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Pulso a la cultura

Un estudio realizado por SEMANA mide la actitud de los colombianos frente al arte, el teatro, el cine, la lectura y la música. A pesar de la crisis la cultura sobrevive.

22 de mayo de 2000

En un lapso menor de tres meses el país se ha estado enfrentando a una serie de eventos que, a simple vista, parecen complacer un creciente apetito por la cultura en los colombianos. La gran retrospectiva de Edgar Negret en el Museo de Arte Moderno de Bogotá, el Festival de Cine de Cartagena, ‘Eurocine’ en las principales ciudades del país, el Festival Iberoamericano de Teatro, la Feria Internacional del Libro (que esta semana llega a su edición número 13) y la víspera de la más importante exposición que se haya visto en los últimos años en Colombia: más de 30 obras de Picasso reunidas en el Museo Nacional, son ejemplos visibles de ello.

Sin embargo la publicidad y la magnitud de estos eventos masivos pueden convertirse en un maquillaje del verdadero interés del público hacia temas como el cine, el teatro, la música, la lectura y el arte. Si en algo se han puesto de acuerdo los investigadores que se han preocupado por comportamientos en torno a la cultura es que el concepto de la misma es mucho más amplio y complejo que determinar el consumo de un país frente a expresiones como las mencionadas, pues el término no es sinónimo de gustos de élites sino también de las infinitas manifestaciones populares.

Pero también advierten que un continuo estudio sobre este aspecto es algo tan necesario y tan poco trabajado que son contados los países que conocen a ciencia cierta los gustos de sus habitantes, frente a la permanente opción de enfrentarse al consumo de bienes culturales.

SEMANA realizó una encuesta partiendo del público en general con el fin de acercarse al consumo de cinco de los múltiples aspectos que puede abarcar el término cultura. Los índices que revelan los resultados, sumados a las reacciones de los expertos, denotan un panorama que no es muy alentador pero que tampoco es tan dramático como se puede pensar. A la hora de las comparaciones con otros países de América Latina, Colombia está mejor que muchos. El hecho de que el 81 por ciento de los consultados no vayan a teatro ni a museos y galerías, son índices que se presentan normales para quienes se desenvuelven en este ámbito e, incluso, no difieren demasiado de lo que ocurre en países desarrollados.

El año pasado en España la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) hizo un estudio sobre consumo cultural en sectores como el cine, el teatro y el mercado editorial, y los resultados no son muy diferentes. Según éste en el país ibérico el 75,4 por ciento de los españoles no van a teatro, el 49,3 no van a cine mientras que el 49,1 por ciento de la población asegura no leer nunca.

Los resultados de la encuesta de SEMANA no han sorprendido a los entendidos, y para ellos los bajos porcentajes de quienes asisten a teatro, exposiciones de arte y cine es algo que siempre se ha sabido. En lo que sí coinciden es en que todavía falta mucho para consolidar una conciencia sobre los movimientos y figuras que se están gestando en el país.

El 42 por ciento de los colombianos no saben quién es Víctor Gaviria, el único director de cine que con dos largometrajes ha estado a punto de llevarse La Palma de Oro del Festival de Cannes, el evento más prestigioso del séptimo arte. Tan sólo el 22 por ciento lo identifica en su tarea como realizador cinematográfico.

Algo parecido sucede con el maestro Santiago García, considerado uno de los dramaturgos más importantes del continente en los últimos 40 años. El 51 por ciento de los consultados no saben quién es y sólo el 15 por ciento lo ubica en su labor con el grupo La Candelaria. El escritor Jorge Franco, quien de tanto auge gozó el año pasado por la publicación de su novela Rosario Tijeras, apenas fue identificado por el 17 por ciento de los colombianos.

La falta de tiempo es el principal motivo en el que se apoyan quienes dicen no tener espacio para leer, ir a cine, visitar una exposición o asistir a teatro. Este fenómeno, propio de todos los colombianos, parece más arraigado en la clase media. La visita a galerías y museos no muestra un interés alto en los encuestados mientras que la música es la manifestación que más está presente en la vida cotidiana.

La escasa difusión que sectores como el teatro y el arte alegan contrasta con la amplia publicidad de que gozan el cine y la música. El hecho de que medios periodísticos tengan como secciones fijas unas cuantas páginas dedicadas a la crítica de libros, arte, cine y teatro es un paso muy grande que no se daba hace algunos años.



El valor de la cultura

El cine, el teatro, la música, el arte y la lectura son apenas algunos aspectos del amplio campo que debe abarcar el Ministerio de Cultura. Culpar a la institución de las falencias que padece el sector se ha convertido en costumbre para muchos a pesar de que predomine un desconocimiento de la labor del mismo. Un hecho que lo comprueba es que el 98 por ciento de los colombianos no saben que Juan Luis Mejía es el actual ministro de Cultura. Aún así el 34 por ciento opina que la labor del Ministerio ha sido buena, el 45 por ciento que es regular y sólo el 6 por ciento que es mala.

Pero al ministro Mejía estas cifras no le preocupan e insiste en que el Ministerio no busca publicidad. “Yo palpo un cierto ‘feeling’ en las regiones del país, más que en las ciudades. Nuestra función no es ser protagonistas de la actividad cultural sino apoyar dichas actividades. El año pasado invertimos hasta el último recurso en pequeñas poblaciones porque las capitales han absorbido de alguna manera el presupuesto. Lo que quiero insistir es que la cultura no sólo es lo que pasa por el Ministerio”, asegura el funcionario.

Actualmente el Ministerio adelanta un estudio que arrojará el verdadero aporte de la cultura al Producto Interno Bruto del país. Los resultados serán el punto de partida para que el sector adquiera un estatus diferente. “Hay que quitar la imagen de que trabajamos en algo de bajo perfil. La cultura es tan importante que muchos se sorprenderán cuando el estudio se dé a conocer”, agrega Mejía.

La Universidad del Rosario expuso hace pocos días un primer intento por determinar estas cifras. Santiago Niño, estudiante que encabezó la investigación, coincide con el Ministro y advierte: “Ninguna crisis acabará con el consumo cultural. Ninguna necesidad que se vea afectada en este aspecto es cancelada, solamente reemplazada. Es decir, si alguien no tiene plata para ir al Teatro Nacional opta por el teatro callejero, pero jamás renuncia a lo que le gusta”. Según cifras que hacen parte de este estudio, tomadas del Dane, en 1994 el 16,7 por ciento del consumo de los hogares de todas las clases sociales fue destinado a eventos culturales, mientras que en 1996 ascendió al 17,08 por ciento.

Los colombianos no sólo viven rodeados de cultura sino que día a día la están gestando sin percatarse de ello. Desde ver televisión hasta escuchar a un cuentero son actividades propias de la vida cotidiana. La cultura está en todas partes y, por ello, una reflexión al respecto siempre será oportuna. Y más cuando no se apoya únicamente en hipótesis y planteamientos abstractos sino también en cifras concretas que les miden el pulso a los colombianos.