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La discusión está abierta

El título de la revista ¿Colombia necesita una derecha?

Olga Gonzalez Roa
6 de noviembre de 2000

El título de la revista ¿Colombia necesita una derecha? es inductivo, hubiera sido más inteligente dejar el título sobre el disenso. Porque lo que queda claro después de leer a los dos exponentes de la derecha y de la izquierda es que las ideas no se están debatiendo, los argumentos son primarios y se basan en movilizar el odio hacia el contrario. La confusión es enorme (Mendoza parece el viejo abogado de unas FM necesitadas de ampliar sus facultades, y Caballero el niño pateletudo que mete a todos en el mismo costal). La confusión es paradigmática; cierto es que data de los 90 y la quiebra de las certidumbres —ya Bobbio lo decía hace varios años—. Habría que empezar por hacer claridad sobre algunos puntos: declarar que de lo que se trata es de defender la izquierda democrática y la derecha democrática. Esto elimina de tajo a la guerrilla o a las AUC dentro del espectro de la discusión izquierda-derecha. Ambos utilizan más o menos los mismos métodos arbitrarios (las armas no tienen color político), y a los muertos civiles les da lo mismo ser víctimas de los unos o de los otros —a menudo la autoría de los homicidios políticos se desconoce—. Luego, identificar los idearios de la izquierda (la entrevista publicada en La Revista de El Espectador entre W. Borja y S. Pretelt da algunas puntadas). Además, no todo lo que parece etiquetado lo es (Hernán Echavarría mantiene un análisis económico de tipo marxista, mientras que las tesis de Gaitán eran de corte liberal-populista). Además, hay aspectos en los que izquierda y derecha coinciden. Y no son los de menor importancia: corrupción, narcotráfico, política internacional, protección a la industria nacional son los más vistosos. En fin, aunque la discusión está cruda, fue bueno lanzarla. Estoy segura de que responder a preguntas de envergadura, (sobre política salarial, inversión extranjera, reforma agraria, recursos ambientales...) cualificará y enriquecerá un debate que se ha tornado inaplazable. Colombia tiene excelentes conversadores, pero maneja una alta dosis de entropía. Eso es, en castizo, diálogo de sordos. Hay que empezar a romper el muro de la incomunicación.

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