SEMANA: ¿Por qué es importante la voz de los pueblos indígenas en la lucha contra el cambio climático, una tarea que recae sobre los Estados?

CAMILO NIÑO: Su voz es esencial porque esta tarea requiere integrar los conocimientos, prácticas y visiones de quienes históricamente han protegido la naturaleza. Los pueblos indígenas no solo defienden sus territorios, sino que también aportan perspectivas y soluciones basadas en el respeto y la reciprocidad con la madre tierra.

SEMANA: ¿Qué significado tiene para ustedes que la COP se celebre por primera vez en una ciudad amazónica?

C.N.: La Amazonia genera alrededor del 20 por ciento del agua dulce del planeta y cumple un papel esencial en la regulación del clima global, pero está al borde de un punto de no retorno. Que este encuentro mundial se realice en ese territorio implica un llamado urgente a corregir el rumbo de nuestro futuro común. Para nosotros, esta COP representa una oportunidad histórica para que nuestra palabra, nuestras propuestas y nuestros conocimientos sean escuchados en el corazón de las negociaciones. Por primera vez, los pueblos indígenas del mundo tendrán una presencia visible y una participación decidida en un espacio donde se discute el destino de la madre tierra.

SEMANA: ¿Cuáles son los principales objetivos que esperan alcanzar en Belém?

C.N.: El principal es que los Estados asuman la demarcación, protección y titulación de los territorios indígenas como una política climática esencial, vinculada con las metas nacionales de reducción de emisiones y adaptación al cambio climático (NDC). Otro propósito clave es asegurar el acceso directo al financiamiento climático sin intermediación estatal, para nuestras propias estrategias de mitigación y adaptación. Esperamos, además, que la COP30 deje compromisos concretos para proteger a los líderes y defensores del territorio, hombres y mujeres, así como para garantizar la no intervención en los territorios de los pueblos aislados voluntariamente, como los yurís en Colombia, o en contacto inicial. También buscamos exigir mecanismos permanentes de participación en las negociaciones climáticas. Finalmente, planteamos la necesidad de una transición energética justa, que no repita los modelos extractivos y depredadores del pasado. Los pueblos indígenas llegamos a Belém con una visión compartida: que las decisiones globales reconozcan que no habrá solución a la crisis climática sin la protección de los territorios indígenas.

Camilo Niño dice que esperan que la COP30 deje compromisos concretos para proteger a los líderes y defensores del territorio.

SEMANA: ¿Qué es lo más importante que han conseguido en las COP?

C.N.: El reconocimiento formal de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC). Gracias al Foro Internacional de los Pueblos Indígenas sobre Cambio Climático (IIPFCC), logramos articularnos como actores organizados y visibles. Este espacio, conocido como Caucus Indígena, existe desde 2008 y permite presentar posiciones conjuntas de las siete regiones socioculturales, coordinar intervenciones y hacer lobby. Así pasamos de una presencia dispersa a una interlocución colectiva y estratégica, lo que ha permitido posicionar la diplomacia indígena en estos escenarios. El Acuerdo de París (2015), que reconoce la importancia del conocimiento de los pueblos indígenas, nos dio un soporte jurídico y político claves.

SEMANA: ¿Qué tanto participan en las discusiones de la Zona Azul, donde se toman las grandes decisiones de la COP?

C.N.: En la Zona Azul, el espacio oficial destinado a nosotros es coordinado por el Caucus Indígena, que es uno de los nueve grupos de interés (constituencies) reconocidos por la Convención Marco, que incluyen también a las mujeres, los jóvenes, las ONG, los sindicatos y las comunidades científicas. La constituency indígena es copresidida por la brasileña Sineia Wapichana y la rusa Daria Egereva. En la Zona Verde, el Pabellón del Círculo de los Pueblos, encabezado por la ministra de Pueblos Indígenas del Brasil, Sônia Guajajara, concentrará gran parte de las actividades de nuestro movimiento.

SEMANA: Tras los dos años más cálidos registrados hasta ahora y la multiplicación de los fenómenos climáticos extremos, ¿creen que la COP30 estará a la altura de las expectativas?

C.N.: Por celebrarse en la cuenca amazónica y por la visibilidad y la participación indígena, la COP30 será histórica. Sin embargo, no existe garantía de que vaya a responder a las expectativas: muchos Estados han mostrado avances limitados en la reducción de gases de efecto invernadero, y los compromisos de financiamiento siguen siendo insuficientes. Mientras tanto, los ecosistemas que cuidamos los pueblos indígenas se encuentran entre los mejor conservados del planeta, lo que reafirma la urgencia de reconocer nuestras formas de vida y de financiar nuestras propuestas de acción climática.

SEMANA: ¿Qué tanto se puede avanzar sin Estados Unidos, cuyo presidente piensa que el cambio climático es “la mayor estafa” en la historia de la ONU?

C.N.: Estados Unidos no solo está entre las mayores fuentes de emisiones, sino que define el rumbo de la innovación y la investigación. Lo que ha entregado a iniciativas como el Green Climate Fund ha financiado a naciones en crecimiento. Así que sus decisiones tocan tanto la gran meta de reducción de los factores contaminantes como el dinero que se necesita para muchas estrategias. Cuando la Casa Blanca incumple sus promesas, hay menos presión diplomática para lograr pactos entre los Estados que más contaminan el planeta, se hace más débil la confianza en los flujos de ayuda financiera y crece la incertidumbre acerca del futuro político, lo que dificulta organizar planes de largo plazo. Pero la acción sobre el clima no necesita un solo participante. Cuando el liderazgo central falla, surgen otros, como el de la Unión Europea, y movimientos locales, como We Are Still In, que traduce ‘aún estamos dentro’ (del Acuerdo de París), que muestran que muchos en Estados Unidos continúan comprometidos, aun sin el apoyo del Gobierno federal.

Brasil es la sede de la COP30. | Foto: 2025 Getty Images

SEMANA: ¿Qué tan importante es el tema de la propiedad de la tierra en la lucha contra el cambio climático?

C.N.: En Colombia existimos más de 115 pueblos indígenas, que por siglos hemos resistido al despojo, la violencia y la invisibilización. Como resultado de estas agresiones, hoy representamos menos del 5 por ciento de la población nacional. Aun así, somos los guardianes de la vida en más de 35 millones de hectáreas, incluidos los resguardos formalizados y las solicitudes de formalización, lo que representa casi el 30 por ciento del territorio continental colombiano. Por ello, nuestras prácticas de cuidado y formas propias de gobernanza deben ser incorporadas de manera transversal en todas las metas y acciones de la NDC, que es la contribución que hace cada país para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y adaptarse al cambio climático.

SEMANA: ¿En qué consiste la consulta previa (CLPI), libre e informada que ustedes exigen en relación con las decisiones ambientales?

C.N.: Es un derecho colectivo que obliga a consultar a las comunidades indígenas antes de adoptar medidas, proyectos u obras que puedan afectar nuestros territorios, recursos, culturas y modos de vida. No es un mero trámite administrativo. En Colombia, la Corte Constitucional ha afirmado que la consulta previa es un derecho fundamental que protege la integridad étnica, cultural y territorial de las comunidades. En la práctica, la CLPI exige tiempo suficiente para deliberar, acceso a información traducida y explicada, respeto por las instituciones y normas propias, mecanismos de seguimiento, monitoreo y reparación, y la posibilidad de aceptar, condicionar o rechazar el proyecto. Cuando el Estado o las empresas no la cumplen, existen vías judiciales y de responsabilidad internacional para reparar y restituir derechos, como lo ha confirmado la Corte Interamericana. La consulta previa legitima decisiones y materializa el ejercicio de otros derechos colectivos: territorio, cultura, autonomía, medioambiente sano, etcétera. Respetarla implica reconocer la capacidad de las comunidades para decidir sobre su futuro y garantizar que cualquier intervención en sus territorios sea coherente con su cosmovisión.