Cuando a Karol Bastidas le informaron que le cortarían los brazos y no volvería a jugar balonmano no se derrumbó. De cierta manera tenía el presagio de que así sería, y los 30 días previos que estuvo internada en una clínica del Valle del Cauca se preparó lo suficiente para escuchar lo inevitable: “Debemos amputar”. Ese fue un segundo corrientazo –pero de emociones encontradas– que le recorrió el cuerpo.

El primero ocurrió el 22 de mayo, cuando la tragedia la miró de frente y se posó sobre ella, o más bien sobre sus manos. Ese domingo, mientras ayudaba a organizar su cuarto, una descarga eléctrica la sorprendió. “Iba subiendo por las escaleras con un cortinero –de aluminio– y este se enredó en las escaleras. Bajé a desenredarlo, pero cuando se desenredó hizo como un arco y pegó en el cable primario”, asegura Karol. Fue como si un imán la atrajera con fuerza y luego la expulsara con una violencia inexplicable.

La vida le cambió en esos segundos: pasó de cumplir una rutina sagrada de entrenamientos diurnos y nocturnos de balonmano, que la llevaron a la selección departamental –representando al Valle del Cauca– y municipal de Yumbo de esta disciplina, a no poder sostener nada con las manos.

Luego de varias intervenciones quirúrgicas, la amputación, antes de que una infección que ya venía afectando su sistema terminará con su vida, fue la única opción.

Resiliencia

El día que Karol recibió la descarga eléctrica quedó inconsciente, casi moribunda. Su madre, Claudia Ricaurte, quiso auxiliarla y se abalanzó sobre ella, pero la corriente aún no había salido completamente del cuerpo de la deportista y le pasó a ella, como un imán, causándole graves quemaduras de las que aún se recupera.

Karol recibió todo el impacto de la electricidad en las manos, pero también sufrió quemaduras en la cara, glúteos, piernas y espalda. Por su parte, a Claudia le afectó una pierna, un glúteo y la espalda.

Claudia no pudo dormir los días previos de la cirugía de amputación, mientras que Karol lo hacía plácidamente, convencida de que no podía cambiar nada y de que no había otra opción distinta a continuar. Incluso, cuando todavía no sabía de la operación, y casi de manera premonitoria, empezó a aprender a manejar el celular con los pies.

Karol está cursando el grado once de bachillerato y recibe los estudios en la casa. | Foto: Suministrada a Semana

“Yo creo que ella ya estaba preparada para eso, sabía que algo no estaba bien en su cuerpo. Ella dijo que si le amputaban las manos, pero le ponían unas buenas prótesis, iba a poder continuar con sus proyectos”, dijo su madre.

Luego de la amputación no hubo espacio para complejos. Su lema es la resiliencia. “Al día siguiente de llegar de la clínica se miró al espejo, vio sus muñones y dijo: Dios, esto es lo que soy, lo que me pasó, y lo voy a aceptar”, rememora Claudia.

La recuperación avanza de buena forma. Se espera que este mismo año los médicos emitan concepto sobre el uso de prótesis. Hay acercamientos con un reconocido ingeniero biomédico caleño que está interesado en ayudarla a tener sus nuevas manos, fabricadas con aluminio y sensores de alta tecnología, una vez los expertos den luz verde.

En la vida de Karol no hay tiempo para lamentarse, sino para nuevos proyectos; por eso, desde ya se prepara para participar en atletismo a nivel paralímpico. “Ha sido un cambio total, abandonamos la vida que conocíamos desde hace 16 años y volvimos a nacer con otra condición, mentalidad y proyectos”, argumenta Claudia.

A Karol el destino le cortó las alas en el balón, pero la aterrizó a un escenario cargado de resiliencia y ganas de superación. Ahora, la lucha es por superar las dificultades y conquistar el oro en el deporte y en la vida.

La deportista y su madre reciben donaciones para sus procesos de recuperación en la cuenta de ahorros 62100003147 de Bancolombia.