"No queríamos callar, queríamos sanar y ya estábamos decididas. Así que buscamos la forma para que mundo supiera lo que habíamos vivido", señalan las tejedoras. | Foto: Erick Morales

CRÓNICA

La esperanza de la reconciliación, el mensaje de las tejedoras de Mampuján

Todas las semanas 60 mujeres de este corregimiento de Bolívar se reúnen para coser. En sus tapices plasman la tragedia de la violencia y el anhelo de una nueva vida.

26 de noviembre de 2018

De los dolores del conflicto armado en la subregión de los Montes de María no se salvó Mampuján, un corregimiento del municipio de María la Baja, departamento de Bolívar. En el año 2000, el bloque paramilitar Héroes de los Montes de María desplazó a 245 familias acusándolas de ser colaboradoras de la guerrilla. Sitiados, los habitantes no tuvieron más opción que huir hacia la cabecera municipal: todos con las manos vacías. Hoy, Mampuján es referente no solo por esa tragedia, en la que además fueron asesinados 12 campesinos, sino por la capacidad de sus mujeres, que emergieron del dolor para tejer su historia y visibilizarla en enormes y coloridos tapices.

Antes del éxodo, en Mampuján todos estaban acostumbrados a ser una comunidad productiva que generaba comida suficiente: ñame, maíz, yuca, frutas y hortalizas. Después del desplazamiento, las mujeres, llenas de miedo, con el temor de que además se generaran más conflictos a causa del hacinamiento y de la falta de oportunidades, buscaron en voz baja cómo empezar a soltar su dolor y en qué ocupar el tiempo.

Juana Alicia Ruiz Hernández, líder de Mampuján, cuenta que fue la condición adversa la que las llevó a organizarse, a pensar en cómo expresarse sin miedo a ser perseguidas. En los hombres imperaba el resentimiento, les pedían a las mujeres que ya pasaran la página, advertían que si el tema del desplazamiento se hablaba, algo malo podría pasar. Las llamaban ‘locas’. El temor a que la guerra volviera estaba latente.

Las familias estuvieron en condición de hacinamiento en diferentes lugares de María la Baja hasta 2003, año en el que fueron reubicadas en el barrio que hoy se conoce como Mampujancito o Nuevo Mampuján. Ya en 2004, empezaron a tocar puertas para contar su historia.

“No queríamos callar, queríamos sanar y ya estábamos decididas. Así que buscamos la forma para que el mundo supiera lo que habíamos vivido y lo que estábamos dispuestos a perdonar. Nos unimos, tomamos el liderazgo en medio del dolor y la desesperanza. Creo que las mujeres nos hicimos resilientes primero que los hombres porque después del desplazamiento los conflictos familiares nos estaban agobiando. No podíamos seguir así. Emocionalmente los hogares dependían de nosotras”, explica Juana Alicia.

Los hombres empezaron a participar en talleres de reconciliación con la Fundación Social. Lo hicieron motivados por las mujeres de la comunidad, quienes los convencieron de crear una emisora comunitaria para compartir públicamente sus historias. Con dos varas largas, un micrófono inalámbrico y un parlante, dieron los primeros pasos sobre reconciliación después del trauma. Eran hombres y mujeres comunicándose a través de una red artesanal creada por ellos mismos.

Este ejercicio fue la antesala al acto de perdón ocurrido en 2010, cuando en una audiencia, Alexánder Villarreal, esposo de Juana y líder de Mampuján, entregó dos Biblias a los exjefes ‘paras’: Edward Cobos Téllez, alias Diego Vecino; y Uber Enrique Banquez, alias Juancho Dique. El hecho fue aplaudido y celebrado por la comunidad, que lo vio como símbolo de reconciliación.

Las mujeres continuaron imparables. Pidieron a Ricardo Esquivia Ballestas, director de la Asociación Sembrando Semillas de Paz, acompañamiento psicológico para fortalecerse. La petición les fue respondida con la llegada de la canadiense Teresa Geizen, una mujer de la comunidad religiosa menonita que les enseñó procesos de resiliencia, reparación y sanación a través del tejido con retazos. Tela sobre tela, formando figuras, 30 mujeres de Mampuján se iniciaron en la técnica que se conoce como quilt, quilting o el arte del retazo.

Así nacieron las ‘Mujeres tejedoras de sueños y sabores de paz’. Convirtieron el arte del retazo en el arte de sanar. Y como cada pedacito significa algo o alguien, ellas plasman lo que les duele y lo que las hace felices mientras conversan, mientras van recordando y perdonando. En sus tapices se observa la tragedia del desplazamiento, la violencia, la reconciliación y la esperanza de volver algún día al verdadero Mampuján, a siete kilómetros de donde hoy están.

Antes de tejer se ponen de acuerdo sobre qué obra harán. Juana asegura que ‘Mujeres tejedoras sueños y sabores de paz’ es un espacio terapéutico para que las mujeres víctimas cosan, conversen, elaboren duelos, se empoderen culturalmente, superen los traumas y rompan los ciclos de violencia, lo que finalmente se traduce en construcción de paz.

Se reúnen a tejer cada semana o cada vez que se requiere. En la actualidad, son cerca de 60 mujeres, desde los 12 hasta los 88 años, quienes tejen. Algunos de los hombres de la comunidad se vinculan eventualmente.

Las tejedoras de Mampuján han elaborado más de 200 tapices y llevan su proceso a diferentes partes del país en las que hay víctimas del conflicto armado. Con ellas y con la financiación de diferentes instituciones hacen rutinas de oración, masajes y costura. Estos espacios inicialmente son muy dolorosos, pero, poco a poco, a través del tejido, se va liberando el dolor.

Catorce de los tapices elaborados por las tejedoras de Mampuján están exhibidos en el Museo Nacional; tres, en el salón BAT de Arte Popular; y más de diez están en museos de Estados Unidos, Irlanda y Canadá. Hoy, la actividad económica principal de las mujeres es la venta de comidas, las tiendas, la comercialización de tejidos y de artesanías. Los hombres han continuado en las labores del campo: la cría de animales y los cultivos de pancoger.