Un equipo multidisciplinario de científicos colombianos –físicos, arqueólogos, biólogos, microbiólogos, ingenieros y fotógrafos– comenzó a revelar en silencio uno de los descubrimientos más disruptivos de la investigación latinoamericana reciente: nuevas evidencias encontradas en Chiribiquete, durante una expedición realizada en 2023, obligan a replantear la forma en la que se ha entendido por décadas el poblamiento del continente americano. Lo que hallaron en los murales rupestres y en el suelo amazónico no solo contradice la teoría clásica del ingreso del Homo sapiens por el norte, sino que abre la puerta a un escenario completamente distinto sobre la antigüedad, movilidad y sofisticación de las primeras sociedades en Suramérica.

SEMANA habló con los expertos que lideran esta investigación sin precedentes y que hoy trabajan en la divulgación de datos, que, por su peso histórico, han sido tratados con extremo rigor. Todos coinciden en que lo que está saliendo a la luz obliga a reescribir capítulos completos de la historia humana en el continente.

Nunca antes un equipo amplio y multidisciplinario había entrado tan a fondo en uno de los territorios más enigmáticos y menos explorados del país.

Uno de ellos es Fernando Montejo Gaitán, antropólogo y arqueólogo del Instituto Colombiano de Antropología e Historia (Icanh). Él estuvo en algunos de los murales más imponentes del Parque Nacional Natural Serranía de Chiribiquete, en uno de los puntos más remotos y menos intervenidos de la Amazonía colombiana. Sus observaciones y los análisis comparados con expediciones anteriores –incluidas las del antropólogo Carlos Castaño, el primero en mostrarle al mundo la magnitud del arte rupestre del lugar– confirman que esta zona estuvo poblada desde hace más de 21.000 años, una cifra que rompe el consenso arqueológico que situaba la ocupación humana en América alrededor de los 13.000 o 14.000 años.

“Son fechas muy importantes porque problematizan la ocupación humana del bosque húmedo tropical”, explicó Montejo. “No solo en la Amazonía, sino en toda la parte norte del continente. Las fechas propuestas por Castaño y Thomas van der Hammen ya habían abierto esa discusión, pero ahora la evidencia la refuerza”.

El hallazgo no surgió de una sola observación, sino de años de recolección de muestras, análisis de carbono 14 y contrastes multidisciplinarios. En 2023, la expedición avanzó en la documentación de 15 paneles rupestres, apenas una parte mínima de los cerca de 65 que se han identificado formalmente. Cada uno contiene cientos, incluso miles de figuras que cuentan fragmentos de la vida de las comunidades que habitaron la región.

Expertos frente a un muro del Parque Nacional Natural Serranía de Chiribiquete.
Fernando Montejo Gaitán, antropólogo y arqueólogo del Instituto Colombiano de Antropología e Historia (Icanh).

Los equipos del Icanh y del Instituto Humboldt han logrado identificar patrones que antes pasaban desapercibidos. Una de las constantes es la dominancia de dos especies representadas de manera reiterada: el jaguar y el venado.

No se trata de apariciones aisladas, sino de una presencia masiva. “Son cientos, miles de figuras”, dijo Montejo, que sugieren no solo una relación simbólica profunda con la fauna amazónica, sino la existencia de sistemas complejos de representación.

Pero descifrar qué hay en esos murales no depende únicamente de la mirada antropológica. En esta investigación participan físicos, ingenieros y biólogos de la Universidad Pontificia Bolivariana y del ITM de Medellín, entre otros, July Galeano, Juan Humberto Serna y Paula Andrea Zapata. Ellos llevaron técnicas de imagenología multiespectral –normalmente usadas en laboratorio– a una zona agreste como la serranía de La Lindosa, ubicada a unos 100 kilómetros de Chiribiquete. Allí lograron registrar datos imposibles de percibir a simple vista.

“Las cámaras que utilizamos pueden ver cosas que el ojo humano no percibe”, explicó Zapata. “Comenzamos a detectar pinturas detrás de las pinturas visibles. Hay capas superpuestas hechas por diferentes grupos humanos en distintos momentos”. Ese hallazgo demuestra que el arte rupestre no fue producto de una ocupación esporádica, sino de múltiples sociedades que regresaron al mismo lugar durante milenios. Además, las técnicas de imagen permitieron evaluar el estado de conservación de los murales, si presentan hongos, líquenes o alteraciones que requieran intervención, información crucial para su preservación.

Los hallazgos no solo replantean la historia del continente, sino que también exponen la urgencia de proteger las zonas donde aún habitan comunidades no contactadas.
Panorámica de la Chiribiquete. Materia de investigación por parte de un equipo multidisciplinario de científicos colombianos. | Foto: AFP or licensors

Una de las imágenes obtenidas por estas cámaras llevó la investigación a un nivel inesperado: reveló indicios de un cultivo representado en uno de los murales.

Esa hipótesis se fortaleció cuando la microbióloga Claudia Patricia Peña Venegas, investigadora del Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas, encontró en la zona de Cerro Azul rastros de terra preta, un suelo enriquecido de manera artificial por comunidades prehispánicas para poder cultivar en medio de la Amazonía. Peña explicó que esto implica un nivel de organización social significativo. “Para formar estos suelos se necesitaban muchas personas. Que una muestra aparezca significa que allí existieron sociedades de más de 1.000 habitantes”, puntualizó.