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“Creemos que las librerías son un nodo cultural que tiene la cualidad de ser espacio para la tertulia, las charlas, para repensarse y construir. Es una atmósfera irremplazable”, dice Sosa. Foto: Alexandra Ruiz.

INFORME ESPECIAL

“La Valija de Fuego ha resurgido varias veces”

La ‘librería más rockera de Bogotá’, en la que convergen las letras y la música, intenta afrontar la pandemia con optimismo. Marco Sosa, uno de sus fundadores, lucha para que la librería, que describe como su proyecto vital, no sucumba ante la adversidad.

María Fernanda Gaitán Torres
6 de junio de 2020

SEMANA: La pandemia ha sido catastrófica para muchos sectores, incluido el cultural. ¿Cómo fueron esos primeros días de cuarentena para la librería?

Marco Sosa: Fue complicado. La pandemia apareció de forma inesperada y nos cambió el panorama. Nosotros ya veníamos enfrentando una situación difícil, económicamente hablando. El año pasado fue complejo para el sector editorial y ni hablar del inicio de este año. Hemos tratado de implementar estrategias para afrontar la crisis porque nosotros queremos seguir en pie hasta el último respiro. 

SEMANA: ¿Cuáles son esas maniobras para hacerle frente a la crisis?

M.S.: Comenzamos a vender por las redes sociales. Nosotros no vendemos por página web por decisión propia. De hecho, no somos muy buenos para comercializar fuera de la librería. Nos tocó volcarnos a esa plataforma por fuerza mayor. Después trabajamos en dos tácticas puntuales: las bolsas misteriosas y los bonos solidarios. Las bolsas misteriosas eran diferentes paquetes que la gente podía comprar. Ellos escogían una temática y conforme a esa elección nosotros hacíamos una curaduría de libros y les hacíamos llegar el paquete. Los bonos solidarios son cupones que la gente ha venido comprando en el aislamiento y la idea es que cuando todo se empiece a normalizar vengan a redimirlos.

De acuerdo con Sosa, la librería es un espacio que busca romper esquemas y estigmas. De hecho, la describe como una puerta abierta para poetas, músicos, adultos, anarquistas, ilustradores, filósofos y más. Foto: Alexandra Ruiz.

SEMANA: Hay algo singular en visitar las librerías, es casi que un ritual mágico. ¿Esto tiene que ver con la decisión de no vender sus libros por una página web?

M.S.: Así es. Nosotros consideramos que la librería es el espacio para el final de la cadena y la venta de libros. También creemos que es un nodo cultural que tiene la cualidad de ser espacio para la tertulia, las charlas, para repensarse y construir. Es una atmósfera irremplazable. 

SEMANA: Cuando habla de la atmósfera, me hace pensar en la forma en la que conviven la música, como el rock y el punk, con la literatura en La Valija. ¿Le hace falta ese ambiente en este momento?

M.S.: Es inadmisible no extrañar todo eso. La librería es nuestro proyecto vital desde hace más de diez años. Es también una excusa para poder desarrollar una actividad cultural, es una puerta al infinito. Las charlas que hacíamos, los espacios con las bandas, todo eso nos hace falta. Sin embargo, algo positivo que nos ha dejado la pandemia es que hemos creado redes, lazos solidarios. 

El inventario de la librería es variado. Además de los libros, tienen discos, vinilos, accesorios e imanes. Foto: Alexandra Ruiz. 

SEMANA: ¿Cómo es eso?

M.S.: Decidimos hacer cadenas de apoyo mutuo con otras editoriales y también con otros sectores que están fuera del mundo del libro. Por ejemplo, tuvimos una alianza con una pizzería que hay aquí en Chapinero. Sumamos nuestros libros a los pedidos que les hacían a ellos. También realizamos una campaña de apoyo con Mala Influencia y  Rojinegro que son talleres de serigrafía e hicimos parte de la iniciativa Adopta una librería de la Cámara Colombiana del Libro. Desde las primeras semanas de confinamiento entendimos que teníamos que buscar una solución mancomunada. 

SEMANA: ¿Y cuál fue el resultado?

M.S.: La pizzería, por ejemplo, se benefició porque tuvieron más clientes y se visibilizó su negocio. Se trató de generar lazos que la gente cree que no se pueden dar. Es demostrar solidaridad y lo que podemos llamar, como dice Rafael Barrett, la comunión de los abrazos. Es la capacidad de construir con el otro. Mostrar que las diferencias también suman y pueden potencializar procesos. 

Sosa describe a las librerías como nodos culturales con atmósferas irremplazables. Por esto, decidió no vender sus libros por página web. La pandemia lo obligó a comenzar a comercializar por redes sociales.  Foto: Alexandra Ruiz. 

SEMANA: ¿También tuvo algún impacto positivo en ustedes?

M.S.: Sí. La gente ve lo que hacemos, el discurso que se maneja y eso genera empatía. Más allá de que una persona venga y compre libros, lo que nos importa es que podamos construir juntos, como sociedad. Es curioso porque durante la pandemia creció el número de seguidores que teníamos en Instagram, si no estoy mal aumentamos unas 4000 personas. Nos debemos a nuestros lectores, que han sido muy solidarios, en un momento en el que la economía está de cabeza. Aquí con pandemia o sin pandemia siempre serán bienvenidos. 

SEMANA: Hablando de economía, ¿cómo está la librería en ventas?

M.S.: Estamos vendiendo aproximadamente entre el 40% y el 50% de lo que vendíamos antes.

SEMANA: Ustedes también han organizado conciertos de bandas nacionales. Actualmente, por la pandemia y las medidas de distanciamiento social se complica la realización de estos espacios. ¿Esta situación los afectó de alguna manera?

M.S.: Aquí sí hicimos varias actividades de conciertos, con bandas en formación y en pequeño formato. También vendíamos boletería de eventos, de conciertos. Esto, porque desde nuestros inicios queríamos mostrarle a la gente que la literatura es para todos. Lastimosamente no pudimos continuar por la aparición en escena del coronavirus. Sí nos afectó, pero no estamos tan mal. Lastimosamente muchas de las personas que se dedican a la organización de eventos hoy están en quiebra, la están llevando dura en esta pandemia. 

La librería tiene un panorama positivo a pesar de la situación. Parte de esto se debe a la fidelidad de sus clientes, las estrategias que han planteado,  las redes de solidaridad que han construido y las donaciones que han recibido. Foto: Alexandra Ruiz.

SEMANA: Desde sus inicios, ¿Cómo es la historia de La Valija?

M.S.: La librería nació después de que yo salí del país exiliado por cuestiones políticas. Empezamos como un espacio pequeño y poco a poco hemos ido creciendo. Al principio contábamos con pocos libros y casi que solo ofrecíamos usados. Hoy vendemos fanzines, libros propios y otro tipo de formatos editoriales. Y sí, desde el principio hemos estado vinculados al rock, a la música. 

SEMANA: ¿Por qué esta convergencia?

M.S.: Ese vínculo desde las artes era importante para nosotros y lo seguirá siendo. Pensamos que se debe deselitizar la cultura, que debe desaparecer el canon imaginario de que los libreros son esos señores de edad, serios y con barba. Lo cierto es que el rock and roll fue influenciado por la literatura, desde Bukowski hasta Lautréamont. 

SEMANA: ¿Cómo pinta el futuro para la librería?

M.S.: Yo pienso que hemos tenido una estrategia acertada que nos va a ayudar mucho a futuro y es entender que esta librería genera comunidad y que esos lazos de solidaridad que mencioné con anterioridad son apreciados por nuestros lectores, generan vínculos. No hubiéramos podido enfrentar esta situación sin esos vínculos y sin la fraternidad de nuestros lectores y amigos. Nosotros vamos a resistir, porque resistir es vencer y venceremos. Aquí nadie se ha rendido. Vender libros en Colombia no es un tarea fácil, no es rentable siempre, pero nos ha dado para mantenernos. 

Pensamos continuar vendiendo libros por redes sociales, pero no queremos que sea nuestro fuerte. La librería, el espacio físico, es donde queremos recibir a las personas, una vez todo esto termine. Las librerías deben mantenerse porque son oxígeno para la ciudad en cuanto a conocimiento y cultura, sobre todo en un país en el que hacen tanta falta las dos cosas.