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Las decisiones individuales de la dieta pueden tener consecuencias en el medio ambiente. | Foto: Getty Images

NUTRICIÓN

Dieta sostenible: ¿qué es y para qué sirve?

Lo orgánico puede no ser lo mejor para el medio ambiente. Estos son los conceptos básicos sobre una dieta que ayude a reducir el calentamiento global.

29 de septiembre de 2022

Cerca del 43% de las tierras habitables del planeta, sin incluir desiertos y glaciares, está dedicado a la producción de alimentos. Esto tiene como consecuencia que el 32% de la acidificación terrestre, el 78% de la eutrofización y más del 65% del uso de aguas dulces sean resultado de la alimentación humana, según cifras del 2018 publicadas por la revista Science.

De acuerdo con NatureFood, para el 2021 la producción alimenticia era responsable de un tercio de las emisiones antropogénicas de gases de efecto invernadero (GCI), esto equivale a entre 13.700 y 18.000 toneladas de CO2. Estas cifras no incluyen el aporte de la agricultura no alimentaria y la deforestación.

Además, hay que sumar las cifras de GCI que producen los desperdicios de alimentos. Según un artículo publicado en el 2016 por Environmental Science & Technology al ritmo actual, para 2050 las emisiones anuales por el desperdicio de alimentos ascenderán a entre 1.900 y 2.500 millones de toneladas de CO2, para ponerlo en perspectiva: una persona suele emitir 7 toneladas de CO2 al año.

¿Qué es una dieta sostenible?

Lo primero que hay que tener claro es que una dieta sostenible es aquella en la que el consumo de carne es cero o mínimo. La ganadería emite directamente un 14% de los gases invernadero. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), del total de las emisiones de la ganadería un 44% se debe al metano expulsado por las reses, el 41% a la producción de alimento para el ganado y un 10% a la gestión de los estiércoles.

El segundo pilar de una dieta sostenible es que prioriza el consumo de productos locales y de temporada, con esto se reducen las emisiones que corresponden al transporte y empaquetado de los productos importados. Cabe resaltar que un producto orgánico no es sinónimo de producto local, un producto orgánico es aquel que no tiene contacto con fertilizantes sintéticos, pero su producción puede darse en otra ciudad o continente.

Cómo tercer y último pilar se encuentra la reducción de residuos. Según un estudio publicado por la revista NatureFood, el envasado de los productos genera más emisiones que su transporte y, según la FAO, unos 1.300 millones de toneladas de alimentos se convierten en basura. Lo ideal es reducir ambas cifras por medio de ahorro de productos, evitar la compra masiva de un alimento que puede que se dañe rápidamente y recurrir a la composta.

¿Adoptar una dieta sostenible realmente genera un impacto?

Según el objetivo a largo plazo del Acuerdo de París de 2015, la cifra del calentamiento global debería llegar a estar por debajo de 2 o 1,5 grados centígrados. Sin embargo, según un estudio publicado en el 2020 “incluso si cesaran de inmediato las emisiones de combustibles fósiles, las actuales tendencias en los sistemas globales de alimentos impedirían conseguir el objetivo de 1,5 °C y, para finales de siglo, amenazan el objetivo de 2 °C”.

En el estudio -publicado por la revista Science-, se hace un llamado a un cambio en toda la producción de alimentos, pero se hace especial énfasis en que estos cambios también deben hacerse en los hogares. De hecho, a pesar de la creencia de que el único aporte que hace cada individuo a las emisiones de GCI es en transporte y energía, la alimentación también es un factor significativo.

Solo en Estados Unidos aproximadamente el 17% de las emisiones directas de cada hogar corresponden a alimentación (tanto propias del hogar como comidas por fuera). El transporte genera casi el 30% de esas emisiones directas e indirectas del hogar, mientras que la electricidad y el gas natural son responsables de un 25%. En conclusión, sí, una dieta sostenible puede ayudar a reducir este aporte de emisiones de GCI.