Y ahora, ¿en qué invertir?
Los intereses en Estados Unidos, la inflación mundial, el precio del petróleo y la economía china serán las variables claves para determinar el comportamiento de las inversiones en los meses por venir. Hay que seguirlas de cerca.

La minicrisis de TES de mayo fue el campanazo de alerta. El comportamiento de las variables claves para las decisiones de inversión en Colombia está cambiando una vez más y una nueva fase de volatilidad está comenzando. El momento excepcional que vivimos en los primeros meses de este año, cuando se presentó una gran afluencia de dólares hacia el país y además fue fácil obtener recursos en los mercados internacionales, se está agotando. El margen de error se reduce y en adelante los inversionistas deben esperar una navegación más agitada que la que vimos en el primer semestre que está terminando.
Para la gente común y corriente que busca alternativas de inversión para su dinero, el comportamiento de los mercados en el último año podría parecer tan racional y ordenado como la ruleta rusa. A mediados del segundo semestre de 2003, muchos analistas apostaron a que venía una época de devaluación para el peso colombiano, motivada por la falta de un ajuste fiscal, la no aprobación del Referendo y las perspectivas de caída en los ingresos externos del país. Sin embargo, en los primeros meses de 2004 ingresaron divisas de sobra por la vía de las transferencias y el abundante acceso a los mercados de capitales. El peso se revaluó y las inversiones en esta moneda, desde acciones hasta finca raíz, tuvieron excelentes rendimientos.
Ahora volvemos a un escenario de fragilidad. El futuro depende de lo que ocurra en los mercados internacionales, y particularmente en tres temas críticos: el ritmo de aumento de las tasas de interés en Estados Unidos, la marcha de la economía de China y el comportamiento de los precios del petróleo. Un mal desempeño en cualquiera de estos tres temas pondría en peligro el crecimiento mundial y podría generar un caos financiero. Además, las estrechas relaciones entre los tres generan una dependencia mutua que eleva fuertemente los riesgos.
Cambiaron los mercados
Para entender lo que está ocurriendo ahora, hay que remontarse al desplome de las bolsas internacionales en marzo de 2001. Tras las enormes pérdidas que se derivaron de ese acontecimiento, muchos inversionistas del mundo entero quedaron sin apetito por riesgo. Así, durante los dos años siguientes, se volcaron hacia papeles de renta fija de menor riesgo. En un principio, esta estrategia fue ganadora, en la medida en que la Reserva Federal de Estados Unidos redujo repetidamente la tasa de interés de corto plazo y permitió a todos hacer ganancias. Sin embargo, a mediados de 2003, esa tasa llegó a un punto mínimo histórico de 1% anual y la percepción sobre la relación entre riesgo y rentabilidad empezó a cambiar. Los mismos inversionistas que hasta ese momento habían optado por un conservadurismo extremo, empezaron a buscar papeles de mayor riesgo para obtener mayores rentabilidades.
Los bonos de deuda pública externa de los países emergentes empezaron a ubicarse entre los papeles más apetecidos del mercado, lo que llevó al aumento de sus precios y a una reducción significativa de sus spreads (la prima de riesgo frente el bono del Tesoro de Estados Unidos). El bono brasileño con vencimiento el 17 de agosto de 2040, que se ha convertido en el benchmark del mercado por ser este país el mayor deudor entre los emergentes, ilustra bien lo que está ocurriendo. Ante el apetito por riesgo de los inversionistas internacionales, el precio del bono Brasil 2040 subió de US$0,43 de tasa facial, a US$1,20 en enero de 2004, con lo cual su rendimiento se redujo de 26,7% a 9,5%. (El valor facial refleja la cantidad de efectivo total que se pagará al propietario del bono a la fecha de vencimiento). Desde entonces, el precio del bono se ha reducido 25%.
La caída en picada del precio obedece a la expectativa de que el aumento de los intereses en Estados Unidos podría ocurrir mucho antes de lo previsto, debido a los excelentes resultados de la economía estadounidense en abril y a los temores frente al incremento de la inflación. Esta misma expectativa llevó al aumento de las tasas de largo plazo de los bonos del Tesoro a 10 años (con las cuales se comparan los rendimientos de los bonos de los países emergentes), que pasaron de 3,65% en marzo a 4,8% recientemente.
La reacción del mercado de los bonos del Tesoro, si bien fue algo extrema, era predecible. Era menos predecible, sin embargo, el rápido desplome del mercado de los papeles de mayor riesgo, entre ellos los de los países emergentes. Los inversionistas están preocupados. El aumento de los intereses en Estados Unidos sin duda desembocará en el retiro masivo de capitales que, por razones especulativas, entraron a los mercados emergentes. A esto se suma el temor respecto al impacto que sobre estos países podría tener una desaceleración del crecimiento de la economía china.
China se recalienta
En los últimos tres años, China ha sido responsable por la tercera parte del crecimiento global (medido por ppa, precios de poder adquisitivo). En 2003, China creció oficialmente 9,7%, pero de acuerdo con cálculos de algunos economistas, es posible que el crecimiento haya sido mayor. El extraordinario desempeño de China y sus importaciones, con un aumento de 40% en 2003, ha sido vital para impulsar el crecimiento de muchas otras economías en el mundo. De hecho, mientras que el crecimiento industrial de Estados Unidos se redujo en los tres últimos años, el de China aumentó 50%. Como resultado, la demanda por productos básicos se disparó y también lo hicieron sus precios. China consumió el 40% de la producción mundial de cemento en 2003 y fue responsable de una tercera parte del aumento en la demanda de petróleo y de un 90% del incremento de la demanda de acero.
Hoy los chinos están nerviosos. Hay exceso de endeudamiento e inversión y esto está amenazando la economía. Las autoridades exigieron a las instituciones financieras que pararan inmediatamente el crédito fresco hacia sectores que están creciendo muy rápido. Incluso los rumores dicen que las autoridades chinas subirían los intereses por primera vez en nueve años.
El reto para las autoridades de este país es gigantesco. Tienen que desacelerar la economía lo suficiente como para asegurar un crecimiento sostenible, pero si el freno es demasiado rápido, podría ocurrir una catástrofe económica mundial. El gran problema es que no tienen muchas herramientas que son comunes en Occidente, pues las empresas estatales y el sistema financiero no responden a precios de mercado o tasas de interés.
Nadie estaría a salvo de las consecuencias, si la desaceleración en China es demasiado rápida. Los países exportadores de productos básicos sufrirían por la caída de la demanda de commodities y el consecuente desplome de los precios. Los vecinos de Asia se verían golpeados, pues China fue el destino del 50% de sus exportaciones en 2003. En Japón, por ejemplo, un 35% del crecimiento del PIB se explica por las exportaciones a China y las inversiones de capital relacionadas con ellas.
Para Estados Unidos y Europa, el mayor impacto de la desaceleración de China lo recibirían los mercados financieros. Estados Unidos depende de China para la financiación de sus déficits fiscal y de cuenta corriente. La compra de bonos del Tesoro estadounidense por parte de China y Japón ha ayudado a mantener las tasas de interés bajas en Estados Unidos. Si la economía china se sigue recalentando, el superávit de cuenta corriente podría reducirse, con lo cual el banco central de este país no tendría que comprar bonos del Tesoro estadounidense para evitar la revaluación de la moneda, como ha venido haciendo. Esto se reflejaría en alzas en las tasas de interés en Estados Unidos.
Petróleo disparado
Si el aumento de los precios del petróleo no puede ser controlado, terminará por afectar la inflación y el crecimiento mundiales.
Tres temas relacionados explican el reciente aumento a más de US$40 el barril. Primero, la demanda ha aumentado. China y Estados Unidos están sedientos por petróleo; mientras que China consume 6 millones de barriles diarios, 1 millón más que hace un año, Estados Unidos está consumiendo 20 millones al día. De otra parte, hay cuellos de botella en la distribución, en especial en Estados Unidos. Finalmente, la especulación le pone precio al riesgo de una escasez futura. La perspectiva de restablecer la oferta de Iraq es cada vez menos clara. Ese país está lejos de estar pacificado y los inversionistas en petróleo dudan que las cosas puedan mejorar. Más importante aún es el nuevo riesgo de una interrupción severa y perdurable de la oferta de petróleo de Arabia Saudita por cuenta del terrorismo. La prima por este riesgo, según los expertos, oscila entre US$4 y $8 el barril. La intensificación del terrorismo podría causar un rápido incremento de esa prima.
Así las cosas, el mundo depende de tres factores críticos a los cuales hay que hacerles un seguimiento detallado para poder invertir. El aumento de las tasas de interés en Estados Unidos es una realidad que actúa en contra de los papeles de los países emergentes. Qué tanto puedan subir estas tasas y en cuánto tiempo son los temas determinantes. Dependen de las presiones inflacionarias que puedan presentarse, pero también del impacto de los precios del petróleo y la eventual destorcida de la economía china. Así, los inversionistas colombianos confirman, una vez más, que hoy no necesitan salir de la casa para verse afectados por lo que ocurre en los más lejanos rincones del mundo.
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