(Vaya por delante que me alegro infinito de que haya superado el covid y esté de vuelta).

Si yo fuera empresario, le preguntaría a la alcaldesa con qué Claudia me encontraré más adelante. Si en solo dos semanas de reflexión ha descubierto lo que el gremio empresarial lleva meses advirtiéndole, sobran motivos para dudar de su súbita conversión. Y evidencia que la clase política vive en otro planeta, despegada de la realidad.

Esta Claudia renovada ¿no volverá a ser la alcaldesa que acusaba a los empresarios de propagar el virus en Bogotá por obligar, decía, a los pobres a cruzar la ciudad para trabajar? ¿La que culpó a Duque de los muertos del covid por preferir abrir un poco la economía en detrimento de la salud del pueblo? ¿La que tilda a los policías de asesinos y pretende acabar o maniatar al Esmad que protege los bienes de todos? ¿Quien consideraba a los empresarios una especie de seres carentes de humanidad?

Porque hay detalles de su discurso que inquietan. Como el dedicado a pedir perdón, pero solo a los manifestantes jóvenes, así pretendieran achicharrar vivos a diez policías. ¿Perdón a unas chicas, enloquecidas de odio, que atacaban al Esmad con patadas, puños, palos, insultos y pedradas? ¿Perdón a los protestantes que acabaron con TransMilenio, forzando a miles de trabajadores a recorrer kilómetros a pie y, a la ciudad, a pagar los arreglos?

¿Perdón, en nombre de los capitalinos, empresarios muchos de ellos, a quienes cortan las vías e impiden el paso con amenazas? ¿Perdón a los que saquean, queman, destrozan con piedras, pintura y fuego decenas de negocios?

Si ignora el daño que el paro ha provocado, es que seguimos con la Claudia anterior, empeñada en disfrazar la realidad para agradar a una juventud que tiene razones suficientes para manifestar su inconformidad, pero las pierde cuando recurren a la violencia y quiebran empresas.

Y no vengan con la cantaleta de que los vándalos son ajenos a las marchas “pacíficas”, porque no es verdad. Cierto que, día tras día, vemos a unos manifestantes que repudian la violencia y hacen esfuerzos valientes por detenerla; pero otros se unen a la turba salvaje o la aplauden, o la disculpan en lugar de rechazarla. Y continúan los bloqueos, que es una forma de pisotear derechos fundamentales, así los proteja la sesgada CIDH.

Por tanto, Claudia debería pedir perdón solo en su propio nombre, no asumir una representación que, en ese caso, no le corresponde.

También preocupa su propuesta populista de admitir congresistas de 18 años en lugar de subir el nivel del Congreso. Más bien el deber de todos es conseguir que los jóvenes estudien, aprendan un oficio o trabajen, brindarles oportunidades en lugar de condenarlos a la frustración y la pobreza.

Positivo que Claudia López, por fin, comprenda las bondades de la economía de mercado y el papel vital de los empresarios. Lo malo es que, en esta ocasión, sus palabras llegan tarde.

El paro, la violencia y la indolencia de todos hacia los comerciantes y emprendedores ha provocado la ruina de unos y una ola de desánimo que no será fácil de superar. Junto con las voces angustiadas de empresarios obligados a despedir empleados y quedar a las puertas de la quiebra, escucho a muchos que se les quitaron las ganas de seguir luchando y a otros que están buscando oportunidades fuera de estas fronteras. No entienden que la gente no comprenda que han pasado un año terrible por la pandemia, que a duras penas han sobrevivido y el paro supone otro tremendo mazazo. Colombia no les ofrece seguridad ni garantías, y están asombrados de que algunos insistan en azuzar la lucha de clases.

¿Con qué ganas pides un crédito para invertirlo en tu negocio si mañana te lo pueden quemar, vandalizar o bloquear, si nunca te tienen en cuenta? Sin dejar de lado que la economía mundial está aún lejos de volver a la normalidad, sigue débil por el covid, y la clase dirigente nacional no da señales que transmitan confianza y tranquilidad.

La Colombia Humana solo piensa en las revueltas que acorralan a la derecha. La Coalición de la Esperanza, plagada de viejos politiqueros, a la que pertenece el partido de Claudia, sigue convencida de que a sus propósitos electoreros les conviene este estado de anarquía y desgobierno. Que su posición de ver los toros desde la barrera, guardar silencio, les dará el triunfo del 2022, único objetivo que los mueve.

Y la derecha pierde puntos a diario porque el Gobierno es incapaz de imponer con autoridad la ley y el orden. El acuerdo firmado en Buenaventura, para permitir un “corredor por la vida y por la paz”, constata que dejaron el país en manos de los vándalos. Y es un mensaje decepcionante para los empresarios que Claudia pretende convencer de invertir y perder más plata.

Acordaron dejar pasar solo alimentos, productos medicinales y los necesarios para el tratamiento de residuos y agua potable. Y el pacto más preocupante: “Inspección documental y ocular, a cargo de la Ponal, uno a uno, de los tractocamiones”. Es decir, harán cómplices del desorden y la ruina económica a los uniformados. Ya no es que se bajen los pantalones. Se los quitaron.