Una sentencia del Consejo de Estado había obligado al presidente Gustavo Petro a rectificar sus afirmaciones contra Joseba Grajales, el dueño de Keralty, el conglomerado del que hace parte Sanitas. El alto tribunal había asegurado que los señalamientos que había hecho contra el empresario estaban en contra de sus “derechos fundamentales a la honra, buen nombre, presunción de inocencia y libertad de circulación".
El fallo entrañaba un duro regaño a los excesos del poder presidencial. Allí se dijo que la “expresión de opiniones, máxime cuando provienen de autoridades en cumplimiento de funciones, debe estar soportada con una mínima carga de diligencia, que permita constatar la veracidad de los hechos en que se fundan”.
Y, además, el alto tribunal dejó unas reglas muy claras sobre lo que deben ser los pronunciamientos del primer mandatario. “La alocución presidencial no es una facultad omnímoda; por el contrario, está sujeta al principio de legalidad y al respeto de las garantías y derechos de todos los habitantes del territorio nacional”, sostiene.
En ese contexto, el alto tribunal ordenó “al señor presidente de la República, Gustavo Francisco Petro Urrego, que emita la respectiva rectificación”, en su siguiente alocución presidencial.
El primer mandatario utilizó esa figura para dirigirse al país este 19 de noviembre. El tema eran los bombardeos en los que han muerto menores de edad. Al final, el presidente aseguró que debía referirse al tema de la salud.
Petro volvió a arremeter contra el sistema y contra el dueño de Sanitas. Comenzó diciendo que en la salud hay un negocio de intermediación y un poderoso sector que quiere hundir el barco de la reforma a la salud para luego venderse como los únicos que tienen los chalecos salvavidas.
Petro aseguró que debía referirse a sus afirmaciones sobre que el sistema es “criminal”, la palabra que usó contra Grajales y que el Consejo de Estado le pidió rectificar. Y lejos de echar para atrás, volvió a emprenderla contra la empresa.
“Se confundió con que estaba diciendo que un señor, el señor Joseba Mikel Jiménez era un criminal”, dijo para referirse sin mencionarlo al fallo que ampara a Joseba Mikel Grajales Jiménez. “Criminal es el sistema, y por eso debe cambiar”, agregó.
“Cuando yo digo criminal me refiero al sistema”, reiteró. “El señor creyó que yo estaba usando esos términos para referirme a él como criminal y para referirme a él”, agregó.
Luego volvió a decir que la empresa financiaba campañas políticas. “Hay que vigilar de manera muy intensa que dineros extranjeros no lleguen a la campaña”.
Acto seguido, amenazó al empresario. Petro dijo que él como presidente tiene la facultad de decidir quiénes entran al país.
Grajales, horas después, compartió una carta con los colombianos. Este es el texto completo:
“Queridos colombianos:
Cuando algunos nos llaman ‘extranjeros’, olvidan una verdad sencilla pero profunda: Keralty llegó a Colombia hace más de cuarenta años, cuando la inmensa mayoría de los colombianos de hoy —incluidos los hijos y nietos de quienes nos critican— ni siquiera habían nacido. Llegamos cuando este país daba pasos inciertos y, mientras otros debatían, nosotros ya hacíamos. No vinimos de paso: vinimos a quedarnos. Vinimos a servir. Vinimos a cuidar. Vinimos a construir.
Más del ochenta por ciento de la población actual no existía cuando abrimos nuestras primeras clínicas, generábamos empleo y nos comprometíamos con el futuro de esta tierra. Mientras unos aprendían a hablar, nosotros ya pronunciábamos con hechos el idioma del compromiso, del respeto y del deber cumplido. Y lo hicimos sin heredar nada: lo construimos con trabajo, sacrificio y convicción.
A lo largo de estas décadas hemos invertido en ciencia, innovación y tecnología, incluso cuando no era tendencia hacerlo. Creamos universidades, clínicas generales, clínicas infantiles, centros de atención primaria, centros y clínicas de salud mental, laboratorios, y formamos médicos familiares. Fundamos instituciones para los olvidados y abrimos caminos donde antes no había nada. En cada proyecto sembramos una semilla y en cada semilla depositamos un acto de fe en Colombia.
Cuando llegaron las pandemias, las crisis, los momentos oscuros, no salimos corriendo. Nos quedamos. Nos arremangamos. Nos entregamos. Atendimos al país como quien atiende a su propia familia. Porque eso éramos ya, aunque algunos aún no lo quisieran reconocer.
Y aquí aparece la ironía: muchos de los que hoy nos atacan públicamente nos buscan en secreto. Por la puerta de atrás o mediante llamadas discretas piden atención para sus hijos, para sus padres, para sus amigos y para ellos mismos. Nos calumnian ante los micrófonos, pero confían su salud en nuestras manos cuando la vida les pone a prueba. Y, aun así, los atendemos. Porque no discriminamos. Porque nuestra vocación no depende del discurso de turno. Porque cuidar es un deber moral, no un gesto político.
Nosotros no llegamos con promesas: llegamos con hechos. Y si alguien quiere hablar de patriotismo, que empiece por contar cuántas vidas ha salvado, cuántos empleos de calidad ha generado, cuántos impuestos ha pagado y qué ha construido para su país. Muchos de quienes hoy levantan el dedo en señal de juicio no han aportado ni una fracción de lo que hemos entregado durante más de cuarenta años en impuestos, empleo, inversión, ciencia y servicio.
Porque para nosotros Colombia no es solo un lugar de nacimiento: es un lugar de compromiso. Si ser colombiano significa amar, crear, proteger, servir y respetar esta tierra, entonces hemos sido colombianos desde el primer día, aunque algunos prefieran ocultarlo detrás de discursos fáciles.
No pedimos privilegios ni aplausos. Solo exigimos lo justo: que se respete lo que hemos construido, que la verdad prevalezca sobre el populismo y que se reconozca que esta también es nuestra casa. Y si alguien aún lo duda, basta mirar nuestras cifras: millones de colombianos han sido cuidados por nuestras manos; decenas de miles de familias se sostienen hoy con empleos dignos generados por nuestra organización; hemos pagado impuestos de manera ejemplar, y hemos salvado incontables vidas.
Y, sobre todo, desde nuestra llegada al país y bajo nuestro cuidado han nacido casi un millón de colombianos. Un millón de primeros llantos. Un millón de nuevos respiros. Un millón de esperanzas que empezaron su vida en nuestros centros. Ese primer respiro no pregunta quién es el dueño de la clínica ni de dónde vino el capital: solo reconoce que está en un lugar seguro. Eso es arraigo. Eso es pertenencia. Eso es confianza.
En cada nacimiento, en cada tratamiento, en cada mirada de alivio, se percibe el aroma de nuestro pensamiento: profundo, humano, transformador. No es una fragancia nueva; es la misma esencia que ha impregnado nuestras acciones desde el primer día.
Después de más de cuarenta años sirviendo, cuidando, formando, generando empleo, innovando, pagando impuestos y trayendo vida al mundo, es evidente que ya no somos visitantes: somos familia. Somos parte de Colombia.
Además, lo que proclamamos está documentado. Y lo demostramos con hechos.
Y por eso, con respeto y gratitud, decimos hoy: gracias, Colombia.
Joseba Grajales
Presidente Grupo Keralty".