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EL RESUCITADO DE OTRAPARTE

Medellín rescata del olvido al filósofo Fernando Gonzalez, uno de los intelectuales colombianos de más renombre intemacional

28 de marzo de 1994

TAL VEZ EL MErito más grande de Fernando González, como hombre, es haber resucitado dos veces. Verle la cara a la muerte y oír al ave del paraíso cantar la bienvenida, lo ungieron con un doble poder: el de la palabra y el del pensamiento. Por eso pareció siempre más próximo al más allá que al más acá. No en vano bautizó Otraparte a su refugio de Envigado, convertido hoy en museo.
"El hombre vive y actúa en la Tierra como quien no es de ella completamente", escribió en Don Mirocletes, el libro que más quiso, quizás por considerarlo su autoconfesión más íntima. La primera visita cósmica ocurrió en su Envigado natal, tras un derrame cerebral que lo postró inconsciente por seis meses; la segunda fue en la francesa Marsella, cuando fue víctima de una peritonitis, que, según los médicos, le coaguló la sangre. A los dos embates sobrevivió sin saber cómo.
Ese carácter etéreo, misterioso, vital, profundo, humorístico y burlón convirtió a González -a quien algunos consideraban merecía el Nobel- tal vez en el colombiano más admirado por la intelectualidad estadounidense, latinoamericana y europea. Pero sólo ahora, al cumplirse los 30 años de su muerte, el redescubrimiento del áutor se siente con fuerza. Sus dos obras estelares -Mi Simón Bolívar y Viaje a pie- acaban de ser reeditadas por las editoriales de las universidades de Antioquia y Pontificia Bolivariana. En la Feria del Libro de Medellín, que comienza este miércoles, se le rendirá un homenaje nacional.
De familia modesta, González se casó, joven y pobre, con la hija menor del presidente Carlos E. Restrepo, quien, no obstante sus reservas, le ayudó a romper el cerco y a la burla social.
Siempre vivió para los libros. Aún joven, se rapó la mitad de la cabeza y de la barba para obligarse al encierro. Pudo así validar dos años de derecho y ser aceptado en la Universidad de Antioquia.
Preocupado por el estatus social de la familia, su influyente suegro le consiguió cargos consulares en Europa (Génova, Marsella, Rotterdam y Bilbao), donde hombres como Eduardo Santos lo relacionaron con representativas figuras intelectuales de España, Francia e Italia. Y las deslumbró con su personalidad. "Su inteligencia siempre está en obra ", dijo de él el crítico francés Auguste Breal.
El gran novelista estadounidense Thornton Wilder lo conoció en Colombia y le escribió una sentida carta tras el encuentro: "Mi experiencia más vívida, feliz y estimulante en Colombia fue haberlo conocido personalmente ". Sobre el Bolivar de González, Wilder dijo que se trataba de una obra de arte muy original:
"Usted ha creado la novela del siglo XX. El relato ha muerto... Esta es la Nueva Novela".
El entusiasmo despertado por la biografía -inquietante y perturbadora sobre un héroe que aparece "tibio y palpitante"- fue desmesurado. "Me sacudió muchísimo", le escribió Gabriela Mistral. "Es uno de los libros más interesantes sobre el Libertador", dijo Jacinto Benavente. "Cuando se me extraviaba el lápiz, le daba con la uña", le confesó Teresa de la Parra.
Su Viaje a Pie, jornada aparentemente constumbrista por Antioquia y Caldas, planteó, en palabras del crítico Ernesto Ochoa Moreno, "una filosofia nueva, una prosa nueva, una sociología nueva y una religiosidad nueva", cuyo impacto llevó a Manuel José Caycedo, arzobispo de Medellín, a declarar, en 1929, que la lectura del libro quedaba prohibida "bajo pecado mortal ".
Hoy, tal vez desde Otraparte y con una sonrisa maliciosa en los labios, Fernando González ha vuelto por tercera vez en la vida.