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CRIOLLOS CONTRA LOS CHAPETONES

La celebración musical del descubrimiento de América viene con su dosis de desacuerdos.

8 de octubre de 1990

Imposible le resultaría a España celebrar el quinto centenario de descubrimiento de América excluyendo a los americanos de los festejos. Pero incluirlos en los proyectos conmemoraciones que prepara, colocándolos en inferioridad de condiciones, es una muestra más del pensamiento de algunos que todavía consideran a América como una gran colonia de la península.
De los muchos trabajos que adelanta España para celebrar la fecha, figura uno de notable importancia: redáctar un gran "Diccionario de la música española e hispanoamericana", labor que por su complejidad y gigantescas dimensiones invitaba a ser publicado con ocasión de una muy destacada efemérides. Este proyecto, de realizarse íntegramente, llenará un gran vacío, pues servirá para catalogar de manera científica la historia de la música, sobre todo de América, que se encuentra dispersa y en gran desorden.
El diccionario de marras incluirá todos los campos relacionados con la música: biografías de compositores e intérpretes, instrumentos musicales, luthiers, escenógrafos, libretistas, editores de música, etnomusicología, escuelas de música, conservatorios... todo lo relacionado con un arte que tiene mil y una disciplinas.
Más de cuatrocientos musicólogos de Europa, Estados Unidos, Australia, América Central y América del Sur vienen trabajando en la empresa, que para los expertos latinoamericanos es doblemente compleja y demanda un trabajo casi detectivesco, por la carencia de material catalogado. En cada país fue nombrado un coordinador que a su vez designó un grupo de colaboradores . En Colombia el musicólogo Egberto Bermúdez fue el encargado de coordinar el trabajo, quien seleccionó a Ellie Anne Duque, Susana Friedan y Carlos Miñana Blasco como sus colaboradores. Hasta aquí nada objetable.
Sin embargo, cuando ya todos habían aceptado trabajar en el proyecto y adelantaban con entusiasmo la investigación, surgió algo nunca imaginado: en reunión celebrada en Caracas, los norteamericanos al tocar el tema de los honorarios pusieron en evidencia que a los expertos estadounidenses, europeos y australianos les habían fijado el doble de lo que recibirán los latinoamericanos. Como es apenas natural, Egberto Bermúdez pidió una explicación que justificara tal discriminación. La respuesta de los directivos españoles fue que "se partio de un criterio habitual en la Administración del proyecto, de establecer una retribución económica en función del nivel de vida y el lugar de destino de los colaboradores", al que el musicólogo colombiano, con sobradas razones, exigió que "al igual trabajo, igual remuneración".
Quedó puesto de presente en ese instante un problema que los directivo del proyecto prometieron solucional lo que hasta la fecha no ha ocurrido. Esta discrepancia de fondo, que se centro en la mentalidad discriminatoria más que en la cuantía de los honorarios, llevó a ciertas personalidades de gran relieve internacional, como los musicólogos Robert Stevenson y Gérard Béhaqué (asesores para el Nuevo Mundo), a plantear la posibilidad de abandonar el trabajo en caso de no resolver se con equidad la remuneración para los latinoamericanos.
Pero el asunto no sólo produjo rechazo a nivel de colaboradores. Pronto un sector de la prensa española se solidarizó con la exigencia colombiana y a tiempo que la periodista Ruth Zauner de "El Sol", de Madrid, escribia: "Iberoamérica es aún el pariente pobre" Antonio Gallego, catedrático de musicología de la Universidad de Madrid titulaba su escrito correspondiente "Colonialismo Cultural", en el cual aparte de hacer serias críticas al proyecto censuraba que a estas alturas es un trabajo de calidad científica se tratara a expertos latinoamericanos como profesionales "de segunda".
Otro punto que ha sido muy debatido es el hecho de que los participantes deban ceder los derechos de su trabaja indefinidamente. Quedan pues los colaboradores de este proyecto maniatados de por vida para utilizar datos o referencias que cada uno de ellos en su país de origen quiera después incluir en un trabajo que merezca publicación, ya que el "Diccionario de la música española e hispanoamericana" es propietario a perpetuidad de los datos que consigna.
Una polémica que está al rojo vivo y ha puesto en alerta y sobreaviso a muchos colaboradores de otros proyectos, que firmaron contratos un poco a ciegas, sin imaginar que para los latinoamericanos hay tratos diferenciales.