Se denomina como “petrología” a esa ciencia que interpreta lo que el presidente Petro realmente quiso decir. Es útil cada vez que el mandatario emite una declaración controversial, lo que sucede con indeseable frecuencia. Sea lo que sea que Petro diga, somos los ciudadanos los culpables de malinterpretar y escandalizarnos por sus salidas de tono, nos dice la petrología, pues el mandatario en realidad quiso decir algo muy elevado, intelectual, tolerante e histórico, y nosotros, víctimas de terribles limitaciones de pensamiento, no fuimos capaces de entenderlo.

En el último caso, la petrología salió en bloque a desmentir que el presidente Petro hubiera tachado a su ministro Ocampo como un “enemigo interno” de Colombia. Según ellos, el presidente se refería al bloque de leyes, normas y pasos administrativos que impiden el cambio. ¿Pero realmente fue así?

Recordemos que Ocampo ha tenido que salir a apagar varios incendios de opinión pública, como cuando aclaró que la propuesta del actual Gobierno de comprar tres millones de hectáreas a ganaderos con bonos de deuda pública era imposible.

Días después, el presidente Petro, al definir quién es el enemigo interno, dijo textualmente: “Proponemos una reforma agraria y alguien dice ‘no, no se pueden comprar las tierras’”.

Y más desconcertante aún, aseguró que el problema del enemigo interno es que con sus acciones “no se permiten los cambios a pesar de que el presidente quiera”. ¡Como si un presidente pudiera hacer lo que quisiera, y no lo que le ordena la Constitución y la ley!

¿Quién es ese “alguien” que dice que no se pueden comprar las tierras al antojo de Petro? Evidentemente, las leyes, normas y pasos administrativos son un “algo”, no un “alguien”. El presidente se refería a una persona, no a una norma abstracta. ¿A quién? A la petrología le quedará muy difícil arrojar su interpretación salvavidas frente a esa declaración: no hay que ser un genio para entender que Petro se refería a Ocampo, y que se justifica con la ambigüedad con la que suele hablar siempre.

Pero supongamos que el enemigo interno no es el ministro sensato, sino las leyes, tal como Petro se apresuró a aclararle al periodista Yesid Lancheros, al que tachó además de “cizañero” por publicar la noticia: ¿cómo puede un presidente, que juró defender la Constitución y la ley, tachar a la ley misma como un “enemigo interno”?

En últimas, lo preocupante es que en la mentalidad de Petro exista la idea misma del enemigo interno, sea quien sea o sea lo que sea. En la historia política moderna, este concepto empezó con el célebre caso Dreyfus en Francia, cuando se tachó al capitán Alfred Dreyfus de ser enemigo público del país y de venderle información sensible a los alemanes: lo que había en el fondo era un caso de antisemitismo. O sin ir más lejos de la historia, recordemos a Stalin, quien llevó hasta sus últimas consecuencias este concepto del enemigo interno, “purgando” con muerte y desaparición a millones de trotskistas en la Unión Soviética bajo el mismo argumento. Que un presidente deje salir de su boca ese concepto debería prender todas las alarmas.

Lo cierto es que la petrología aprovechó todo este escándalo para desviar la atención hacia la prensa que reseñó la noticia. Junto con el “cizañero”, con el que el presidente irrespetó a Yesid Lancheros, empezaron a caer rayos y centellas contra la revista SEMANA, Blu Radio y Caracol Radio, por el simple hecho de poner el video con las declaraciones de Petro donde se hablaba de ese “alguien”. Incluso, un petrista, tan aventajado en la carrera por el conocimiento como el pastor Saade, habló de la “urgencia de democratizar los medios de comunicación tradicionales como Blu Radio”. ¿A qué otra cosa se puede referir con “democratizar” sino a censurar”?

No perdamos el foco: sea contra el ministro Ocampo, la ley o la prensa, el presidente Petro empezó a asomar las garras y los dientes de lo que tanto se temió desde campaña: su personalidad autoritaria, de la que funcionarios de la Alcaldía de Bogotá en 2012 ya tuvieron muestra, y que en la última campaña fue convenientemente cubierta con diseños de flores, abrazos a niños y sonrisas de salvador universal. Preocupan estos nuevos aires, y mucho, pues la democracia solo tiene un verdadero enemigo interno y es la dictadura.