidencias. Los pobladores vivieron en carne propia el terror de la guerra al ver bombardeadas sus casas. Al recorrer el terreno se observa la maleza quemada por el fogonazo de las bombas y la tierra levantada producto de la explosión que dejó enormes agujeros en el suelo.

Los pocos pobladores de Itilla recorren la zona con temor. En el piso quedaron sin activarse varios artefactos explosivos, como granadas de mortero, que no se sabe a quién pertenecen, si a las Fuerzas Militares o a las disidencias de las Farc.

Lo único que tienen claro es que son tan peligrosas como las minas antipersona y ahora temen volver a sus parcelas. Al caminar por la zona se ven los casquillos de las balas de fusil que quedaron regados. Son tantos que se pueden coger por manotadas.

El escenario es el de un completo campo de guerra. En árboles, troncos de madera, paredes y objetos metálicos quedaron los agujeros de los balazos producto de los enfrentamientos entre los disidentes de las Farc y las tropas. El sol radiante de Itilla contrasta con el desastre y la desolación de quienes viven en la región.

La familia Rodríguez aseguró que todo quedó inservible tras las confrontaciones entre la fuerza pública y las disidencias de las Farc.

Ese es el caso de Isaías Rodríguez y Marta Rodríguez, una pareja de campesinos que denunciaron que en el hecho su casa fue bombardeada por las Fuerzas Militares. Y así lo constató SEMANA: su vivienda quedó en ruinas, carbonizada y llena de munición como si se tratara de un escenario de posguerra. “Nos salvamos de milagro”, fueron las palabras de Isaías, quien después de casi dos semanas del bombardeo pudo llegar de nuevo a su finca, en donde se encontró con su vivienda en cenizas.

Durante más de una década, Isaías y su mujer habían hecho grandes esfuerzos para levantar las paredes de su hogar, que tenía una composición mixta de ladrillo y madera. La mayor parte fue levantada en madera porque es menos costosa, pero el impacto de la guerra fue peor. Las tres habitaciones, la sala y la cocina, que conformaban su propiedad, quedaron hechas cenizas.

Según Isaías, desde un helicóptero del Ejército lanzaron bombas incendiarias contra su vivienda, ocasionando que las llamas la consumieran por completo. “Los vecinos me informaron que mi casa fue bombardeada desde un helicóptero”, le dijo Isaías a SEMANA, mientras levantaba del suelo las piezas achicharradas que iba encontrando.

Los habitantes de la vereda Itilla, en Calamar, Guaviare, temen seguir en la zona por la posibilidad de que exploten las bombas que quedaron en tierra. SEMANA pudo constatar que en el piso hay tantos cartuchos del combate que se pueden recoger por manotadas.

Con voz entrecortada, negó que su vivienda fuera un cambuche de la guerrilla, como lo estaban afirmando las fuerzas del orden. Explicó que el día que se presentó el bombardeo su esposa y él se encontraban en el municipio de Calamar, asistiendo a una capacitación para prevenir enfermedades como la malaria.

“Yo la dejé con candado, me fui para el pueblo, cuando los vecinos me dieron la noticia. Decían que mi casa estaba echando humo y la habían bombardeado”, relató Isaías, quien reconoció que la tragedia pudo ser mayor de no ser porque días antes sus hijos y nietos, que lo habían visitado, regresaron a sus hogares.

“Yo vivo con mi esposa y mi hijo. Hay otros parientes que vienen de manera esporádica, y mis nietos se habían ido hace unos diez días porque estuvieron de vacaciones (...). Nos salvamos de milagro porque ninguno estaba en la casa”, narró.

Los campesinos de Itilla aseguraron que, desde 2016, no se presentaban hechos de violencia tan graves en esta región.

Al enterarse de lo sucedido, Isaías y su esposa se desplazaron desde Calamar a la vereda, encontrándose con el lugar lleno de tropa, militares que, según él, no le permitieron ver lo que había ocurrido. “Me negaron el acceso, no me permitieron ingresar para hacer registros fotográficos de lo que había pasado (...). Siento nostalgia y tristeza de ver todo derrumbado”, le manifestó a SEMANA.

Mientras Isaías hacía esfuerzos para no desmoronarse anímicamente al ver todas sus pertenencias, elementos de trabajo y años de esfuerzo hechos polvo, Marta Rodríguez, su esposa, recorría el lugar tratando de recuperar alguna pertenencia. Removía palos carbonizados, ollas incineradas, vasos rotos, tratando de encontrar algún elemento en buen estado. La realidad la golpeaba a cada paso. Todo estaba hecho ceniza.

“Qué tristeza ver mi casa en lo que quedó, vuelta nada. Yo madrugaba, era feliz, contenta acá en el campo. Me levantaba a hacerle el desayuno a mi esposo para que se fuera a trabajar, y yo me iba a sembrar plátano, yuca, caña y las piñas. Ese era mi diario vivir”, relató Marta, víctima silenciosa de este bombardeo que no ha ocupado titulares. Nadie la ha llamado y no sabe cómo rehacer su vida. Solo está segura de que no tiene nada que ver con la guerra aunque esta haya llegado a su casa.

La polémica

El pasado 10 de noviembre, el presidente Gustavo Petro anunció públicamente que había ordenado bombardear a las disidencias de las Farc de Iván Mordisco. El resultado fueron 20 muertos. Para el Gobierno, el ministro de Defensa, Pedro Sánchez, y para la cúpula militar fue una de las acciones más contundentes y la anunciaron con bombos y platillos. Pero a los pocos días el escándalo estalló cuando Medicina Legal confirmó que entre los fallecidos había siete menores de edad, reclutados por la organización criminal.

Diferentes sectores políticos se le fueron encima a Petro y le recordaron cómo, en 2019, él y el entonces senador Roy Barreras habían criticado severamente al Gobierno de Iván Duque porque había autorizado un bombardeo similar en el Caquetá. Allí murieron ocho menores de edad. Dicha acción militar le costó el cargo al entonces ministro de Defensa, Guillermo Botero.

Opositores al Gobierno Petro ya radicaron una moción de censura contra el ministro de Defensa, Pedro Sánchez, a quien acusan de ocultar información sobre el bombardeo y no contarle la verdad al país. En 2025 han muerto en bombardeos 12 menores de edad, según confirmó el propio presidente Petro, quien les pidió perdón a las madres de los muertos.

El presidente Gustavo Petro y el ministro de Defensa, Pedro Sánchez, defendieron el bombardeo en el que murieron siete menores de edad reclutados por las disidencias de las Farc. | Foto: GUILLERMO TORRES

Zona de riesgo

Isaías, Marta y Marco Zapata, presidente de la Junta de Acción Comunal de la vereda Puerto Cubarro, y Juan Francisco González, habitante de Itilla, aseguraron que luego del bombardeo quedaron con temor de vivir en la región. Indicaron que desde 2016, cuando se firmó el acuerdo de paz con las Farc, que hoy hace agua, no se veían hechos violentos de esa magnitud. González, quien vive en la región desde hace 28 años, dijo que el miedo surge por varios factores.

El primero es por los artefactos explosivos que quedaron esparcidos en medio de la maleza por donde ellos y los animales transitan, lo que puede ocasionar una nueva tragedia. “Acá ya hubo un caso parecido hace como 20 años, cuando en medio de una acción militar le quemaron la casa a un campesino y no pasó nada”, manifestó.

Sobre el día del bombardeo, González denunció que hubo momentos de mucha tensión con las tropas: “Ahí nos cogió el Ejército, nos tiraron al suelo, nos requisaron, nos pidieron papeles, el celular nos lo revisaron y no nos dejaron arrimar para ver qué había sucedido”.

El hueco en la tierra lo produjo la explosión de las bombas lanzadas, según le contaron los pobladores a SEMANA.

El episodio al que hizo referencia Juan Francisco ocurrió cuando llegó con Isaías a verificar qué era lo que estaba pasando en el predio, acción que no pudieron cumplir por la presencia de los militares, que no los dejaron acercarse a su propia vivienda. Juan Francisco rechazó cualquier vínculo con los grupos ilegales armados.

Aseguró que Itilla y Puerto Cubarro son veredas pacíficas, donde se vienen desarrollando programas sociales, ambientales y económicos. “Esta es una región donde había mucha paz, hasta ahorita que se presentó esta situación (...). Ahí adelante quedaron dos granadas que no detonaron. Nadie nos ha dicho nada y uno queda con ese temor”, dijo frente a los explosivos que permanecen regados y que son una amenaza para sus vidas.

Sobre los menores de edad y los adultos que murieron en el bombardeo, los campesinos de Puerto Cubarro e Itilla aseguraron que posiblemente son de otros departamentos, pues hasta el momento no conocen a los familiares de los muertos.

“Muchos no eran de la región y, según las noticias, eran del Cauca y Putumayo”, añadió. Así lo ha documentado la Defensoría del Pueblo: el reclutamiento se ha concentrado en esos departamentos, y el principal insumo criminal son los menores indígenas, a quienes han convertido en carne de cañón.

El polémico bombardeo de Petro dejó varias preguntas sin respuesta. Por ejemplo, si la información sobre los cuatro cabecillas en el sitio –alias Pescado, alias Jimmy Parra, alias Gerson y alias Pardo– era tan precisa, ¿por qué ninguno fue abatido? Por su parte, las Fuerzas Militares les atribuyeron a las disidencias de las Farc la destrucción de la vivienda de Isaías e indicaron que fue el grupo criminal el que la incineró en medio de un enfrentamiento con las tropas.

Pese al bombardeo en la vereda Itilla, de Calamar, Guaviare, ningún cabecilla de las disidencias de las Farc murió.

Pese a lo sucedido, el presidente Petro, luego de presentar unas lánguidas excusas en una alocución, anunció que mantendrá los bombardeos aunque entre las consecuencias esté la muerte de menores de edad en estas acciones militares, las cuales, dijo, están amparadas por el derecho internacional humanitario.

Mientras tanto, Isaías y Marta seguirán recorriendo las calles de Calamar, Guaviare, en busca de quién les tienda la mano para poder reconstruir su ranchito, como le decían de cariño a la vivienda que quedó en cenizas luego del bombardeo militar.