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Talentos locales e internacionales le han dado vida a esta expresión cultural. | Foto: archivo scrd-idartes

ARTE URBANO

El grafiti, agente de cambio positivo en Bogotá

Esta expresión cultural ha hecho de Bogotá un referente internacional del arte callejero. También muestra cómo las sucesivas alcaldías pueden sumar desde lo avanzado para lograr un cambio notable en la ciudad.

20 de abril de 2019

Durante muchos años, el grafiti ha oscilado entre el crimen y el arte. Algunos recuerdan la noche en que el cantante Justin Bieber decidió garabatear un muro de la capital con escolta policial, mientras, en contraste, un joven grafitero bogotano moría en manos de un policía por hacer lo mismo. Pero a pesar de la polémica que suscitó ese doble rasero, el fenómeno grafiti ya asentaba sus bases como un motor de expresión, de apropiación y cambio. Si hace una década era menos evidente, hoy es notable. En muros y esquinas de las localidades de la ciudad, en colegios, plazas y en culatas gigantes de edificios en centro, sur, oriente y occidente, se hacen notorios el color, las formas, los rostros, los animales. La calidad de las obras, que salta a la vista, afecta fuertemente el entorno.

¿Cómo definir el grafiti? Sus detractores lo reducen a un acto vandálico, cuando se limita a unos garabatos sin sentido. Sus puristas lo ven como una manifestación subversiva y una expresión de resistencia. Pero Camilo López, abogado, profesor universitario y director de Vértigo Graffiti, el colectivo que produjo las obras del vibrante Distrito Graffiti Puente Aranda (y de intervenciones en países como Bélgica, Canadá y, pronto, Jordania), tiene su punto de vista: Es un diálogo”, plantea a SEMANA, “que incluye a las personas con un interés en el espacio público y que involucra a artistas, pero también a las comunidades, al sector público y al privado”. López cuenta que su visión le genera críticas, pues los puristas jamás se asociarían con la empresa privada, aunque eso no le quita el sueño. Eso sí, establece sus límites: el arte urbano nunca debe ser publicidad: “El grafiti es común; la publicidad es egoísta. Y para hacerla, pues que paguen vallas”.

El fenómeno ha integrado en su creación a las comunidades, al sector público y al privado. En este confluyen artistas locales e internacionales que a veces trabajan por su cuenta, a veces cooperan con impresionantes resultados. Fotos 1 y 2: Archivo SCRD-Idartes Foto 3: Vertigo Graffiti

El fenómeno no es nuevo en Bogotá. Se ha gestado durante casi 20 años, en distintas etapas y alcaldías, y ha cobrado fuerza en los últimos 10 años. Esto por cuenta de sus efectos positivos en los espacios, por normas que lo regulan y por becas que fomentan su práctica profesional.

A las decisiones, claro, hubo que añadirles inversiones millonarias. Jaime Cerón, subdirector de las Artes de Idartes, cuenta a SEMANA que los primeros esfuerzos datan del año 2000, que luego el plan tomó forma en la administración de Gustavo Petro y que la alcaldía de Enrique Peñalosa lo ha potenciado. Entre 2017 y lo que va de 2019, el Distrito inyectó a la causa del arte urbano una suma aproximada de 3.500 millones de pesos.

Los resultados de este y los esfuerzos previos saltan a la vista en el libro Distrito Graffiti Bogotá, que recoge en fotografías de gran factura (que ilustran este artículo) los trabajos realizados entre 2016 y 2017: algunos por artistas locales, otros por invitados de peso internacional, y los restantes producto de colaboraciones entre ambos.

Así, el grafiti se ha convertido en uno de los pocos temas por los que las administraciones no pelean y demuestran que en un trabajo encadenado puede estar la clave para que la ciudad avance como debe.

En parques, colegios, plazas de mercado, quienes sienten día a día el impacto se preocupan por cuidar las obras. Se las apropian. Fotos Archivo SCRD-Idartes

Para Camilo López, con el mejoramiento del espacio y la reconciliación que genera entre comunidades, el grafiti ha demostrado en el mundo y en Colombia su poder transformador. En el caso de Bogotá, dice que su diversidad y cubrimiento en una ciudad tan vasta sorprende a los visitantes. “Aquí vienen los europeos y se agarran la cabeza”. El gestor le atribuye en gran medida los frutos visibles de la escena a que el diálogo ha integrado activamente a actores del sector público y al privado.

Así, el grafiti se ha convertido en uno de los pocos temas por los que las administraciones no pelean y demuestran que en un trabajo encadenado puede estar la clave para que la ciudad avance como debe.

Entre otros, las iniciativas colaborativas entre esos ámbitos y las comunidades arrojan excelentes resultados. Por ejemplo, Juan Valdez y Postobón han prestado sus espacios, así como Enel-Codensa ha convocado a artistas a intervenir los muros exteriores de las subestaciones de energía. López recalca que hoy la escena del grafiti avanza fuertemente por el diálogo entre distintas voces y perspectivas.

A nivel mundial, el distrito Wynwood de Miami ha marcado la pauta. En un espacio de bodegas que solía ser tierra de nadie, o mejor, del crimen, la iniciativa propuso darle un giro por medio del arte urbano y surtió efecto: la zona se ha convertido en uno de los polos de turismo más dinámicos de Estados Unidos, con restaurantes y galerías que la han convertido en el sector trendy de la ciudad.

En Suramérica, Bogotá aspira a disputarle la supremacía a São Paulo, que le lleva décadas de ventaja. La capital propone recorridos para apreciar las obras más representativas de grafiti tanto a pie como en bicicleta, y estos atraen a locales y a turistas por igual.

La alcaldía articula la participación de las comunidades que, como en el barrio Las Cruces, ayudan a bocetar las obras y, luego, se las apropian y las cuidan. En varios colegios los jóvenes aportan sus ideas y visiones para intervenir sus espacios, que luego materializan los profesionales, quienes inspiran a los chicos desde sus espacios. Casos similares viven diversas plazas de mercado de la capital, que han cobrado una dimensión nueva con murales llenos de arte relacionado con la actividad que desarrollan.

Bogotá también fomenta esta acción desde festivales como Hip Hop al Parque, un evento dedicado al género musical más ligado al arte urbano, en el que, en 2018, los autores presentaron 41 trabajos. Y, por otro lado, el Distrito comenzará en la segunda mitad de 2019 la intervención gigante en las superficies de la estación de TransMilenio del Museo Nacional. La capital ha encontrado su voz en sus paredes y sus colores. Ahora sus habitantes y visitantes aprecian y disfrutan ese esfuerzo.