Parece que nos hemos acostumbrado a la aparición intempestiva de tantos acontecimientos extravagantes que, al parecer, ya nada nos afecta en el diario acontecer nacional. Los frecuentes escándalos de los últimos años, revelados especialmente gracias a la labor investigativa de los medios de comunicación, ya no conmueven a la opinión pública, ni sacuden las bases gubernamentales y políticas involucradas en la corrupción denunciada.
Las investigaciones que involucran al entorno familiar y político del jefe de Gobierno parece que duermen el sueño eterno y, seguramente, no se verán decisiones jurídicas antes de que finalice el actual período presidencial; temas relacionados con la posible violación de los topes máximos de financiación de la campaña por la Presidencia, regulados por el Acto Legislativo 1 de 2003 (artículo 109 C. P. C.), investigación cuyo resultado puede llevar a la pérdida del cargo, posiblemente tampoco verán la luz antes de finalizar el período, lo cual es una clara burla a la democracia.
Algunos personajes que hacen parte del actual Gobierno tienen las siete vidas del gato, pues a pesar de los escándalos en que se han visto inmersos, siempre caen parados y cambian de cargo como cambiar de zapatos, pero siempre investidos de gran poder; la señora Sarabia cada vez se aferra con más intensidad a las redes del progresismo y debe tener mucho conocimiento de un sinnúmero de temas de campaña que le permiten, sin ninguna experiencia, ser nombrada en altos cargos de responsabilidad gubernamental, tanto dentro como fuera del país.
Lo mismo sucede con Benedetti, quien amenazó a Sarabia de que si él hablaba, se caería el Gobierno y todos irían a la cárcel, pero nada ha sucedido, todos permanecen en cargos gubernamentales muy representativos y él se mantiene calladito al respecto. ¿Qué ha pasado? ¿Le comieron la lengua los ratones? ¿Será que ya no se acuerda de los 15.000 millones que dijo haber conseguido para la campaña? Es posible que con su inclusión en la lista Clinton o con el préstamo a nombre de su esposa, que parece le hizo el gran benefactor de la campaña, se le refresque la memoria.
El principal objetivo de los gobiernos totalitarios es el cambiar la Constitución para reescribirla a su medida, así como lo hacen con la historia del país, donde los malos son buenos y los buenos se convierten en malos; se observa con preocupación que en Colombia se están siguiendo los mismos pasos de Chávez en Venezuela, quien en 1999 ordenó un referendo para validar la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente, utilizando la consulta popular como mecanismo para pasar por encima de las normas vigentes, dando inicio a la famosa ‘revolución bolivariana’ que tanto daño causó a nuestros vecinos.
El actual gobernante ha amenazado desde el primer día en el poder con convocar a una consulta popular para validar una Asamblea Nacional Constituyente, con lo cual pretende dar una estocada final a la democracia del país y, seguramente, instituir ‘legalmente’ el comunismo para doblegar la voluntad del pueblo colombiano y gobernar a sus anchas sobre el proletariado que hoy lo sigue, gracias a los subsidios que ha prometido repartir, lo que ilusiona a muchos y desencanta a otros tantos.
Con la propuesta de incluir una papeleta adicional en las elecciones de 2026, para que se apruebe o no una Asamblea Constituyente, lo que se busca es legalizar el camino para que la izquierda permanezca en el poder y culminen las acciones para destruir la economía, rematar a la industria, acabar con lo poco que queda del sistema de salud, implantar oficialmente el legado castrochavista de apoderarse de las mentes jóvenes y convertir a Colombia en un bastión del comunismo alimentado por el narcotráfico y los delitos afines.
Debemos defender la democracia y las instituciones; son muchos los afectados que permanecen callados, pero debemos recordar que el silencio es cómplice. Unidos se logrará el verdadero cambio.