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Los pasos de un maestro

Edgar Negret celebra 80 años, un buen pretexto para recordar la grandeza de su obra. El MAM de Bogotá hará una retrospectiva.

28 de febrero de 2000

Su casa, en el nororiente de Bogotá, está colmada de recuerdos que permiten percibir su infatigable labor en el arte. Decenas de fotografías y condecoraciones nacionales e internacionales dejan vislumbrar la magnitud de su lega-

do y la infinidad de personalidades que han reconocido su trabajo. Las fotografías están dispuestas de tal forma que ya se presiente el museo que el maestro quiere ver terminado allí lo antes posible. Por eso, mientras él recorre los diferentes ambientes de la casa donde reposan algunas de sus obras, entre ellas las más recientes y desconocidas para el público, se siente la labor de los obreros que trabajan a toda marcha para completar el recinto que servirá de albergue a más de 200 esculturas.

El maestro recuerda perfectamente dónde y cuándo concibió cada una de ellas. Pero no puede precisar cuánto tiempo lleva experimentando con metales, aluminios, yeso o alambres. Sin embargo trata de aproximarse con el humor que lo ha caracterizado. “Ahora que lo pienso creo que mi primera escultura la hice por los días en que Colón llegaba a América”. Sonríe, pero también asegura con un tono más serio: “Yo sólo puedo decir que llevo toda mi vida trabajando en el arte. Incluso recibí el milenio con mi nueva escultura llamada ‘El cóndor”.

El mismo se remonta a su infancia para ratificar su vocación de artista. “Soy el menor de 10 hermanos. Cuando nací ya era tío, pues todos mis hermanos estaban casados. Por eso mi mejor entretenimiento era hacer dibujos. En lugar de escribirle cartas a mi padre, el general..., quien por cuestiones de trabajo se radicaba en varias ciudades del país, le dibujaba cosas que hacían alusión a lo que pasaba en la casa”.

También explotó esta aptitud mientras cursaba su bachillerato en la sección correspondiente de la Universidad del Cauca, en Popayán, su ciudad natal. Les hacía los dibujos a todos sus compañeros porque ninguno sabía hacerlos. Eso lo incentivaba mucho. Sin embargo no fue propiamente el dibujo la actividad que lo apasionó. “Cuando ingresé a la Escuela de Bellas Artes de Cali, en 1938, quienes gustaban del dibujo también tenían que tomar clases de escultura y viceversa. Y yo me quedé con el barro”. El poeta Antonio Llanos, uno de sus primeros críticos, lo apoyó en su decisión. “Negret es ante todo un escultor”.



Negret, el escultor

Desde el instante en que acabó sus estudios la crítica ha tratado de establecer sus etapas creadoras. Su paso por las ciudades donde vivió fueron de suma importancia para ampliar los aportes técnicos que han ido enriqueciendo su obra. Es así como después de su paso por la escuela decidió instalarse en el convento de San Francisco, en Popayán, donde conoció al escultor español Jorge Oteiza, personaje que cambiaría su vida. Según el propio Negret, fue él quien le dio el empujón hacia la modernidad tras ponerlo en contacto con los grandes maestros del arte contemporáneo.

Su peregrinaje por fuera de Colombia duró un poco más de 15 años. A finales de la década de los 40 se instaló en Nueva York, emocionado por el mundo citadino y por el movimiento de la gran metrópoli. Allí comenzó a trabajar el ensamblaje de hierro y alambre sin alejarse de la manifestación abstracta. Su paso por París y España también lo incentivó a retomar nuevos materiales como el yeso. “Yo vivía al lado del puerto, en Mallorca, y la llegada y salida de los barcos me sugerían una gama de colores inolvidable. De allí que empiece a emplear la policromía en mis esculturas”, comenta Negret. De su estadía en España también lo impactó mucho la cercanía a la obra del arquitecto Antoni Gaudí.

Con su regreso a Estados Unidos descubrió las posibilidades que le permitieron el aluminio y el gran complemento que vio en las tuercas y los tornillos. Esta técnica lo ha consagrado y se ha convertido en su estilo personal en los últimos años. Al volver a Colombia descubrió nuevos temas que lo apasionan. “Después del orden pasé al desorden. De allí que mis figuras rígidas con superficies planas se fueran enroscando”.

El impacto de la geografía latinoamericana en su obra es evidente. El caso más llamativo es el de Perú. Es conocido el descubrimiento que hizo el propio Negret en esas tierras sobre su descendencia directa de los incas. “Me di cuenta que la hija de Huayna Capac, Francisca Coya, hermana de Atahualpa, vivió en Popayán y se enrolló con un Vivas, uno de mis familiares”. Su serie ‘Mariposas’ fue el resultado de una imagen inmortal en el templo maya en México. Pero también lo han inspirado los paisajes de El Salvador, Ecuador y Tierradentro. “Me gusta interpretar las costumbres, los mitos, a través de mis tuercas y tornillos”.

El Museo de Arte Moderno de Bogotá abre sus puertas el 10 de febrero a la retrospectiva que estará conformada por más de 120 esculturas. Para Negret es una exposición diferente porque estará organizada por colores, tamaños, figuras, antes que por el orden en que fueron concebidas.

A sus 80 años sigue en su empeño de representar cada vez mejor la realidad que percibe a diario a través de un arte aparentemente abstracto que lo ha caracterizado. “Tengo la misma edad del Papa. Lo admiro inmensamente. Me he cruzado con él muchas veces pero no lo he conocido. ¿Será que me estoy poniendo viejo?”, pregunta Negret. No parece. Su vigor y su fuerza revelan lo contrario: “Nada cambiará mi forma de vivir. Seguiré trabajando, y lo seguiré haciendo siempre”.