Juan José Yunis es egresado de la Universidad del Norte (Barranquilla), posee un doctorado en Inmunogenética de la Universidad de Harvard, además de una maestría en Genética Humana de la Universidad Nacional de Colombia.
Su padre, el doctor Emilio Yunis, fue un pionero en Colombia del análisis de ADN para la identificación en casos de paternidad, maternidad y genética forense. Dirigía el laboratorio del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) cuando ocurrió la tragedia de Armero.
Siguiendo el legado de su padre, Juan José Yunis se ha dedicado a prestar su ayuda a la Fundación Armando Armero. Su labor, basada en análisis de ADN, ha permitido reunir a familias víctimas del desastre que no habrían podido encontrarse de otra manera.
Yunis habló con SEMANA sobre los procesos de análisis genético, sus motivaciones para el proyecto y los retos que ha enfrentado.
SEMANA: ¿Podría darnos un contexto de cómo surgió la idea de utilizar material genético para ayudar a reunir a familias en Armero?
Juan José Yunis (J. J. Y.): La reunificación de familias de Armero lleva muchísimos años. De hecho, el primer trabajo que se hizo para tratar de reunificar niños de Armero con sus familias fue inmediatamente después de la tragedia de Armero.
Pero no fue hasta el año 2011-2012 cuando Francisco, director de la Fundación Armando Armero, nos contactó y nos manifestó el gran problema que tenían: el universo de los que nosotros llamamos “los niños perdidos de Armero”, que estaban buscando a sus padres, era bastante grande, pero no tenían recursos para llevar a cabo la investigación y encontrarse con sus familias.
Mi padre, que aún vivía, decidió hacerle todas las pruebas gratuitas a la Fundación Armando Armero para tratar de reunificar a las familias desde ese entonces; estamos hablando de 2011-2012.
Desde allí hemos estado recibiendo muestras a través de la fundación. La condición es que son muestras que pasan por un filtro que la fundación hace, porque inicialmente realiza una averiguación sobre si realmente podría tratarse de un caso de la tragedia de Armero. Se toman las muestras y hacemos los cotejos.
SEMANA: Doctor, ¿será que nos podría contar más sobre la labor de su padre cuando ocurrió la tragedia?
J. J. Y.: Mi padre dirigía el laboratorio del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar. En ese entonces, lo que se hacía para pruebas de paternidad o de identificación en el país eran pruebas de grupos sanguíneos, que hoy en día están completamente abandonadas.
Tengo una reseña periodística del año 1987, porque había un niño que estaba siendo disputado por dos madres de Armero. En ese entonces, no mucho después de la tragedia, mi padre ayudó a identificar a la verdadera madre del niño.
Y él, mi padre, era muy pionero. Tan pronto regresé yo al país, implementamos las pruebas de ADN. Nosotros fuimos pioneros en la realización de las pruebas de ADN para la identificación en casos de paternidad, maternidad y genética forense.
SEMANA: ¿Y cómo fue la ayuda médica en ese entonces?
Muchos de ellos fallecieron y muchos terminaron enterrados en la misma fosa común, en el Cementerio del Sur, donde quedaron enterradas también personas del holocausto del Palacio de Justicia.
J. J. Y.: La ayuda médica la hacía principalmente la Cruz Roja, no la Defensa Civil. Pero, si tú miras los videoclips de los noticieros de la época, el gobierno no estaba preparado para manejar esta situación, que además ocurre una semana después de la otra gran debacle: la toma y el holocausto del Palacio de Justicia.
Muchas personas que salieron heridas de la tragedia de Armero fueron traídas a hospitales en Bogotá. Muchos de ellos fallecieron y muchos terminaron enterrados en la misma fosa común, en el Cementerio del Sur, donde quedaron enterradas también personas del holocausto del Palacio de Justicia.
Entonces, se ha venido haciendo la identificación de las personas del Palacio, de los restos óseos calcinados, algunos de ellos del Palacio de Justicia. Y allí también se han identificado cuerpos que pertenecen a la tragedia de Armero.
SEMANA: ¿Podría explicarnos cómo es la creación de esta base de datos de la que ustedes hacen uso?
J. J. Y.: La base de datos, básicamente, es simplemente una base de datos donde queda registrado el código de la muestra.
Obviamente, nosotros tenemos una información adicional de nombres, documentos de identidad y registro fotográfico, pero en la base de datos, para mantener el anonimato, simplemente está codificada la muestra con su perfil genético.
De tal manera que, cuando nos llega una nueva muestra —un hijo o una hija que fueron dados en adopción—, lo analizamos inmediatamente, ingresamos ese perfil y lo cotejamos contra los perfiles que tenemos registrados en la base de datos, para ver si hay coincidencias para poder hacer una identificación en ese sentido.
SEMANA: ¿Podría explicar de manera sencilla cómo usan el ADN para la identificación de estas víctimas?
J. J. Y.: Hay dos formas para hacer la búsqueda: una forma se llama búsqueda orientada, cuando hay una persona que dice: “Yo creo que esa persona es mi hijo o es mi hija”. Entonces tú vas y haces un cotejo, como se hace una prueba de paternidad o de maternidad rutinariamente, donde miramos una serie de marcadores genéticos.
Para que una persona sea hija de alguien, todos heredamos la mitad de nuestro componente genético de nuestra madre y la otra mitad de nuestro padre. Entonces, si solo tenemos una muestra de una madre que está buscando a su hijo y hacemos la prueba de ADN, tiene que haber una coincidencia con el 50 % del perfil genético. Y de allí llevamos a cabo una serie de cálculos matemáticos para estimar la probabilidad de esa maternidad.
En el caso de que la muestra sea de un padre, es lo mismo: vamos a mirar si comparte el 50 % del material genético con la persona que supuestamente es su hijo o su hija.
Entonces, nosotros podemos hacer búsquedas orientadas o, de lo contrario, si no tenemos ninguna información —por ejemplo, nos llegó una muestra de una persona que vive actualmente en Alemania que cree que es uno de los niños adoptados para esa época de la tragedia de Armero—, tan pronto obtenemos la muestra y el material genético, lo que hacemos es cruzarlo contra todos los padres que tenemos registrados en la base de datos y contra todas las madres que hay en la base de datos.
SEMANA: Desde que empezó todo este proyecto con la fundación, ¿cuáles han sido los principales retos que ha tenido?
J. J. Y.: Los retos grandes son que tú no puedes llevar a cabo una reunificación de un grupo familiar si no tienes a los familiares, no tienes las muestras de los familiares con los cuales puedas hacer esa reunificación.
En la base de datos tenemos, creo que, algo más de 70 personas que llamamos “niños y niñas de Armero”, pero que ya son adultos, y con los cuales no hemos encontrado coincidencias, pero es porque nuestra base de datos de las personas registradas para poder hacer esa identificación no es muy amplia.
Lo mismo ocurre, por ejemplo, con lo que pasa en la Unidad de Búsqueda de Personas Desaparecidas: tú puedes encontrar los cuerpos en los cementerios o en fosas comunes clandestinas, pero si no tienes a los familiares que hayan dado su ADN para poder llevar a cabo el cotejo, pues nunca vas a poder identificar que esta persona era tal persona.
Podrás obtener un perfil genético, pero de allí no vas a poder decir: “Este perfil genético corresponde a este individuo que pertenece a este grupo familiar.”
SEMANA: ¿Qué lo liga a este proyecto? ¿Por qué está ayudando a la Fundación Armando Armero?
J. J. Y.: Porque uno tiene que retribuir en algo a la sociedad de lo que uno hace. Uno no puede simplemente pensar que no, que todo es trabajo; uno tiene que retribuir a la sociedad.
Entonces, una de las formas es esa donación, que no es nada menor: es un valor alto en cuantía y es parte del trabajo que hacemos de manera altruista desde esta institución, siguiendo muchos de los preceptos de nuestro fundador.
SEMANA: Ya se han llevado a cabo cuatro reencuentros entre familiares de Armero. ¿Cómo ha sido toda esa experiencia para usted?
Cada vez que hay una reunificación es muy gratificante, porque genera una alegría no solo a ellos, sino también al ver que el trabajo que estamos haciendo está sirviendo de algo.
J. J. Y.: Cada vez que hay una reunificación es muy gratificante, porque genera una alegría no solo a ellos, sino también al ver que el trabajo que estamos haciendo está sirviendo de algo, ¿no?
Porque, como dicen por ahí, tú puedes trabajar y trabajar, y si no ves que eso tenga ningún sentido, pues llega un momento en que te desanimas. Entonces, poder ver que sí se pueden lograr los reencuentros, que se pueden demostrar los vínculos mediante el ADN, es muy gratificante.
Obviamente, eso le brinda también a la institución un goodwill. Nosotros hemos llevado a múltiples eventos internacionales este trabajo que llevamos a cabo con la fundación, además porque sirve para que la comunidad forense también se entere de que este tipo de trabajo se hace, y que de pronto puedan vincularse.