Los desarrollos de Cenicafé para enfrentar la enfermedad de la broca han supuesto un ahorro de 80 millones de dólares anuales. | Foto: iStock

AGRO

Los salvavidas de los cafeteros colombianos

De la mano de la ciencia el sector ha enfrentado con éxito la roya, la broca y fenómenos climáticos. El desarrollo de nuevas variedades y prácticas para recoger con más eficiencia garantizan que aún en tiempos de pandemia Colombia siga produciendo el mejor café.

Álvaro Gaitán*
1 de septiembre de 2020

Hoy Colombia está muy lejos de aquellos cafetales que se multiplicaron por el país desde finales del siglo XIX hasta los años sesenta, con plantas de porte alto, bajas densidades de siembra y sombrío abundante, además de suficiente mano de obra en la zona rural, de bajo costo. La adopción de nuevas formas de cultivar café, con una variedad de porte bajo llamada caturra, produjeron la revolución verde de los años setenta para llegar en promedio a 10 millones de sacos de 60 kilogramos. Entre las prácticas implementadas para alcanzar estos resultados estuvieron la luminosidad de los cafetales de acuerdo con la oferta local de luz solar y temperatura y la conservación de suelos.

La llegada de la roya en 1983 y de la broca en 1988, así como la caída del pacto mundial del café en 1989, forjaron un nuevo panorama que demandó cambios para incrementar la productividad y reducir los costos de producción. A esto se sumó la entrada de los cafés brasileños a la Bolsa de Nueva York y de Vietnam al mercado mundial de café. Todo esto tuvo un impacto en la oferta y la condición laboral en el país.

A finales de los ochenta, fruto de un trabajo iniciado en 1967, el Centro Nacional de Investigaciones de Café (Cenicafé), entregó la primera variedad mejorada con resistencia a la roya denominada Variedad Colombia. Fue el primer paso del equipo de mejoramiento genético en un largo camino de nuevas variedades, que hoy le permite al país tener más del 82 por ciento de las áreas cultivadas con resistencia durable a la roya y una calidad de granos y de taza muy alta. En esa oportunidad, se reportó un ahorro de 200 millones de dólares anuales, al evitarse las aplicaciones de fungicidas contra la enfermedad, además del beneficio ambiental que representó no asperjar millones de litros de fungicida.

Las variedades mejoradas traen incorporada la resistencia al Mal de las Cerezas del Cafeto, conocida como CBD, otra devastadora enfermedad presente hasta el momento en África, pero que en una economía globalizada amenaza constantemente al continente americano. Pero ahí no terminaron las preocupaciones de los caficultores colombianos.

La broca y La Niña

La broca del café es un insecto plaga que también llegó de África y para el cual no se tienen aún plantas resistentes, que en nuestro ambiente encontró una situación muy favorable. La producción de nuevos frutos en los árboles de forma permanente le garantiza a este insecto su único alimento: el grano de café.

A partir de la implementación del Manejo Integrado de Broca (MIB) desarrollado por Cenicafé, los porcentajes de afectación por esta plaga han permanecido por debajo de los umbrales de afectación económica. Los productores se han ahorrado unos 80 millones de dólares anuales en su control, nuevamente, con un gran efecto ambiental.

Cuando no es la biología o los precios internacionales, es el clima el que preocupa a los cafeteros. La Niña, desde 2008 hasta 2010, causó la peor reducción de producción en toda la historia del país. Se pasó de 12 millones de sacos de 60 kilos a 7,5 millones. Los pronósticos del cambio climático acentuaron los temores. Nuevamente el trabajo mancomunado de todo el gremio cafetero, Cenicafé y el Servicio de Extensión de la Federación de Cafeteros logró cambiar la estructura productiva de la caficultura. Rejuvenecieron las plantaciones de cerca de 14 a menos de 6 años de edad, aumentaron las densidades de siembra y se plantaron variedades resistentes como castillo, que hoy cubren el 50 por ciento del territorio nacional.

La capacidad de adaptación a las nuevas condiciones climáticas, fortalecida con la estrategia ‘Más Agronomía, Más Productividad’ de la gerencia técnica de la Federación, en los últimos cinco años, ha llevado al país a unos nuevos niveles de producción constantes de 14 millones de sacos, que reflejan una caficultura resiliente, resistente y rentable para beneficio del sector rural colombiano.

El desarrollo de la Cosecha Asistida representa esas innovaciones. El uso de lonas y equipos como la derribadora de café, que cambió la forma de recoger el grano empleada durante 200 años, permite aumentar el rendimiento de la mano de obra. La práctica ha sido clave en situaciones extremas, como la pandemia que vivimos actualmente. Junto con los avances científicos que aplican las fincas productoras, en estos momentos de incertidumbre económica Colombia sigue exportando, con resultados exitosos, el mejor café del mundo.

*Director del Centro Nacional de Investigaciones de Café (Cenicafé).