Si hay algo que hoy preocupa a los habitantes de Medellín es la situación que atraviesa el reconocido Parque Lleras. Este lugar, que en otros tiempos fue un símbolo de nuestra ciudad, no solo era visitado por turistas nacionales y extranjeros, sino también por los propios medellinenses, quienes lo consideraban uno de sus sitios favoritos para disfrutar y divertirse.
En el Parque Lleras nació el concepto de ‘zona rosa’ en Medellín, al igual que en las grandes ciudades del mundo. Durante años, tuvo una vida nocturna vibrante y segura, con una amplia oferta gastronómica y de entretenimiento que lo convirtieron en un referente del turismo y la cultura local.
Lamentablemente, en los últimos tiempos, el Parque Lleras se ha visto afectado por una situación crítica que podría compararse con una ‘pandemia’. Un problema complejo, pero temporal, que solo podrá superarse mediante una respuesta integral y coordinada entre la administración distrital, la Policía, la Fiscalía, los comerciantes y la ciudadanía en general.
No es la primera vez que este emblemático lugar enfrenta momentos difíciles. A lo largo de su historia ha superado grandes desafíos gracias al trabajo conjunto de todos los sectores. Basta recordar el fatídico atentado terrorista del 17 de mayo de 2001 —época en la que me desempeñaba como secretario de Gobierno de la ciudad—, cuando más de 60 kilogramos de dinamita fueron detonados, causando la muerte de varias personas y dejando un centenar de heridos.
En ese entonces, con el esfuerzo y compromiso de los comerciantes y la comunidad, logramos sacar adelante al Parque Lleras y devolverle su vida y su carácter de punto estratégico para la vida nocturna y el entretenimiento en Medellín. Hoy, ese mismo espíritu de unidad y resiliencia debe guiarnos nuevamente para recuperar este símbolo de la ciudad.
Durante varios años, el Parque Lleras y sus alrededores se consolidaron como la principal zona rosa de Medellín, un referente de crecimiento, entretenimiento y vida nocturna para propios y visitantes. No obstante, esa etapa de esplendor se vio truncada con la llegada de la pandemia, que obligó al cierre total de los establecimientos por razones sanitarias. Como consecuencia, muchos de sus propietarios quebraron, y la mayoría de los locales —que hasta entonces eran orgullo de la ciudad— terminaron cambiando de manos.
A partir de ese momento, comenzó una transformación negativa en la historia del Parque Lleras. La falta de control y autoridad durante la cuestionada administración del exalcalde Daniel Quintero, sumada a intereses poco transparentes, permitió un deterioro progresivo de la zona. Lo que antes era un espacio de diversión y encuentro se convirtió en un escenario de explotación sexual y consumo de estupefacientes.
Muchos extranjeros transformaron el lugar en lo que hoy se conoce como ‘el burdel a cielo abierto más grande de la ciudad’. Según diversas investigaciones, varios de los nuevos propietarios de establecimientos estarían vinculados a organizaciones criminales que aprovecharon la situación para instaurar redes de prostitución y tráfico de drogas, ante la pasividad y falta de control de la administración anterior.
A diferencia de ello, la actual administración de Federico Gutiérrez ha venido implementando operativos conjuntos y permanentes entre la Policía y el Ejército para desmantelar las estructuras criminales presentes en el sector. Estas acciones han sido lideradas con determinación por el propio alcalde y su secretario de Seguridad, Manuel Villa, en coordinación con la Policía y la Fiscalía. Dichos esfuerzos se enfocan especialmente en capturar a alias Holandés, señalado como el principal articulador de las mafias transnacionales que operan en la zona, tras la caída y extradición a México de alias el Mexicano.
Las medidas que ha venido implementando el distrito, en coordinación con la Fiscalía, la Policía y el Ejército, buscan desmantelar las estructuras criminales que operan en el Parque Lleras. Este trabajo articulado, en conjunto con agencias internacionales como el FBI y la HSI, ha permitido capturar a responsables de la explotación sexual infantil en esta zona de la ciudad. Sin embargo, el paso más doloroso —y efectivo— para los delincuentes ha sido la extinción de dominio y el cierre de los establecimientos utilizados de manera reiterada para la comisión de delitos como prostitución infantil, trata de personas, tráfico de drogas, hurtos, extorsión e incluso mendicidad forzada, ejercida por falsas familias que instrumentalizan a niños para pedir dinero a los turistas.
A pesar de estos avances, las medidas aún no han sido lo suficientemente contundentes para alcanzar los resultados necesarios y devolverle al Parque Lleras la vida y el prestigio que alguna vez tuvo: un espacio lleno de restaurantes, de rumba sana y de una oferta nocturna con calidad y seguridad. Para lograrlo, será necesario adoptar decisiones impopulares, pero creativas y firmes.
La primera, y quizá la más importante, debe ser una investigación rigurosa sobre los propietarios y arrendatarios de los establecimientos del sector, acompañada de un empadronamiento de todos los trabajadores del Parque Lleras y sus alrededores, con el fin de garantizar la seguridad y la transparencia en la operación de cada local.
Asimismo, propongo que los medellinenses adoptemos el Parque Lleras como un espacio propio, del que todos seamos veedores permanentes. Para ello, invito a la Alcaldía de Medellín a instalar un centenar de cámaras de vigilancia con señal abierta, de modo que cualquier ciudadano, desde cualquier parte de Colombia o del mundo, pueda observar en tiempo real lo que sucede en esta zona. Estoy convencido de que los resultados serían contundentes. Si algo temen los delincuentes es ser observados, y lo mismo ocurre con quienes buscan servicios ilegales: al sentirse vigilados, se alejarán del lugar, lo que traerá consecuencias positivas inmediatas para la seguridad.
De esa forma, podremos recuperar el Parque Lleras como un referente gastronómico, turístico y de rumba sana. Pero será fundamental que la administración priorice también la prevención del desplazamiento de estas mafias hacia otras zonas de la ciudad. Para ello, podrían establecerse áreas reguladas bajo condiciones especiales, tal como ocurre en Bogotá, donde la delimitación de zonas con normas específicas ha arrojado resultados positivos. También vale la pena mirar el ejemplo de Cartagena, donde, con el respaldo de comerciantes, ciudadanía y autoridades, se prohibió el ofrecimiento de servicios sexuales en el centro histórico, logrando resultados contundentes en materia de convivencia y seguridad.
El Parque Lleras saldrá adelante y superará esta ‘pandemia’ social que lo convirtió en el mayor burdel y punto de expendio de estupefacientes a cielo abierto de Medellín. Con el compromiso de todos los ciudadanos como vigilantes permanentes, y bajo el liderazgo firme de la administración distrital junto con las autoridades de Policía y Fiscalía, este emblemático lugar volverá a ser un referente de vida, cultura y sana diversión para los visitantes locales, nacionales y extranjeros.